Raúl Hilberg, el notario del Holocausto

"Selección" de judíos húngaros en la rampa de Auschwitz II-Birkenau en la Polonia ocupada por los alemanes, alrededor de mayo de 1944. Los judíos fueron enviados a trabajar o a la cámara de gas. La fotografía forma parte de la colección conocida como Álbum de Auschwitz de Yad Vashem. Foto: Wikipedia - Dominio Público

Ricardo Angoso

Contra viento y marea Raul Hilberg (1926-2007) se propuso dar a conocer al mundo la magnitud y el significado, en toda su dimensión, de lo que había acontecido en Europa durante el terrible periodo nazi.

Sin su monumental la obra «La destrucción de los judíos europeos» seguramente hoy no tendríamos un conocimiento tan profundo y científico de lo que realmente significó el Holocausto o la Shoá en la historia de la humanidad.

El judeonorteamericano Raul Hilberg, que no por casualidad había nacido en la Viena prenazi, siempre supo que tenía que estar a la altura del destino que la vida le había brindado: ser un sobreviviente del Holocausto junto con sus padres que huían de Austria justo cuando el naufragio de Europa estaba en su cenit. Su suerte de haber sobrevivido al martirio de millones de judíos tenía que pagarse con el sacrificio a su misión inalterable e injustificable si no se conducía con éxito, algo que solamente podría hacer Hilberg: dar a conocer al mundo la verdad de lo ocurrido, tal como hizo.

Raúl Hilberg

Después, la vida, como no era de esperar, tampoco le resultaría tan fácil. Lucharía en las filas norteamericanas contra los nazis; colaboraría en la traducción de documentos relativos a las matanzas de judíos por los nazis, descubriendo el horror y la miseria humana; buscaría su espacio trabajando como profesor en varias instituciones norteamericanas, a veces bien pagado, otras miserablemente; y siempre con la mente puesta en su proyecto final: una gran libro sobre el Holocausto que fuera capaz de concretar cuáles fueron los hechos, cómo pudieron ocurrir, qué maquinaría apoyó la tarea y tantas cosas más que aparecen en su gran obra, la de toda su vida, como una escultura de Miguel Ángel moldeada a pulso y esculpida con precisión casi matemática.

Durante años, Hilberg trabajó en su largo libro, casi clandestinamente y sin ningún apoyo, a escondidas de todos y sin reconocimiento social, pero él, escondido en un rincón que le había destinado la historia, tenía claro cuál era su cometido y el sentido de su vida, más allá de las convenciones sociales y los fatuos homenajes póstumos después de tanto olvido. Trabajó años en La destrucción de los judíos europeos, recopilando datos, visitando archivos, traduciendo documentos, consultando libros, viajando incansablemente y, en fin, construyendo, como si se tratara de un gran puzle, la gran obra que es la prueba final que demuestra como seis millones de judíos fueron asesinados por los nazis y sus verdugos voluntarios en varios países ocupados durante el terrible periodo comprendido entre 1938, en que ocurrió la Noche de los Cristales Rotos o Kristallnacht, y la liberación de los campos de concentración por los aliados y los soviéticos, allá por mayo de 1945.

Cuando concluyó su trabajo, siempre en medio de la incertidumbre laboral, económica y familiar, pues al final su dedicación a este empeño hizo su mella en los distintos ámbitos de la vida, Hilberg tampoco lo tuvo fácil para publicar su trabajo. Varios editoriales, incluso amigos, le denegaron publicarlo, bien porque era muy largo, ininteresante y poco comercial. ¡Claro!, ¿a quién le podía interesar la vida y muerte de seis millones de desgraciados judíos? A nadie, pensarían los fríos burócratas al frente de sus editoriales, pero Hilberg no iba a desistir tan fácilmente. Tardó catorce largos años en publicar su obra, que luego tuvo varias revisiones actualizadas por él mismo, y al español llegó tardíamente a precios tan irracionales que era imposible hacerse con ella para lectores del común, como es mi caso. En España, por ponerles un ejemplo, el libro costaba más de 100 euros y eso es una barbaridad, simple y llanamente. No apta para el público general.

