En el séptimo mes de guerra

5 mayo, 2024 , , ,
Benjamín Netanyahu y Benny Gantz Foto: Haim Zach / GPO vía Flickr

A poco más de dos semanas de comenzada la guerra en Gaza, desatada a partir de la horrenda y terrorista irrupción de centenares de militantes de Hamás, escribía: “estoy desgarrado entre la idea de que es necesario destruir una fuerza maléfica como el Hamás y el terrible temor sobre el costo en vidas -de un lado y de otro- que el logro de este propósito conllevaría”.

Cuando ya habían transcurrido dos meses del comienzo de esta guerra y se habían reanudado los combates, luego de una corta tregua negociada para alcanzar la liberación de parte de los rehenes secuestrados durante la infame incursión de Hamás, lo escrito entonces continuaba vigente, aunque resultaba difícil determinar en qué medida esos sentimientos eran compartidos en y por la sociedad israelí. Ya entonces estaban tomado carácter masivo las manifestaciones contra Israel en un creciente número de países, reflejando ciertamente, de múltiples maneras, un preocupante aumento del antisemitismo así como una peligrosa distorsión de los valores de cierta izquierda, demasiado dogmática en su percepción maniquea del conflicto palestino-israelí. Pese a ello, la continuidad de esas manifestaciones, ayudada por la difusión de las imágenes de la destrucción en Gaza -consecuencia de los masivos bombardeos israelíes, de los enormes desplazamientos poblacionales al interior de Gaza, de las brutales bajas civiles que acompañaban a la ofensiva israelí y de las denuncias sobre crecientes carencias de insumos básicos (alimentos, combustibles, medicinas), estaba volcando la opinión pública internacional en contra de Israel.

Ese vuelco se ha venido intensificando, a más de medio año desde el comienzo de esta guerra. Y la presión internacional se viene manifestando también en los Estados Unidos, cuyo gobierno se abstuviera (en lugar de utilizar su poder de veto, como lo venía haciendo) en la última votación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas demandando un alto al fuego. Y el gobierno estadounidense, bajo la amenaza (velada o no) de revisar su política de apoyo a Israel, le ha venido reclamando que dé muestras inmediatas de su disposición a permitir y colaborar en la imprescindible ayuda humanitaria a la población de Gaza, gran parte de la cual, de acuerdo con las declaraciones de varios organismos internacionales y ONG´s, se encontraría al borde del hambre, así como que proceda a una revisión de los planes de ataque sobre Rafah, al sur de la Franja (planes que vienen siendo machaconamente repetidos por el Primer Ministro Netanyahu y entusiastamente apoyados por la extrema derecha de la coalición de gobierno, a pesar de la enorme concentración de población palestina desplazada en esa área).

El vuelco de la opinión pública internacional con respecto a Israel, derivado en gran medida de la información que llega sobre el desastre humanitario en Gaza, contrasta con la situación interna, muy compleja en sus propios términos. Por una parte, una proporción significativa de la sociedad israelí -quizás mayoritaria hasta el momento- apoya la continuidad de las operaciones bélicas contra Hamás (con sentimientos encontrados sobre la muy difícil situación de la población civil en Gaza y sin dejar de lado el reclamo por la liberación de los rehenes); por otra parte viene creciendo y predominando -las encuestas más serias lo confirman ampliamente- el clamor por la renuncia (o la expulsión) de Netanyahu y de sus socios en el gobierno (con variantes sobre si esa renuncia o expulsión debería ser inmediata o esperar hasta el fin de esta guerra).

La contradicción entre estas posiciones es evidente; el apoyo de una parte importante de la sociedad israelí a la continuidad de la guerra favorece y afianza la posición de Netanyahu como jefe del gobierno -cargo al que se aferra tenazmente sobre cualquier otra consideración- y hace más problemática su defenestración, pese a que esto último es precisamente lo que una parte importante de la sociedad israelí reclama. Mientras tanto, el aislamiento internacional de Israel continúa creciendo, aunque esa sociedad no parece -o no quiere- tomar conciencia de ello (con exención del ambiente cultural y académico, seriamente afectado ya por ese aislamiento). Y no es sólo el gobierno actual quien da la espalda a los clamores internacionales; ni la oposición política ni el ejército -la institución con mayor apoyo en este país- parecen haber reaccionado demasiado frente a esos clamores.

Y los acontecimientos se vienen precipitando. Crecen las manifestaciones internas, centradas en el clamor por la salvación de los rehenes. Pero el gobierno persiste en sostener que esto sólo se logrará por la fuerza y, contra viento y marea, sigue en su tesitura de atacar Rafah, al sur de la franja de Gaza, donde se acumula más de un millón de refugiados, y a pesar de que la frontera norte con Líbano sigue siendo una frontera caliente, y casi cien mil pobladores israelíes de esa región han sido desplazados de sus hogares, que se suman a los miles de desplazados de las zonas fronterizas a Gaza.

