Agricultura orgánica: no todo lo que reluce es oro

30 octubre, 2019
Foto Ilustración Agricultura en el Néguev - Wikipedia

¿Son los alimentos orgánicos más sanos y alimenticios que los producidos en la agricultura convencional? ¿Cuál es el verdadero precio que estamos pagando por consumir alimentos orgánicos? Estas son algunas de las preguntas a las cuales me enfrenté antes de tomar la decisión de escribir la presente nota. Debo confesar que, personalmente me preocupa el futuro del planeta y soy consciente de los múltiples daños que la agricultura convencional produjo y puede producir si no logramos llegar a una solución de compromiso entre la sustentabilidad de los recursos y las crecientes necesidades de ser capaces de suplir alimento sano y accesible a una población creciente. Por otro lado, me preocupa el creciente fanatismo “ideológico” que ve en la agricultura convencional un enemigo del ser humano y el planeta.

 

¿Que busca el consumidor?

El consumidor de la actualidad busca productos que se consideran más saludables fundamentalmente debido a la preocupación acerca de las consecuencias negativas de la agricultura convencional para la salud humana y el medio ambiente. Este fenómeno es especialmente importante en países desarrollados en donde los alimentos orgánicos están tomando popularidad y su demanda refleja un importante crecimiento. En Europa, en particular, la agricultura orgánica tiene una imagen pública positiva. Encuestas realizadas en Alemania nos muestran que aproximadamente el 50% de la población, ve a la agricultura orgánica como una solución a la problemática de la seguridad alimentaria y el cambio climático. Todo aquello que condujo a la agricultura convencional de las últimas décadas a aumentar los niveles de producción, calidad del producto o mayor vida de anaquel se ve como una verdadera amenaza.

Redes de supermercados de Europa exigen de sus proveedores productos frescos libres de materiales químicos que aseguren a los consumidores una oferta de productos agrícolas libres de residuos de sustancias nocivas para la salud. 

La otra cara de la moneda es aquella que nos muestra una realidad se ve reflejada en países en desarrollo en donde la demanda de productos orgánicos es mucho menor y la seguridad alimentaria de la población en crecimiento se transforma en crítica. 

Datos presentados por La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en el año 2017 hablan de aproximadamente 800 millones de personas que todavía están crónicamente desnutridos, la mayoría de ellos viviendo en Asia y África. Se estima que, en las próximas décadas, la demanda de alimentos aumentará aún más debido al crecimiento de la población y la reducción de los ingresos. Para mantenerse al día con esta creciente demanda, se estima que la producción agrícola mundial tendrá que aumentar en al menos un 60% y posiblemente hasta un 100% hasta el año 2050. Este es un desafío importante porque el suelo, el agua y otros recursos naturales se están convirtiendo cada vez más escasos. 

 

¿Es la agricultura orgánica la solución? 

El primer paso para poder dar respuesta a la pregunta es entender qué es la agricultura orgánica. 

La agricultura orgánica representa para muchos agricultores y profesionales una forma de agricultura sostenible que permite la reducción de la contaminación de suelos y aguas con agroquímicos, reduce la erosión de los suelos, etc. Se puede definir como un sistema global de gestión de la producción que pone en el centro de su manejo la importancia en la conservación de los sistemas en donde conviven en forma

armónica, organismos vivos y medio ambiente. El  entendimiento que estos sistemas apuestan a una interacción optima entre suelo, tierra, agua y los diferentes seres vivos existentes debemos intentar entender cuáles son los principios sobre los cuales se sostiene la agricultura orgánica y así poder valorizar los posibles beneficios para el consumidor,  en la medida que estos realmente existan y en definitiva no estemos produciendo efectos cuyos resultados no desvíen del verdadero desafío de la agricultura que es poder suministrar alimento sano a una población que crece a un ritmo meteórico.

De acuerdo a IFOAM, Organics International (Federación Internacional de movimientos de agricultura orgánica), la agricultura orgánica se basa en cuatro principios básicos.

