La resurrección laborista

Pablo Sklarevich
La elección de Avi Gabbay como líder del laborismo demuestra para los incrédulos que hay vida después de la muerte. El Partido Laborista que ya había sido dado por liquidado desde hace mucho tiempo parece haber recibido nuevas energías. Gabbay surgió de la nada. Jamás fue diputado ni participó en alguna reunión de Gabinete. Apareció del remoto y oscuro Ministerio de Protección del Medio Ambiente, para apoderarse sorpresivamente de la conducción del laborismo y disputar el puesto de primer ministro.

Mientras tanto, el titular del Ejecutivo, Biniamín Netanyahu, parece estar distraído y complicándose crecientemente.
A Netanyahu se le ha acabado la opción de que tenía de amenazar al líder del partido religioso nacional Habait Haiehudí, Naftalí Bennett, con excluir su facción política de la coalición gobernante mediante la formación de un gobierno de unidad nacional con el laborismo.  Con Gabbay como líder del Partido Laborista, esa opción ya no existe. Controlar a Bennett le será ahora mucho más difícil.
Obsesionado con su supervivencia política, Netanyahu ha cortejado crecientemente -también con influjos de fondos- al movimiento de los asentamientos de Judea y Samaria y a los partidos ultraortodoxos, para asegurar un bloque con ellos. Pero este movimiento de cintura podría haber alienado al electorado de centroderecha liberal, que no tiene tanta aversión a una eventual fórmula de dos estados.
Más aún, el “Caso 3000” sobre presunta corrupción alrededor de la adquisición de submarinos y buques patrulleros alemanes parece salpicar peligrosamente al entorno del primer ministro.
El aparato de Defensa es el Sancta Sanctorum o “tabú” para la cultura social israelí y si se prueba que en la compra multimillonaria de equipos militares a Alemania había algún tipo de malversación de fondos, las consecuencias políticas podrían ser graves.
Además, es innegable que el fantasma étnico envolvió los comicios del Partido Laborista, cuya segunda vuelta estuvo sorprendentemente encabezada por dos candidatos de extracción marroquí (judíos sefardíes). Si ambos consiguen movilizar el descontento popular y a los sectores de la periferia; podrían desequilibrar la base de apoyo electoral del gobernante partido Likud.
No hay duda que Netanyahu va extrañar al ex presidente del Partido Laborista, Itzhak Herzog. Éste último le sirvió involuntariamente como uno de los sostenes que ahora no tiene.