Un joven y decidido heredero saudita

Mohammed Bin Salman al Saud con Rex Tillerson Foto: Shealah Craighead Casa Blanca Dominio Público

General retirado Yaakov Amidror

La familia real saudita está experimentando un período de cambio, un proceso que tomó fuerza tras la reciente visita del presidente de Estados Unidos Donald Trump. La visita ha demostrado que los sauditas que tienen el apoyo de los EE.UU., algo que no conseguían desde el último presidente. El nombramiento del hijo del rey como el nuevo heredero de la corona representa tanto el propio proceso de reforma como su creciente impulso.

El nombramiento del hijo del rey de Arabia Saudita como heredero al trono representa una nueva etapa en la historia saudita. Esta es la primera vez desde que el fundador de la dinastía murió, en 1953, que la próxima generación se dispone a tomar el relevo. Hasta ahora, los reyes habían sido hijos del primer rey -seis medios hermanos que heredaron la corona entre sí-, conduciendo naturalmente a un liderazgo cada vez más envejecido. No quedan más de estos hermanos, y no estaba claro qué nieto se convertiría en heredero al trono.

Eventualmente, la familia decidió que sería Mohammed, de 31 años de edad, hijo del actual rey Salman. El hombre que desplazó como heredero le juró públicamente lealtad ese mismo día, una señal de que acepta la autoridad del nuevo heredero a pesar de que había sido el principal candidato para heredar el trono y es 26 años mayor que Mohammed.

Será interesante ver a quién elige Mohammed como su mano derecha, un papel que ocupó él mismo hasta su inesperada promoción. Su elección arrojará luz sobre la coalición que fue reclutada para asegurar una amplia mayoría de apoyo a la candidatura en el consejo de familia.

Si el nombramiento pasa en silencio, como parece probable, será una gran victoria para el rey y su hijo, que desean realizar reformas en al menos tres áreas clave.

En primer lugar, el heredero ha anunciado un plan a gran escala para reformar la economía saudita, que, entre otros puntos, incluye la reducción de su dependencia del precio del petróleo, prácticamente la única exportación del reino, y llevar a muchos más sauditas al mercado laboral, que depende actualmente de los trabajadores extranjeros.

En segundo lugar, las inmensas cantidades que los sauditas están a punto de gastar en armas debe ponerlos en una posición totalmente diferente cuando se trata de su capacidad para hacer frente a la amenaza iraní. Arabia Saudita tendrá que cambiar su enfoque al desafío militar para asegurar que sus esfuerzos den sus frutos y no terminen un empeño costoso e inútil.

Por último, Arabia Saudita quiere cambiar su estatus regional e internacional. Se da cuenta que de esto va a depender de éxito nacional del reino en las otras dos áreas -la mejora de su economía y la reorientación sus esfuerzos militares-.

Está claro para Arabia Saudita que no puede dirigir solo el mundo árabe sunita y necesita cooperar con otros países. Parece ser que el nuevo heredero al trono se lleva bien con el líder de los Emiratos Árabes Unidos. Ya han consultado entre sí para la adopción de medidas en la guerra en Yemen, así como en la decisión de boicotear a Qatar.

Los países árabes sunitas, entre ellos Egipto, se enfrentan con grandes retos. Estos se derivan de la dramática caída en los precios del petróleo, la creciente amenaza de Irán, la creciente fuerza del extremismo sunita como al Qaida y el Estado Islámico, y -hasta hace poco- la disminución de la intervención estadounidense en la región. El nuevo heredero es visto como alguien resuelto para cumplir directamente con estos desafíos. Será puesto a prueba con los resultados; porque ahora tiene la autoridad necesaria para encargarse de ellos.

Fuente: Centro de Estudios Begin-Sadat BESA

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