Hoy como ayer

Terminal Aeropuerto Ben Gurión, Septiembre 2012 - Foto: Wikipedia - CC BY 2.0

Se vienen cumpliendo 49 años del atentado en el aeropuerto de Lod, Israel, en 1972.  Tres japoneses llegaron a las 10 de la noche en un vuelo de Air France procedente de Roma, portando estuches de violín que no llamaron la atención de los servicios de seguridad del aeropuerto. Cuando ingresaron en la sala de espera desenfundaron rifles de asalto y comenzaron a disparar contra el personal y los visitantes. Saldo de 20 muertos, 80 heridos.  De los asesinados, 11 eran puertorriqueños que venían en viaje de peregrinación cristiana, un canadiense, 8 israelíes que incluían al científico Aharon Katzir, hermano de Efraim Katzir, quien sería más tarde presidente del Estado de Israel.

Kozo Okamoto, inicialmente herido fue el único sobreviviente, y fue juzgado por un tribunal israelí que lo condenó a cadena perpetua en junio de 1972. Durante el juicio no se permitió, como lo sugería la defensa, una evaluación psiquiátrica y, se salvó de la pena de muerte confesándose culpable. Pagó pena durante 13 años; en 1985 fue liberado en un canje de prisioneros por soldados israelíes capturados. Se instaló en el Líbano, en el valle del Bekka.

El tema de combatir a Israel por medios novedosos es de vieja data. En ciertas épocas, se hacían una especie de colaboraciones entre grupos con procedimientos similares y grados de crueldad bien elevados.  Como este caso del Ejército Rojo.  Con el correr de los años, muchas innovaciones de gran calibre han sido utilizadas: incursiones de fedayines, secuestros de aviones, hombres y mujeres con cinturones bombas que matan muriendo en autobuses y centros comerciales, temporadas de acuchillamientos, atropellamientos en vías públicas. En los últimos años, el lanzamiento indiscriminado de cohetes a zonas pobladas. El éxito de estas iniciativas se mide por varios indicadores que conviene mencionar.

El primero es el grado de incomodidad, miedo y zozobra que se causa en la población civil de Israel.  Que no distingue entre árabes y judíos, por cierto. El segundo indicador es el tamaño y furia de la represalia israelí en defensa de su población y en aras de evitar nuevas agresiones. Mientras más violenta sea la reacción israelí, se considera más exitosa la operación. El tercero, es la magnitud de la solidaridad internacional que se logra al presentarse como una población oprimida, y luego de la represalia israelí, agredida, con víctimas de todo tipo y destrozo de infraestructura.

En todo lo anterior, la estrategia ha sido exitosa. El papel de víctima se ha consolidado, la presentación de Israel como culpable ha sido eficiente. Se logra inspirar lástima por los más débiles, odio por el más fuerte. Cuando existe un componente de claro antisemitismo entre los receptores de los mensajes, la combinación resulta explosiva.  Solo basta citar la gran cantidad de agresiones contra judíos en varias partes del mundo, incluyendo los Estados Unidos estos últimos días.

En lo concreto, salvo el muy importante flujo de fondos de ayuda que no tienen controles ni auditorías, la estrategia es un fracaso. Israel se ha convertido en una potencia en cualquiera de los ámbitos en los cuales se mida.  Los palestinos, en su versión ultra-radical de Gaza, o en la radical de la Margen Occidental, aún a pesar de la autonomía y autogestión que tienen, no han conseguido ni sus objetivos independentistas ni el de eliminar a Israel. Los dos enclaves palestinos, uno equivocado y el otro más equivocado, han repetido la estrategia del fracaso.

Un factor que los motiva a seguir en esa senda de agresión y violencia es la condena de muchos países a Israel y la permisividad, el aplauso, para con los entes palestinos. El mundo ha optado por la complacencia y el apaciguamiento, los réditos a corto e inmediato plazo, sin percatarse que los susodichos persisten en una estrategia equivocada, consecuente y permitida. Con el sufrimiento obligado que ello conlleva.

Así es hoy, así fue ayer.  Parece que mañana también.

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