Jacob, sin paz. Reflexión.

13 diciembre, 2023 ,
Foto: Pixabay

Buscando un poco de paz.

La Torá y su relato siempre nos sorprende, y nos enseña. El tercer Patriarca, luego de una vida agitada, si rememoramos: el problema de la primogenitura, el gran escape hacia Jarán, el engaño de Labán, otro nuevo escape, la lucha con el ángel, el peligroso reencuentro con su hermano Esau, la trágica muerte de Raquel. La violación de Dina, la destrucción de la ciudad de Shejem, no muestra precisamente que su vida haya sido sentarse sobre un curso de aguas mansas.

 Y justo ahora, cuando el capítulo semanal (leído el último Shabat) nos dice que, por fin se pudo asentar en la Tierra, algo así como un breve respiro en medio de un mar agitado, le aparece ahora la peor de las calamidades. El problema de siempre y eterno. La lucha intestina, provocada por el odio y la ambición de poder entre hermanos. Sus propios hijos, son aquellos que le provocan el dolor más profundo, y la peor de todas las traiciones y mentiras. Y el mayor dolor posible que se puede infringir a un padre. Como dice el dicho para concluir el bloque: “no hay peor astilla que la del mismo palo”.

La vida y la paz.

Como dicen nuestros sabios: “los hechos que le ocurrieron a nuestros Padres, es una señal o enseñanza para los hijos”. Y nuevamente aquí vemos que la Torá es la verdad, ya que refleja la vida misma del hombre. Aún del tzadik o del hombre perfecto (que cumple con las mitzvot o mandamientos), que cada día de su vida tiene que sufrir o pasar distintos problemas y transitar o batallar con distintos pesares.

De la misma forma, que una partitura en la música, la vida tiene altos y bajos. Estruendos y algunas pausas o silencios.

En definitiva, según la cosmovisión judía, nosotros que llamamos a Hashem como nuestro padre y nuestro Rey, debemos entender a cada instante y siempre que nuestra relación con D’os es asimétrica y no entre pares.

Para cerrar este segundo bloque, solo el estar a su servicio nos puede dar algo de paz y felicidad, pero de ninguna manera desde la posición del Todopoderoso es vista como un cheque en blanco o un seguro de vida o de bienestar respecto de cada ser humano, que es su creación y que, en definitiva, bajo cierto ropaje de autonomía, es un ser finito y limitado y una creación que viene a la existencia a completar cierta función o cumplir un precepto faltante o a participar de cierta situación.

En definitiva, no somos el sol ni el ombligo del mundo.

Vayésheb y su significado.

Se asentó en la tierra, y justamente ahí, cuando buscaba un descanso en medio de tantos pesares, tiene que volver a batallar. Hay batallas hacia afuera, y otras como esta, que se dan en el propio seno familiar. Puede que peores que las primeras.

El pasado 7-10, la masacre de Hamás, que irrumpe luego de una trifulca interna que se desata con inusitada violencia en la sociedad israelí. Laicos o seculares versus ortodoxos, y hasta algunas voces que reclamaban un nuevo cisma del Estado de Israel, algo así como dos Estados para que cada uno pueda vivir como le plazca.

Los de afuera aprovecharon, y las consecuencias de la desunión, lamentablemente se encuentran a la vista de todos sin distinción de ideologías ni partidos.

Hoy como ayer.

También en Janucá, las cosas no siempre anduvieron bien. Doce años de guerra, para poder liberar el país de sus enemigos los antiguos griegos, pero luego de retomado el poder, el gobierno bajo la dinastía de los Hasmoneos no terminó bien. Ellos eran cohanim o sacerdotes, pero reinaron sin ser de la tribu de Iehudá.

En conclusión: “no se puede ni se debería estar en la misa y en la procesión al mismo tiempo”. Y ejercieron los Hasmoneos descendientes de los Macabeos, el Reinado y el Sacerdocio al mismo tiempo.

Aún en el Maoz Tzur o canción tradicional de Janucá, en la tercera estrofa el autor nos vaticina: “Al palacio de su Santidad me trajo, y también allí no estuve tranquila”. Es decir, aún en la propia tierra de Israel. Y más allá de logros descomunales que sorprenden al mundo entero, se vuelve a repetir para sus habitantes  ese Vayésheb o se asentó en la tierra. Pero deben saber, que aún la era de la paz completa, o era mesiánica aún no ha llegado.

Gaza y el final.

Los dramáticos acontecimientos que estamos presenciando. El costo de la campaña, en recursos humanos y materiales, y la angustia por liberar a los cautivos, nos muestra que la Biblia o la Torá, y obvio nuestros sabios y visionarios tenían razón.

Aún, el establecimiento en la Tierra de Israel de un Estado Judío, es el principio de la redención, pero no su conclusión. Es decir, existe aún un faltante, que es la venida del Mashíaj hijo de David que vendrá a completar la obra humana.

Muy a nuestro pesar, el tener un poderoso ejército y la diplomacia, se constituyen en factores necesarios, mas no suficientes, y esto el Omnipotente cada tanto nos guste o no, nos lo hace notar.

Que D’os nos haga milagros como en esos días y como en aquel tiempo. Es el ruego de estos días, en cada una de nuestras tefilot u oraciones.

Atte.
Dr. Natalio Daitch

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