Tras el 3-0 de Beitar Jerusalén sobre Maccabi Netanya, el club logró ayer su octava copa estatal de su historia. Tras la victoria, los hinchas invadieron a mansalva el campo de juego Sammy Ofer de Haifa. El caos estalló cuando miles de fanáticos interrumpieron la ceremonia de premios, robando medallas, provocando incendios y obligando al presidente Isaac Herzog a evacuar por un fuerte personal de seguridad.
A raíz de este escándalo, el jefe de la Asociación de Fútbol israelí Moshe Zuarets afirmó que las reglas exigían que se anulara un campeonato en caso de que los fanáticos entraran corriendo al campo. Esto provocó que el propietario del club vencedor Barak Abramov manifestara que los que generaron el problema fueron personas ajenas a la institución.
“No estoy justificando lo que pasó, es una parodia, pero Netanya no quiere el trofeo, porque es nuestro. No hay nada de qué hablar”, dijo Abramov, quien también culpó a la IFA por el alboroto.
Los jugadores fueron directo al vestuario mientras se intentaba restaurar el orden y, tras 45 minutos, los llamaron para recibir la copa. Pero, con la reiterada invasión, se canceló la ceremonia y se amenazó con quitarle el torneo a Jerusalén, el primero en 14 años.
“Desafortunadamente, este es un final apropiado para una temporada llena de violencia”, añadió Zuarets después del partido. “Ver al presidente intentar entregar el trofeo y no poder, es un momento triste, uno de los más tristes en la historia del fútbol israelí”.
El propietario del equipo Abramov adoptó una línea mucho más estridente que su patrón, culpando a la IFA por el tumulto y diciendo que la decisión de retrasar la ceremonia de entrega de premios había empeorado las cosas. “Llevaré esto al Tribunal Superior si es necesario”, concluyó. “No sabes lo duro que trabajamos para este premio. Nadie nos quitará esto. Si este premio se lo quitan a Beitar Jerusalem, el fútbol israelí y yo estamos acabados”.