Mientras Ucrania reclama volver a las fronteras de 1991 y que Moscú cumpla con sus obligaciones y acuerdos internacionales firmados antes de la guerra.
El 24 de febrero de 2022 Rusia atacó a Ucrania, tal como habían vaticinado los servicios secretos británicos y norteamericanos, y la guerra, en realidad, era percibida por la mayor parte los observadores y analistas como una continuación del conflicto comenzado en el año 2014, cuando Rusia se anexionó de una forma ilegal y contraviniendo el derecho internacional Crimea y atizaba el fuego en el Dombás. Crimea era anexionada tras haberse celebrado en esta región ucrania una consulta previa por la que accedía a la independencia para, a renglón seguido, unirse a la Federación Rusa, en un proceso vertiginoso que apenas duró unas semanas de marzo del año 2014.
La guerra del Dombás, que es un territorio compuesto por las provincias u óblats (demarcación administrativa equivalente a una región) de Donetsk y Luhansk, comenzó nada más producirse la anexión de Crimea, entre abril y mayo de 2014, cuando unas milicias prorrusas, armadas, financiadas y jaleadas por Moscú, crearon unas “repúblicas populares” supuestamente independientes de Kiev. La respuesta de Ucrania, como era de prever, fue un ataque contra las mismas para evitar la autodeterminación y reintegrarlas de nuevo bajo jurisdicción ucrania.
Sin embargo, una buena parte de los territorios de estas dos provincias quedaron en poder de las autoridades regionales y las milicias prorrusas, mientras que Moscú entregaba miles de pasaportes a los habitantes de esos territorios, alentó el uso del rublo y los símbolos oficiales rusos en el Dombás y mantuvo su apoyo militar a los levantados en armas. Rusia nunca ocultó sus anhelos de anexionarse estos territorios que siempre ha considerado suyos y donde la población habla mayoritariamente el ruso.
LOS FALLIDOS ACUERDOS DE MINSK
En estos años, entre el 2014 y el 2022, los combates entre las milicias prorrusas y las Fuerzas Armadas ucranias han costado la vida de unas 15.000 personas y han causado importantes daños materiales y económicos en esta región. Pese a todo, el 5 de septiembre del año 2014, se firma el Protocolo de Minsk, un acuerdo para poner fin a la guerra en esta zona de Ucrania, rubricado por representantes de Ucrania, la Federación Rusa, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Sin embargo, el acuerdo no fue respetado por las distintas partes y no logró su objetivo de cesar todos los combates en el este de Ucrania.
Ante el fracaso de Minsk I y el recrudecimiento de los combates en todo el Dombás, el 12 de febrero de 2015, los gobernantes de Alemania, Francia, Rusia, Ucrania y Bielorrusia acuerdan el protocolo de Minsk II. La conferencia, que se llevó a cabo en Minsk, supervisada por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), fue organizada como respuesta al fracaso del primer cese el fuego. Algunas de las medidas acordadas incluían un alto el fuego incondicional para ser observado por la OSCE a partir del 15 de febrero, la retirada de las armas pesadas del frente de combate, la liberación de los prisioneros de guerra, y la reforma constitucional en Ucrania. Como en el caso anterior, los acuerdos de Minsk II tampoco fueron respetado por las partes y en la primera semana de junio de 2015 se intensificaron los combates en toda la región en un clima de abierta desconfianza, poca voluntad por resolver el conflicto por la vía diplomática y una gran virulencia en los ataques artilleros por ambas partes.
LAS PRETENSIONES RUSAS EN LA GUERRA
La guerra del Dombás entró en una nueva fase el 24 de febrero de 2022, pues Moscú ya no defendía el cumplimiento de los protocolos de Minsk y atacaba directamente a Ucrania en una “operación especial” claramente destinada a anexionarse una buena parte del territorio ucranio. El 5 de octubre del pasado año, el presidente ruso, Vladimir Putin, firmó las leyes para la asimilación e integración de las regiones ucranias de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón a la Federación Rusa. Aunque la comunidad internacional, Occidente y Ucrania no aceptaron esta declaración oficial de Putin, Rusia ha convocado elecciones en estos territorios para los días 23 y 27 de septiembre de este año, en una nueva vuelta de tuerca en el sentido de desmembrar a Ucrania y anexionarse estos territorios.
