Hatzad haajer shel hatikva (Toivon tuolla puolen, Finlandia, 2017). Dirección y guión: Aki Kaurismaki. Fotografía: Timo Salminen. Actores: Kati Outinen, Sakari Kuosmanen (Wikstrom), Shewan Haji (Khaled), Simon Al-Bazoon (Mazdak), Tommi Korpela, Ilkka Koivula y otros
En este film hay dos protagonistas con historias paralelas pero sin tocarse hasta llegar a cierto punto. Uno es Wikstrom, un hombre de cincuenta años de edad que ya al principio del film deja a su esposa, su anillo y alguna pertenencia y sale a buscar su porvenir. Es un viajante de comercio de camisetas para hombres que se ha cansado de esa vida y sueño con abrir un restaurante.
Un toque de humor absurdo y seco para empezar, Wikstrom no tiene dinero y eso es necesario para realizar sus proyectos así que entra a un casino donde se juega al póker y comienza a jugar con lo poco que tiene. Esta escena ya de por sí es un logro ya que imita a otras tantas que hemos visto en numerosas películas, la cámara se pasea de los ojos de uno a otro jugador, hay tensión, expectación y a la larga él se hace de una cuantiosa suma y ahora puede comprar un pequeño restaurante que tiene tres empleados, un custodia a la entrada, una camarera y un cocinero, todos sui generis, parcos, serios, adustos. No hablan demasiado, el restaurante tiene una sola variedad de comida y cuando un cliente encarga sardinas se le sirve una lata de sardinas semiabierta, una de las tantas muestras del humor del cineasta finlandés, seco, melancólico.
El decorado carece de todo encanto fuera del excentricismo que el cineasta otorga a las locaciones donde tiene lugar la narrativa fuera de una fotografía grande de Jimmy Hendrics no hay nada llamativo. En su afán de remodelar el restaurante pasa por diversas fases, una es hilarante cuando deciden convertirlo en japonés, luego en escena se ve la forma torpe de preparar el suchi justamente para unos clientes japoneses que requieren sus servicios.
El otro protagonista es un refugiado sirio, Khaled, que llega por casualidad a Helsinki como polizón en un barco que transporta carbón y ahí lo vemos saliendo todo negro de un montón de carbón en la bodega del barco. Luego de lavarse se presenta ante la autoridad para pedir asilo como refugiado proveniente de la ciudad de Aleppo donde ha perdido a toda su familia fuera de su hermana Miriam con la cual ha compartió un trecho de su fuga y ha perdido sus huellas y lo que ansía es recuperar algún contacto con ella sin tener idea donde pudiera encontrarse.
En el campo de refugiados conoce a Mazdak, un refugiado iraquí que ya está al tanto del entorno y le da algunos valiosos consejos, no se trata sólo de aprender el idioma, dice, se trata de ser alegre, feliz, sonriente, gente así será admitida a quedarse, a los tristes se los devuelve a casa, pero también le aconseja no hacerlo por demasiado tiempo porque la gente lo tomaría como loco.
Estas demostraciones tienen que ser usadas por quien busca asilo, demasiado poco será tomado por la oficialidad, la televisión muestra los terribles ataques en Aleppo pero como el hombre es rechazado se escapa del campo de internamiento y aparece en las puertas del restaurante de Wikstrom que se apiada de él y le ofrece trabajo de limpieza. Además a través de un contacto lo lleva a un falsificador de documentos. No falta la violencia en el film, Khaled es atacado por tres matones que buscan liberar a Finlandia de los inmigrantes. En algunos pasajes aparece como es habitual en Kaurismaki una banda de rock con tonadas locales. El cineasta pasa elegantemente de un estado melancólico a la comedia y el absurdo presentando el problema de los refugiados y la relación con el finlandés Wikstrom es el reflejo del microcosmos que Kaurismaki nos quiere mostrar que va más allá de lo limitado de la situación. Más que otra cosa el film que ganó el premio a la dirección en Berlín está pleno de humanismo y compasión al género humano sin condescendencias ni ridiculizaciones.