¿Por qué está prohibido el jametz en Pésaj?

27 marzo, 2021 , ,
Atardecer en el Monte Sinaí. - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0

La prohibición del jametz no se limita simplemente a la fiesta de Pésaj ya que tampoco se podía ofrecer levadura en el altar del templo de Jerusalén.

Rambam-Maimónides, en su Guía de los Perplejos (3:46), sugiere que “la Torá prohíbe la ofrenda de jametz en el altar del templo porque es similar a las prácticas idólatras paganas que ofrendaban pan leudado, con toda clase de alimentos dulces y untaban sus sacrificios animales con miel”. La correspondencia del jametz con la idolatría se vuelve aún más fascinante cuando la aplicamos a la prohibición del jametz en Pésaj. Aprendimos que la matzá simboliza la prisa del éxodo (Shemot 12:39), pero ¿por qué debería prohibirse toda la levadura? El Zohar (2:182) equipara jametz e idolatría: “Quien come jametz en Pésaj es como si le rezara a un ídolo”. Muchos comentaristas han sugerido que la ceremonia del Cordero Pascual en Egipto fue un rechazo público al culto egipcio a las ovejas. Rashí (comentando Shemot 12:20) ve el mandato de tomar el cordero como un rechazo público de la adoración pagana.

Grandes rabinos compararon entre la levadura y el “yetzer hará”, la inclinación al mal, la fuerza impulsora del pecado, y el Talmud en Berajot 17a nos cuenta que, “el rabino Alexandri terminaba sus oraciones suplicando: Maestro del Universo, Tú sabes muy bien que es nuestro deseo actuar de acuerdo a Tu voluntad; pero ¿qué nos impide hacerlo? – la levadura en la masa”.  En la Torá, se utilizan dos términos para designar la levadura: “seor” y “jametz”. ¿Cuál es la diferencia entre ellos? Seor es un trozo de masa a la que se le ha dejado alcanzar un alto grado de fermentación y es incomible, pero cuando se amasa un trozo de esa masa con una mezcla de harina y agua, acelera el proceso de fermentación y crea “jametz”. El rabino Alexandri ve al “seor” como una metáfora de los poderosos impulsos y las pasiones inflamatorias que acechan dentro de nosotros. Nuestra mente tiene la capacidad de distorsionar la realidad de nuestra visión, inflamar nuestros deseos y llevarnos en direcciones que nunca tomaríamos si siguiéramos la razón. El impulso al mal fermenta y corrompe. La “levadura en la masa” nos hace perder el autocontrol, nos vuelve irracionales y nos lleva a la deshonestidad.

El rabino Naftali Tzvi Berlin sugiere que la importancia del jametz radica en el ejercicio del control humano más que en su pérdida. La matzá no aprovecha el ingenio tecnológico humano y la creatividad que permite al hombre levar la masa más que la simple harina y el agua que son parte de la Creación. Jametz es el epítome de la intervención humana en la naturaleza. Por lo tanto, quitar la levadura simboliza la supervivencia y la existencia continua del pueblo judío, que sobrevive a “través del espíritu divino”. Alcanzar que el pan creciera fue un avance especializado en la tecnología alimentaria, una típica manipulación humana de los elementos. Esta creatividad e ingenio se describe como lo “divino” en el hombre, su “imagen de Dios” y nos recuerda que también el ser humano puede y debe crear.

Sin embargo, en el lugar donde la presencia de Dios se manifiesta más intensamente, en el Templo, no hay lugar para ese espíritu creativo. El altar no es un lugar para la tecnología alimentaria, allí consagramos que la materia prima tiene fuente divina. Jametz, el producto de elaboración humana, no tiene lugar allí. Sería un contrasentido presuntuoso.

De manera similar, en la fiesta del nacimiento de nuestra nación, liberada saliendo de un régimen opresivo, explotador y tiránico, sin levantar un dedo, conmemoramos el poder de Dios. En el Mar Rojo, la gente estaba acurrucada, asustada, y aterrorizada ante el imponente ejército egipcio y Moshé les instruyó “no temáis; estad firmes, y ved la salvación que Dios hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. El Señor peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Shemot 14: 13-14).

Por lo tanto, conmemoramos este evento absteniéndonos de manipular nuestro alimento más básico: el pan. Proclamamos que la esencia misma de nuestro ser proviene directa y completamente de Dios.

El rav Yoel Bin Nun, nos dice que en Shavuot-Pentecostés que cristaliza la identidad del pueblo judío, traemos dos hogazas de pan al templo (Shemot 23:17). Pero en la ofrenda de acción de gracias (una variación de la ofrenda de paz – shelamim), se llevan al Templo tres tipos de panes. Para el rav Bin Nun la levadura representa la realización de un proceso que ha seguido su curso debido. El mejor producto de la harina y agua es un pan o un pastel hechos con levadura. Evitar la fermentación, por otro lado, representa figurativamente solo el punto de un proceso incumplido, que apenas está en su primera etapa. Por ello no podemos vernos representados por el símbolo de la levadura, porque todavía debemos recorrer el tortuoso camino del perfeccionamiento humano y religioso.

Shavuot es el momento de traer los primeros frutos de la nueva cosecha en la Tierra de Israel al Templo y está vinculado a Pésaj por el Omer. Contamos siete ciclos de siete días desde Pésaj y luego celebramos Shavuot.

Pésaj es el comienzo de un proceso; Shavuot es su final. En Pésaj, comemos solo pan sin levadura después de eliminar lo leudado. En Shavuot, traemos panes de levadura porque estamos llegando al fin del proceso.

En Pésaj logramos nuestra libertad pero, al comer únicamente matzá siete días, tomamos conciencia que apenas estamos dando los tímidos primeros pasos como nación. Para llegar al objetivo faltan siete semanas, recién entonces podremos celebrar nuestro desafío espiritual al recibir la Torá que encarna nuestro desafío, nuestra meta y nuestro destino. En segundo lugar, porque Shavuot es la fiesta de la Tierra de Israel en la que traemos los primeros frutos y enfatizamos la idea de que nuestro objetivo es crear “un reino de sacerdotes y una nación santa”, un pueblo que en su tierra viva siguiendo los principios morales establecidos en los Diez Mandamientos y en la Torá. En el final de esa etapa podremos ingerir el pan completo -de la obra realizada y lograda- con levadura.

Asimismo, en el sacrificio de acción de gracias de Shavuot, cuando reconocemos la liberación de la situación que puso en peligro la vida, por sanarnos de una enfermedad o algo peor, traemos tres panes juntamente con el sacrificio de alabanza, panes ázimos amasados con aceite, hojaldres ázimas untadas de aceite y tortas de flor de harina amasadas con aceite» (Vaikrá, 7:12). La ofrenda describe el viaje desde las profundidades del temor y la desmoralización hasta las alturas de la salud y la vida. El simbolismo de esta ofrenda habla del agradecimiento al papel que Dios juega al ayudarnos a salir de una situación desesperada y agobiada, dolorida, y pesimista, otorgando esperanza y salvación. Ese es el papel de la levadura y el pan ázimo en la ofrenda de acción de gracias. Esos son los dos polos del puente que une ambas fiestas.

Les deseo queridos amigos de Aurora y a todo el pueblo un Pésaj feliz sin levadura y a su tiempo un Shavuot con levadura, donde podamos festejar no solo nuestra superación personal sino la definitiva liberación de la pandemia que tanta desocupación, secuelas de la enfermedad, muerte y pesimismo viene causando hace ya más que un año a todos los seres humanos.

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