A nadie en ese mundo de la postguerra parecía importarle el Holocausto, un asunto trivial, casi colateral a la Segunda Guerra Mundial que había desangrado a Europa, pero Hilberg insistió e insistió sin tregua y consiguió llamar la atención de la comunidad científica y académica de todo el mundo acerca del tema, pese a las envidiosas y pérfidas críticas de la filósofa Hannah Arendt, que a pesar de haberle plagiado y seguir manteniendo después de la guerra relaciones con el también filósofo (nazi) Martin Heidegger atacó sin piedad al historiador y su libro. Qué vergüenza de Arendt.

No olvidemos que ya mucho que antes que Hilberg, en los angustiosos y grises años 50 y 60 polacos del pasado siglo, el famoso pianista de la película del mismo nombre de Román Polansky, Wladyslaw Szpilman, se las había visto y deseado para publicar sus memorias, que finalmente serían editadas en 1946 y reeditadas después en 1989, para finalmente ser llevadas al cine por el famoso director polaco cuando descubrió el libro. Para las autoridades comunistas de entonces, esos asuntos relativos al Holocausto eran cosa de viejos nostálgicos y de judíos rencorosos, o de ambas cosas a la vez.

REIVINDICANDO A HILBERG Y A SU OBRA

Con respecto al libro de Hilberg, y esta es una apreciación personal, considero que el mismo no es tal. Quiero decir: no es libro como se puede leer un ensayo, una novela o un libro de poesías, sino que el mismo tiene una estructura y una extensión que desbordan una obra normal y debe ser tratado como una suerte de enciclopedia donde uno consulta lo que busca en su índice onomástico. Está bien estructurado, elaborado en todos sus matices y temáticas capítulo por capítulo, excepcionalmente documentado y todo apuntalado con un alud de referencias y citas bien ordenadas y exquisitamente reflejadas en sus fuentes. Es una obra de arte, tal como Hilberg explica en su libro autobiográfico Memorias de un historiador del Holocausto.

Hilberg, en definitiva, es el gran notario del Holocausto, y no lo he entrecomillado a propósito, pues sin género de dudas sin su legado, su testimonio y su obra muchos de los hechos, matanzas, arbitrariedades, atropellos, injusticias, viles asesinatos, expropiaciones ilegales de bienes, fusilamientos en masa, por citar algunos de los miles de viles episodios acontecidos durante la “solución final”, hoy sabríamos muy poco o poco acerca de lo que realmente fue el Holocausto. El gran historiador, nuestro notario de ese tiempo casi perdido, detalló con acierto y precisión el mayor genocidio de la historia de la humanidad.

Aparte de todo lo dicho anteriormente, la obra supuso que después de lo escrito por Hilberg, incluso antes de su muerte, decenas de investigadores e historiadores sondearán e investigarán acerca del asunto, cuya cita de la nómina de los mismos desbordaría los límites de esta humilde nota y que dejamos para otra ocasión. Pero ahora, cuando ha pasado tanto tiempo desde la primera edición de su obra, Hilberg sigue siendo un referente indiscutible y fundamental para conocer la verdadera historia del Holocausto con sus nombres y apellidos, con los de las víctimas anónimas y sus conocidos victimarios. Gracias, Hilberg, por habernos revelado tu conocimiento y habernos dejado tus palabras para siempre.

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2 thoughts on “Raúl Hilberg, el notario del Holocausto”
  1. No es una obra al uso, como Ud. bien dice, es algo así como una enciclopedia, un manual para especialistas. Yo lo leí y me llevó mucho tiempo, quería recordar todo lo que pudiera como quien estudia una materia para examen. Por eso es que no tiene ni tuvo éxito editorial. Es una obra para interesados en el tema, de consulta en una biblioteca. Cuenta el Claude Lanzman que fue a consultarlo y se quedó apabullado de los conocimientos de Hillberg, reconocía en un documento el significado de un tilde, un guión, una marca, señales que dejaban los burócratas para darle curso a cada trámite.

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