El principio de la salud, que afirma que la agricultura orgánica debe sostener y mejorar la salud del suelo, plantas, animales, humanos y planeta como uno e indivisible. El principio ecológico, que sostiene que la agricultura orgánica debe estar basada en sistemas y ciclos ecológicos vivos, trabajar con ellos, emularlos y ayudar a sostenerlos. La producción se basa en procesos ecológicos y reciclado. El tercer principio es el de la equidad: la producción orgánica debe basarse en relaciones que aseguren equidad con respecto al ambiente común y las oportunidades en la vida para todos los involucrados. El cuarto y último principio es el del cuidado: aquí se pretende que la agricultura orgánica sea gestionada de una manera responsable con precaución para así poder proteger la salud y el bienestar de las generaciones actuales y futuras y el medio ambiente.

Las normas para la producción de agricultura orgánica cubren diferentes áreas de producción y procesamiento de la producción vegetal, animal y la conjunción de los mismos con los ecosistemas naturales (vida silvestre).

 

¿Que está permitido y que prohibido?

Cuando hablamos de agricultura orgánica Los estándares involucran actividades que están prohibidas o restringidas y otras actividades que se requieren o recomiendan. La siguiente tabla (Nro. 1) los resume.

Tabla Nro. 1. Requerimientos para actividades agrícolas orgánicas

PRODUCCION VEGETAL PRODUCCION ANIMAL
ACTIVIDADES PROHIBIDAS Uso de fertilizantes sintéticos.

Uso de pesticidas químicos.

Uso de organismos genéticamente modificados (GMO).

Uso de fango/lodo proveniente de procesos de depuración.

Uso de hormonas de crecimiento.

Uso de antibióticos en forma profiláctica.

Uso de organismos genéticamente modificados.

ACTIVIDADES REQUERIDAS Uso de semillas orgánicas y variedades adaptadas localmente.

Uso de medidas para mejorar la fertilidad del suelo (por ejemplo, rotación de cultivos, fertilizante orgánico, control de erosión).

Control de plagas / malezas solo a través de sistemas mecánicos / biológicos o /medidas térmicas. 

Alojamiento de animales que permite comportamiento natural (luz natural, espacio suficiente).

Uso de forrajes orgánicos.

Acceso a pasturas y pastizales naturales.

 

Frente a la visión que la agricultura orgánica nos expone, creo importante intentar explicar la problemática que esta metodología puede generar frente al más importante desafío del sector agrícola: suministrar a una población en continuo crecimiento alimentos frescos y sanos. Según FAOSTAT, en los años 60 del siglo pasado para alimentar una población de 3.5 billones de personas, cada hectárea agrícola debía producir alimento para 2.3 personas. En el año 2020 se estima que la población alcanzará los 7.5 billones, por lo cual esa misma hectárea deberá alimentar 5.3 personas. ¿Es esto posible? ¿Es posible que la agricultura orgánica alcance niveles de producción similares a la agricultura convencional? 

La revista científica Nature realizó una encuesta en la que se demuestra que la agricultura orgánica posee menores rendimientos que la convencional por unidad. Cabe aclarar que la producción es una variable multifactorial, lo que significa que son muchos los factores que influencian en la producción que presentó hasta un 30% de diferencias en los rendimientos. El significado de menor producción por unidad de trabajo representa una mayor necesidad de superficie, más agua, semillas, trabajo por unidad de producción, etc.

El Segundo punto a analizar es el valor nutricional de los productos orgánicos.

¿Naranjas orgánicas tiene mayor contenido de vitamina C que las cultivadas en sistemas convencionales? ¿Son las fresas orgánicas más nutritivas que las convencionales? A menudo, los consumidores piensan que los productos orgánicos son más nutritivos y saludables que los cultivados bajo sistemas convencionales. ¿Es esta suposición generada por el hecho que la agricultura convencional se basa en el uso de plaguicidas, fertilizantes sintéticos, etc.? 