A ello se han agregado los recientes enfrentamientos directos con Irán y, en los últimos días, las manifestaciones estudiantiles en los EEUU, cuya importancia, origen y apoyos es difícil de estimar. Pero frente a todos estos enfrentamientos, manifestaciones y declaraciones de lado y lado, lo más importante es aceptar que la existencia del Estado de Israel, negada en los eslóganes que proclaman que “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre”, no puede ponerse en tela de juicio. Es a partir de esa aceptación que habría de plantearse toda discusión, incluyendo muy fuertes críticas al gobierno de Israel, en particular con respecto a tratamiento de la población palestina, a la ocupación y a los asentamientos en Cisjordania. Y esto implica la aceptación también de la solución, a la larga, de dos estados para dos naciones, lo que ha vuelto a situarse en el centro de la problemática palestino-israelí, a pesar de su negación por parte de quienes conducen actualmente el gobierno en Israel.

La muy difícil situación que enfrenta Israel en estos momentos incluye una guerra en la frontera sur y una amenaza de guerra en la frontera norte, un creciente aislamiento internacional, manifestado no sólo en declaraciones y protestas sino también en una sensible disminución del tráfico aéreo, acusaciones de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, una población dividida en cuanto al respaldo al gobierno y que reclama con cada vez más fuerza priorizar el rescate de los rehenes sobre la continuidad de la guerra, una economía que comienza a resentir el esfuerzo bélico, que se refleja en cero crecimiento per capita estimado para 2024, y crecientes enfrentamientos en Cisjordania.

En algún momento (y quizás esto se mantiene también ahora) se especuló con la posibilidad de que las soluciones deberían venir sobre todo del exterior, por presión internacional y particularmente por presión de los EEUU. Pero la lectura que puede hacerse hoy de las circunstancias que enfrenta Israel, lleva a pensar que los cambios en la situación actual requieren básicamente provenir de movimientos internos, sin desmerecer ni desconocer el apoyo que pueda aportar la presión externa ni los problemas que plantearían las diversas posiciones que adoptaría la sociedad palestina en las eventuales negociaciones.

Para Netanyahu y sus socios en la actual coalición de gobierno, la continuidad de esta guerra hasta la “victoria total” es la condición necesaria para su permanencia al frente del gobierno, pese a que una pluralidad de analistas ponen en tela de juicio esa posibilidad, así como hacen hincapié en la carencia (no casual) de una estrategia para el “día después”. En alguna medida, se trata de mantener el estatus quo previo al 7 de octubre, acompañado de una aceleración de las actividades en los asentamientos en Cisjordania así como de un abierto llamado a volver a asentarse en Gaza.

Sólo un cambio de gobierno puede comenzar a revertir este proceso, pero no resulta claro cómo podría producirse ese cambio. Obviamente, el actual gobierno se niega a pensar en nuevas elecciones (de hecho, encuestas sucesivas muestran que en caso de ir ahora a elecciones la coalición de gobierno actual pasaría a ser oposición). Pese a que aún integrantes del restringido gabinete de guerra han demandado elecciones tempranas, como es el caso de Benny Ganz, ex comandante en jefe del ejército y líder del partido HaMahane HaMamlakhti, que en los últimos sondeos aparece como la agrupación política que contaría con mayor apoyo del electorado. Pero esto último hace aún más difícil de entender porqué Ganz y Eisenkot, por ejemplo, dirigentes de ese partido y que se unieran a la actual coalición gubernamental al comienzo de esta guerra, continúan dentro de esa coalición, a pesar de que resulta claro para muchos analistas que su presencia en el gobierno sólo beneficia a Netanyahu.

¿Qué otras alternativas quedan? ¿Una reacción del ejército? ¿Amplias movilizaciones populares? ¿Una ruptura en el partido mayoritario que permita ganar un voto de desconfianza? Quizás una mezcla de todas ellas y más, aunque una condición importante es el surgimiento de nuevos liderazgos que reemplacen a los gastados (e ineptos) líderes actuales y conduzcan el proceso de cambio. Pero ¿es que este reemplazo está a la vista?

Mientras tanto y en lo inmediato, se está a la espera de los resultados de una nueva tentativa de alcanzar una tregua que permita rescatar a los rehenes, conduzca a un cese de las hostilidades y comience a sentar las bases de negociaciones políticas y diplomáticas. ¿Qué nos deparará el destino?

Benito Roitman

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6 thoughts on “En el séptimo mes de guerra”
    1. Ningún cuerno. Simplemente lamentablemente por una falla técnica no se pueden escribir en los comentarios en forma directa varias líneas. PUede hacerlo por ejemplo en word y luego hacer copy – paste en el comentario y funcionará. A la brevedad solucionaremos el problema. Gracias por su atención.

  1. Para nada de acuerdo con este artículo. Nuestra supervivencia en el mundo solo estará garantizada con la dstrucción total de Hamas. Caiga quien caiga. Si no pasa esto,,pobre de nosotros… El articulista se preocupa por lo que pensará el mundo de nosotros como si fuese distinto de lo que piensa ahora y eso sin sin entrar en Rafah todavía,,,que iluso…

  2. Querido Netanyahu espero que hayan podido entrar al GPS de los cohetes iraníes si vuelven a tirar desvialos y destruye la mezquita de omar hazme caso no tengas miedo que Dios está Con Ustedes

  3. El día que el pueblo de Israel confíe más en Hashem, su Di-s en lugar de especular con la aprobación del mundo gentil, ese día Israel resultará vencedor contra las fuerzas del mal.
    Mientras se siga mirando expectantes qué es lo que opina el mundo, seguiremos desangrándonos entre nosotros. Di-s quiera que nos alineemos con Él sin tener que llegar al aniquilamiento para lograrlo.

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