Inmersos en el aquí y ahora

Benito Roitman       

Estos son seguramente sólo algunos de los estados de ánimo por los que uno ha venido pasando desde el infame e incalificable ataque terrorista de Hamás este 7 de octubre. En alguna medida, la reacción posterior, que se manifestó sobre todo en la respuesta masiva en la movilización de las reservas (muchas de las cuales habían sido poco antes tildadas de “traidores” por prominentes miembros del actual Gobierno), viene contribuyendo a matizar esos estados de ánimo -ya estamos a poco más de dos semanas de los horrores del 07/10- y permite reflexionar con algo más de calma sobre lo que está y cómo está sucediendo, y sobre eventuales salidas de este infierno.

Entendámonos: se trata de reflexiones personales, que no pretenden contener la verdad absoluta ni ofrecer soluciones de uno u otro tipo. Son más bien pensamientos comprometidos con el futuro de Israel y acotados por una única condición: que no se cuestione la existencia del Estado de Israel.  A partir de esa condición, la discusión está y seguirá estando abierta, pero probablemente deba ser pospuesta hasta un futuro más calmo.  Hoy es prioritaria la suerte de los rehenes en manos de Hamás y otras organizaciones terroristas en Gaza; esto forma parte de nuestras mayores preocupaciones (porque es compartida por muchos, muchos de nosotros), y seguramente influye en la forma y el carácter de las decisiones a tomar en cuanto al eventual ingreso terrestre a Gaza para combatir y aniquilar a Hamás.

Debo confesar que en lo personal estoy desgarrado entre la idea de que es necesario destruir una fuerza maléfica como el Hamás y el terrible temor sobre el costo en vidas -de un lado y de otro- que el logro de este propósito conllevaría (no olvidemos que del lado israelí no hay nadie, insisto, no hay nadie que no tenga hoy en día un hijo, un padre, un nieto, un esposo, un hermano movilizado en el ejército). Y mientras tanto, mientras Israel continúa afirmando su intención de entrar a Gaza por vía terrestre, las imágenes de los bombardeos israelíes, la enunciación del creciente número de muertos y heridos en Gaza (cierto que con información no confirmada procedente de Hamás, como fuera el caso del Hospital Al Ahli en la ciudad de Gaza) , la insistente mención de las crecientes carencias de su población civil, gran parte de la cual se ha ido concentrando en el sur de la Franja, todo ello estaría incidiendo sobre la opinión pública internacional, cada vez más dividida con respecto a Israel.    

Ciertamente, la sociedad israelí, que hasta el 07/10 venia manifestando durante casi diez meses su creciente oposición a las políticas antidemocráticas del gobierno de coalición de Netanyahu, y luego del estupor y desaliento que siguieron al ataque terrorista de Hamás, respondió con prontitud y unidad a las movilizaciones decretadas por el ejército, como ya mencionara. Pero ello no ha significado un cambio de actitud con relación a este Gobierno; por el contrario, creo que prima cada vez más la idea de que, una vez que pueda superarse la terrible situación presente, sería imprescindible cambiar de Gobierno, con nuevos liderazgos que den la espalda a las visiones mesiánicas que han sustentado el estatus quo.

Y sin embargo, no es posible asegurar que esto sea ya compartido por toda la población o al menos por una contundente mayoría. El futuro lo dirá. Lo que sí creo intuir es que en medio de esta brutal confusión parecería vislumbrarse una pequeña luz de esperanza. La idea de los dos Estados, que tantos sesudos analistas declararan muerta en los últimos tiempos, se viene abriendo paso nuevamente en el escenario internacional, y querría esperar -porque a algo hay que aferrarse en estos momentos- que en la sociedad israelí (y en la palestina) vaya también internalizándose esa idea.

Pero aquí y ahora, continúa la guerra. La posibilidad de que se abra un segundo frente en el norte, con Hezbollah manteniendo bombardeos e incursiones intermitentes, está presente, mientras poco se sabe de los rehenes y de las eventuales negociaciones que se estarían llevando a cabo, así como de los llamados a una tregua humanitaria. Y mientras tanto nuestro primer ministro continúa sin asumir responsabilidad alguna por la situación en que nos encontramos. ¿Hasta cuando seguiremos así?