¿Hacia el NeoKahanismo?

24 febrero, 2019
Baruch Goldstein y Meir Kahane (der)

En las últimas tres décadas Israel y las diásporas se empeñaron en olvidar que un Meir Kahane y un Baruch Goldstein tuvieron alguna vez presencia en estos entornos. Aunque ambos han merecido distinguidas tumbas veneradas por no pocos devotos, las instancias gubernamentales y la opinión pública se han inclinado a olvidar sus crímenes y voces de odio como si habrían sido propiciados por una demente y marginada minoría.
Hasta aquí. Pues en estos días tiene lugar un viraje que pone en peligro no sólo a la democracia y al credo humanista que la preside. Arrastra múltiples y perversas consecuencias que habrán de alterar los nexos del país con las diásporas judía e israelí, la actitud de la opinión pública internacional respecto a ellas, la marginalidad de la mujer en los medios públicos, académicos y militares en el país, y las actitudes de al menos la quinta parte de la población – musulmanes y cristianos – que de momento es fracción creativa y leal de la ciudadanía israelí.
Movido por el pesimismo o la desesperación, Netanyahu resolvió acordar una alianza con facciones teo-fascistas que reclaman la expulsión de al menos tres millones de palestinos que habitan las zonas militarmente ocupadas, además de la marginalidad de la ciudadanía no judía. Actos que serían propiciados en nombre de Dios que en este caso legitimaría la violencia y el asesinato. Lo que Kahane propició y lo que Goldstein hizo en sombrías circunstancias traerán entonces multiplicados y filosos resultados.
Para cerrar esta oscura alianza Netanyahu ofreció a los kahanistas- con su formal e indispensable firma- dos ministerios: educación y vivienda. Un acuerdo que apresurará sustancialmente actos y tendencias que cuestionan la igualdad de sexos tanto en las fuerzas armadas como en los recintos académicos. Inclinaciones que menoscabarán sustancialmente la capacidad defensiva del país y la participación igualitaria de la mujer en los marcos intelectuales y laborales de Israel.
Y las implicaciones de este perverso entendimiento no son menores cuando se piensa en las diásporas judía e israelí. Ambas verán menoscabada la legitimidad de su existencia y de sus actividades. Pues si un gobierno israelí proclama y propicia la intolerancia y el desprecio respecto a conglomerados que no aceptan los mensajes del Dios judío- por qué los países y regímenes que hoy libre y generosamente hospedan y conceden plenos derechos a ambas diásporas deben mantener esta amplia postura?
La decisión de Netanyahu no sólo debilita y lleva al abismo a la democracia israelí. Agrega una negra nota a su biografía personal que, si hubiera tomado otro curso, lo habría conducido en el andar de los años a asumir la presidencia de Israel, como ocurrió por ejemplo con Shimon Peres. Perspectiva que hoy con esta su decisión se torna inimaginable a menos que la teología racista del neokahanismo se imponga en Israel sin sustantivas resistencias. Caerá entonces la democracia, y aquellos que lúcidamente abandonaron la diáspora para reconstruirse como seres humanos y como judíos deberán aceptar el fracaso. Me incluyo en ellos.
www.josephodara.com

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