Parashat Behaalotjá

27 mayo, 2021 ,
Los padres de Moisés. Óleo. Isaak Asknaziy. 1891. Museo Estatal Ruso. - Foto: Wikipedia - Dominio Público

Una de las características de los Hijos de Israel es su proclividad para quejarse. Gemimos cuando comenzó el Covid-19, clamamos porque nos pareció que las vacunas llegaban tarde, refunfuñamos con la tragedia de Meron de hace apenas semanas, echamos pestes con la tragedia de Guivat Zeev en la víspera de Shavuot, gruñimos con la defensa frente a los ataques del Hamás, rumiamos por la reacción del ejército.

La parashá de este Shabat inicia, como si se tratara de hoy, tres sidrot que describen con desenfado la serie de sollozos, felonías y motines en aumento de los Hijos de Israel contra Moshé y .A.

Cuando estudiamos el texto, descubrimos cuán humanos son los relatos, cuanto drama y patetismo nos participan. Nuestros antepasados se comportaron como familia, en la cual hay   impulsivos, que pelean y se quejan. Que como niños regañados prometen cambiar los patrones de conducta pero no lo logran. En el largo viaje no dejan de llorar y bramar. No consiguen entablar una relación adulta con el mundo y entre ellos. Deben aprender a controlar sus impulsos, a retrasar la gratificación, a aprender a tener empatía y confianza, pero no tienen energía.

«Moshé oyó llorar al pueblo, cada uno en su familia, a la puerta de su tienda. … A Moshé le pareció mal… y le dijo a .A.: » ¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, para que hayas echado sobre mí la carga de todo este pueblo? ¿Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas: «Llévalo en tu regazo, como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con juramento a sus padres? …No puedo cargar yo solo con todo este pueblo: es demasiado pesado para mí. Si vas a tratarme así, mátame, por favor, si he hallado gracia a tus ojos, para que no vea más mi desventura.»

Ante esto se produce sobre la marcha un cambio en el liderato del pueblo, y Moshé es «complementado» con 70 ancianos.
Si miramos bien veremos que la consecuencia inevitable es que por lo menos «dos personas del pueblo», Eldad y Medad, comiencen a profetizar hasta que «un muchacho corrió a anunciar a Moshé: «Eldad y Medad están profetizando en el campamento. Yehoshúa ben Nun, dijo: «Mi señor Moshé, prohíbeselo». Y Moshé en una respuesta muy fuerte le contesta: «¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Quién me diera que todo el pueblo de .A. profetizara porque .A. les daba su espíritu!». El viejo líder no se preocupa por la actuación de quienes intentan ocupar una posición de mando.

El punto común de nuestras quejas pareciera ser que pese a que sentimos que hay un camino mejor, un camino de confianza, una Tierra Prometida a la que aspiramos merecer y habitar, nuestro compromiso se ve constantemente obstaculizado por nuestra resistencia, nuestra mezquindad, nuestra impotencia aprendida. El camino a seguir es duro, sin certezas ni garantías que podrá cruzarse. Nos quejamos, nos encogemos de miedo, queremos salir corriendo. No asumimos responsabilidades ni nos ofrecemos a actuar. Sin darnos cuenta que para perseguir nuestro destino, tenemos que afrontar todas estas fallas. Debemos mantenernos erguidos, enfrentar lo desconocido, confiar en que el maná estará allí para sostenernos y que la Nube nos está guiando en una dirección meritoria, plausible, estimable, y merecida, para elegir la vida. Cada momento, este mismo momento, es una oportunidad para levantar la vista de las preocupaciones y ver adónde los lleva la Nube de la Presencia a continuación en este gran e impredecible viaje en el que nos encontramos también en nuestro tiempo escribiendo con nuestras actitudes otro capítulo en la Historia de nuestro pueblo.

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