¿Cuándo el uso de agroquímicos es acorde a las normas que Ministerios responsables y servicios de protección vegetal fijan como máximo, es este un argumento verdadero? Desde el punto de vista científico debemos remarcar que el valor nutricional de los productos dependerá de un importante número de factores como por ejemplo el tipo de suelos, clima, edad de la planta o del animal, tiempo de cosecha, etc. En otras palabras, este también es un valor multifactorial. De aquí que el uso de agroquímicos cuando están aplicados en tiempo correcto y a los niveles recomendados no necesariamente serán nocivos. Como ejemplo podemos hablar del Cadmio. El Cadmio es un metal pesado, relativamente poco abundante y altamente tóxico. Uno de sus usos más conocidos en la fabricación de baterías.  La presencia de metales como Cadmio dependerán fundamentalmente del tipo de suelo, por lo cual pueden existir productos orgánicos en los cuales los niveles de cadmio sean mayores que en la agricultura convencional.  

La existencia de diferencias entre ambos sistemas existe, pero no necesariamente significa que un sistema produce productos de mayor calidad y valor nutricional que el otro. En países desarrollados existen normas estrictas en referencia al tipo y cantidad de residuos de agroquímicos permitidos para el mercadeo de los productos. Las reglamentaciones en materia de agroquímicos son relativamente estrictas.  La pregunta es en que medida estas normas son relevantes para la salud humana.

Una revisión sistemática de más de 200 trabajos científicos realizada en la Universidad Stanford (California, EEUU) llegó a la conclusión que las frutas y verduras orgánicas no poseen ninguna ventaja nutricional comparadas con aquellas cultivadas en sistemas de agricultura convencional y que prácticamente los alimentos no orgánicos poseían restos de agroquímicos acorde a las normas sanitarias vigentes  que comparó los resultados los efectos sobre la salud no encontró diferencias. A este resultado debemos sumar el hecho que a menudo el estilo de vida que el consumidor elige (convencional u orgánico) influencian en su estado de salud, por lo cual, la evaluación del impacto en la salud no necesariamente es resultado del consumo de alimentos orgánicos. 

 

¿Y entonces… que ponemos en los platos?

La visión de la agricultura orgánica es digna de ser respetada e inclusive debe tomarse en cuenta que una parte de la población entiende a esta agricultura como la solución a la problemática que en muchos casos genera la agricultura convencional. A pesar de esto, la realidad no es blanco y negro. Vivimos en mundo que no es dicotómico y debemos entender que las soluciones están en la fusión. La realidad es que hoy día existe una tendencia a producir en forma que se eviten los riesgos sanitarios y ecológicos provenientes de la agricultura convencional. El cumplimiento de las normas de seguridad sanitaria, los análisis continuos de presencia de restos de sustancias químicas en los alimentos, el mejoramiento de prácticas de manejo, uso de redes e invernaderos que aíslen los cultivos de los diferentes insectos son tecnologías que brindan buenas soluciones.

El manejo integrado de plagas (IPM) es un sistema que combina métodos de trabajo basados en principios físicos, mecánicos, biológicos, químicos, genéticos, etc. Se basa en la prevención por medio del monitoreo constante de los cultivos y la aplicación de dichos métodos reduciendo o eliminando  el uso de agroquímicos, minimizando el impacto al medio ambiente. Se habla también de manejo ecológico de plagas (MEP) y de manejo natural de plagas.

El ser fanático y profesar teorías acerca del desastre ecológico al cual nos conduce la agricultura convencional es en cierta medida no entender las normas bajo las cuales la agricultura moderna se maneja, generar pánico y profesar teorías que hoy día no han sido demostradas científicamente.

Estoy convencido que cada uno debe pensar, vivir o comer acorde a sus creencias ya sean referidas a política, religión y también en referencia a sus alimentos.

El sector agrícola en su totalidad deberá ofrecerle al consumidor todos los datos necesarios en forma sencilla y veraz para que él pueda decidir que alimento consumir, y paralelamente asegurar el acceso de alimentos sanos y a precios accesibles a toda la población.

 

 

 

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