«Solo queríamos seguir vivos y nuestros vecinos querían vernos muertos. Este no es un tema en el que haya mucho margen de compromiso» y «La paz en el Medio Oriente llegará cuando los árabes amen a sus hijos más que el odio hacia los judíos».
Con estas dos contundentes frases, la difunta política Golda Meir resumió la relación de Israel con las naciones vecinas árabes desde el momento que la ONU votó el Plan de Partición de Palestina para crear un nuevo Estado judío en 1947, el cual desencadenó una ola de enfrentamientos sangrientos.
Sin quedarse en el molde, la ex activista femenina recorrió el mundo en busca de dinero para armar y equipar lo que en un futuro serían las Fuerzas de Defensa de Israel. Tras el nacimiento del Estado, fue embajadora de Israel en la Unión Soviética, formó parte de la Knéset y llegó al cargo de primer ministro. Hasta el día de hoy es la única mujer en haber alcanzado esa posición.
Por su parte, Raquel Cohen Kagan se adentró en la política en 1932 con el cargo de presidenta del Comité de Ayuda Social en el Comité Comunitario de Haifa (estuvo hasta 1946). Electa en 1938 como presidente de la Organización Internacional Sionista de Mujeres, la ucraniana también fue directora del Departamento Social del Consejo Nacional Judío.
Cuando fue parte del nacimiento del nuevo Estado con su firma, era miembro de Moetzet Haam, el Consejo de Estado Providencial. Y un par de año más tarde, en la década del 50, se unió al Partido Liberal y retornó a la Knéset tras las elecciones de 1961.
Por último, y más allá de ser una fiel seguidora del mencionado movimiento político, fue uno de los 7 diputados en separarse del mismo para fundar los Liberales Independientes contra la fusión de Herut.