Si bien en las provincias de Donetsk y Lugansk, más del 70% de la población se consideran a sí mismos rusos y utilizan solamente la lengua rusa, los casos de Zaporizhia y Jersón son bien distintos y la presencia rusófona es mucho menor y Rusia no tiene ninguna legitimidad ni histórica ni cultural para reclamarlas como tales. Asimismo, el Kremlin, al pretender alterar las fronteras existentes y fijadas entre Rusia y Ucrania, incumple los acuerdos de Helsinki el 1 de agosto de 1975, en el marco de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa, que consagraban la inviolabilidad de las fronteras europeas y rechazaban el uso de la fuerza y toda injerencia en los asuntos internos de otros países.
Tampoco Moscú ha respetado los acuerdos firmados el 8 de diciembre de 1991 por los presidentes de Rusia y Ucrania, Borís Yeltsin y Leonid Kravchuk, respectivamente, y el representante del Sóviet Supremo de Bielorrusia, Stanislav Shushkévich, por el que aceptaban que la URSS dejaba de existir y se anunciaba la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). El documento confirmó el apego a los principios de la Carta de la ONU, el respeto a las fronteras existentes, el Acta Final de Helsinki y otros compromisos internacionales, todos ellos incumplidos tras el ataque ruso a Ucrania.
En lo que respecta a Putin, su discurso ha sido muy contradictorio con respecto a la cuestión del Dombás porque al tiempo que mantenía que rusos y ucranios eran el mismo y único pueblo salía en defensa de estas poblaciones de unas “repúblicas” rebeldes que solamente existen en su imaginación y que no constituyen una realidad identitaria separada per se de los ucranios. Justificar la intervención contra Ucrania porque supuestamente estaba ocurriendo un “genocidio” en el Dombás no es más que una rebuscada manera de edulcorar que lo realmente se buscaba era acabar con el ejecutivo de Kiev y ocupar el país. Tampoco la expansión de la OTAN hacia el Este sirve como coartada por parte de Moscú porque Ucrania en sus tres décadas como nación independiente nunca presentó su solicitud de adhesión a esta organización, algo que se ha producido después como reacción a la guerra.
LA CUESTION DE CRIMEA
El asunto de Crimea merece un tratamiento muy distinto al del Dombás. Esta región o antigua nación tártara fue entregada, casi gratuitamente y sin contrapartidas para la mayoría rusa que la habitaba, por el primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Nikita Kruschev, a Ucrania, en 1954, contraviniendo el ordenamiento interno de la propia URSS. Pese a ello, la población rusa continuó siendo la etnia mayoritaria de la óblats de Crimea: 858.000 rusos frente a 268.000 ucranianos, según el censo de 1959.
Cuando ocurre la disolución de la URSS, en 1991, la mayor parte de los habitantes de esta región no aceptaba quedar integrados como miembros de la flamante nueva República de Ucrania y comenzaba el tira y afloja que dura hasta hoy. En el año 1992, el Soviet Supremo de Rusia aprobó una resolución que anulaba la transferencia de 1954 de Crimea a Ucrania.
El 5 de mayo de ese mismo crucial año, el Consejo Supremo de Crimea -una suerte de legislativo- proclamó la independencia y transformó la región en una república, tras la celebración de un referéndum el 2 de agosto, y aprobó la primera Constitución de Crimea. A pesar de estas presiones políticas, el gobierno ucraniano insistió en retener la región dentro de la estructura administrativa de Ucrania. El 13 de mayo de 1992, el nuevo Parlamento de Ucrania anuló la declaración de independencia de Crimea. En junio de 1992, se llegó al acuerdo de dotar de autonomía a la región, que se constituyó en “República Autónoma”, estatuto jurídico desde el que optó a la independencia, con la ayuda de Rusia, en el 2014. Después llegaría la consabida anexión de Crimea por Rusia, aunque la comunidad internacional ni Ucrania la aceptaron nunca. La mano rusa siempre ha estado detrás de esos “genuinos” anhelos de autonomía por parte de Crimea.
LA POSICION DE UCRANIA
No cabe duda que, pese a que en algunas de las cuestiones en litigio le puede albergar alguna razón, Rusia ha quedado muy deslegitimada por la brutal forma de atacar a Ucrania, bombardeando incluso objetivos civiles sin ningún interés militar, y por una retórica contradictoria, pueril en algunos de sus argumentos y claramente manipuladora de las cuestiones históricas.
Desde la intervención militar, Ucrania ha dado muestra de un gran coraje, un heroísmo sin mácula de duda y de una capacidad de resistencia encomiable y, me atrevería a decir, inimaginable. Lo que se presentaba como un paseo militar se ha convertido en una guerra de desgaste, al estilo de la batalla de Verdún en la Primera Guerra Mundial, y cuyo incierto resultado puede deparar adversos resultados, tal como nos revela la historia reciente, como le ocurrió a las tropas soviéticas en Afganistán.
Ucrania, por su parte, solamente defiende su soberanía nacional y el respeto a su integridad territorial, salvaguardando las fronteras que este país tenía en 1991 y sin imposiciones rusas. Es cierto que los acuerdos de Minsk nunca se implementaron ni se desarrollaron adecuadamente, en el sentido de que no se adoptó nunca la autonomía de esos territorios del Dombás con respecto al poder central de Kiev, pero también es cierto que las milicias prorrusas armadas por Moscú nunca se desarmaron ni cesaron en sus hostilidades contras las fuerzas ucranias. La guerra del 2022 es solamente la continuación de la del 2014 pero algo les está saliendo mal a los rusos; el estancamiento en los frentes es evidente y Putin, tras el intento de golpe de Estado de los hombres de Wagner, aparece con un liderazgo mucho más debilitado.
“Los planes de Putin se truncaron y lo que pretendía ser una ocupación y conquista relámpago encalló en el territorio ucranio. El coraje inesperado que demostraron su presidente, Volodímir Zelenski, y su ejército, con el apoyo incondicional y medido de Occidente, unido a las calvas de su propia estrategia militar, sumieron el conflicto en una guerra de largo aliento que amenaza con convertirse en un nuevo foco de conflicto armado duradero como los que hacen temblar Oriente Próximo. Pero, un año y medio después de intentar reescribir la historia patriótica rusa, ahora se enfrenta al mayor desafío que le ha procurado su aventura. Y es que, por primera vez, el enemigo está dentro”, aseguraba con mucho tino la analista española Berna González Harbour en las páginas del diario El País al referirse al reciente intento de golpe de Estado en Rusia.
Por Ricardo Angoso
Lo que hace Rusia en Ucrania, se asemeja mucho a lo que hace Israel en Palestina.
Lo que hace Rusia en Ucrania se asemeja mucho a lo que hizo el genocida Adolfo Hitler cuando calcino a 5 millones de judios sin justificacion alguna. Y Adolfo H Putin no estaba amenazada por Ucrania.
No es cierto. Israel no es agresor, ni hostil. Solo se defiende y está en su legítima defensa. QUE EL ARCÁNGEL MIGUEL Vaya adelante de los escuadrones de Israel
Y lo que vos estás escribiendo se «asemeja» mucho a Joseph Goebbels: «Miente, miente, que algo queda».
Rusia es el claro agresor en este conflicto pero el gran perdedor por lejos es el pueblo Ucraniano y la economía mundial con las tremendas inflaciones, es hora de poner paños fríos a este conflicto, de mantenerse por mucho tiempo solo puede traer más sufrimiento a los Ucranianos, daño a la economía mundial e incluso podría escalar a un conflicto nuclear…la diplomacia debe actuar lo antes posible e intentar parar está guerra cruel, sangrienta y muy peligrosa para la humanidad