Guerra mundial entre el terrorismo y la democracia

25 enero, 2017

Los ciudadanos tienen derecho a protestar y manifestarse
Bernardo Ptasevich
Manifestarse, reclamar o protestar es uno de los derechos básicos de la democracia. Estas protestas pueden estar de acuerdo o en contra de lo que pensamos, pero nunca olvidemos que un día nos puede tocar estar allí, protestando contra una dictadura o contra cualquier exceso de poder que quiera limitar nuestra libertad.
Sin embargo, siempre hay algo que ensucia ese derecho y no es por casualidad. Las organizaciones terroristas o los extremistas de cualquier signo utilizan a personas desquiciadas que no tienen nada que perder para que arruinen cualquier reclamo justo, razonable y bien intencionado.
Recuerdo los tiempos de mi juventud, precisamente durante la secundaria y en épocas de dictadura. Todos los jóvenes salimos a reclamar por diferentes temas. Recuerdo una en especial porque refería a la suba de precio del boleto de estudiantes, aparentemente una manifestación pacífica en la que nos embarcamos para un objetivo común ajeno a la política.
De pronto y desde las sombras, grupos de extremistas comenzaron a lanzar a la policía piedras, prender fuego y romper todo lo que había alrededor. En ese momento nos era difícil comprender el fenómeno y siempre era más fácil culpar a la policía, que de todos modos parecía disfrutar moliendo a palos a quien pudieran alcanzar. Uno cree que en un país como los Estados Unidos esto no podría suceder pero esta semana vimos otra realidad.  Los extremistas también están incrustados en la sociedad de la potencia más grande y el país más democrático del mundo. De la actitud de los gobiernos y la actuación de la justicia dependerá lo que pase en el futuro.

La asunción de Donald Trump y las manifestaciones
En una elección presidencial donde cada candidato logró que la mitad de los ciudadanos lo apoye en las urnas, queda claro que no hay unanimidad. La mayoría lograda en el Congreso no representa una ventaja cuando la población está partida en dos sectores iguales y opuestos.
Que esto produzca manifestaciones de protesta o desacuerdo es algo que puede tildarse de lógico. No debería haber ninguna contradicción en que la mitad festeje la asunción de la presidencia y la otra mitad manifieste su oposición. Sería el fiel reflejo del resultado de las elecciones.
Pero como siempre, un pequeño porcentaje de los manifestantes arruinan la convivencia pacífica. No se trata de hechos individuales, ni siquiera de hechos colectivos espontáneos en la búsqueda de hacer sentir la voz disidente. Se trata de actos organizados con premeditación, con autores muy bien entrenados, que no tienen temor porque no hay nada en su vida que les brinde felicidad. Personas a las que matar, lastimar, quemar y romper les da placer, les proporciona la adrenalina que necesitan para saciar su sed de violencia. Y arriba, siempre hay una cúpula, una cabeza o más que son los pensantes y autores intelectuales de los delitos.
Ellos nunca están en la escena sino detrás del telón. Actúan con fines políticos definidos, con objetivos claros y sin que les importe en absoluto el motivo real de la convocatoria. La manifestación y la multitud van a ser utilizadas una vez más con fines distintos a los que fueron anunciados en la convocatoria. Si la justicia no llega a esa cúpula, el resto de las medidas no van a resolver poco, pero de todas formas es tiempo de dar señales claras.

Inadaptados organizados pueden más que una multitud
Es necesario hacer ver a los manifestantes que están siendo utilizados, no para que dejen de manifestarse sino para que aíslen a los violentos. Deben alejarse en el momento de producirse los desmanes y no quedar asociados a los delitos que se cometen. El resto debe hacerlo la justicia. Los detenidos a quienes les comprueben ser parte de esos grupos se los debe castigar con lo que la justicia permita. Una, dos, tres veces, hasta que al final verán que no es gratis cometer delitos. Los próximos violentos van a saber que su destino no será volver a casa y si toman la decisión de hacerlo de nuevo será asumiendo su riesgo. Es difícil para un manifestante ponerse en contra de otro manifestante, pero no lo será si se comprende que a ese otro no le interesa para nada su causa y que simplemente los está utilizando, además de ser utilizado por los ideólogos. Respecto a los últimos acontecimientos, se anuncia que los detenidos a quienes se compruebe violencia serán acusados de disturbios con la posibilidad de recibir condenas de hasta diez años de cárcel y 250.000 dólares de multa. Es una clara señal para el futuro. Es difícil que en esta nueva administración un político del gobierno baje línea a los jueces en defensa de los violentos. De esa forma la justicia tomará medidas drásticas que posiblemente repercutan en las manifestaciones futuras. Hay que ir cerrando los caminos de la violencia, hay que reducir el riesgo de los delitos y los atentados. Nunca se debe perseguir las ideas, no importa que alguien (aun equivocado) defienda las suyas siempre que respete las de los demás. Cuando no lo hace y recurre a la fuerza para imponerse está cometiendo un delito. Si los ciudadanos comprenden que no deben asociarse a esas acciones aun manteniendo su postura en contra de lo que sea, el problema irá disminuyendo en forma segura.

La democracia tiene que salir a defenderse
Es hora de que democracia no sea sinónimo de permisividad, que los derechos no sean violencia, que las protestas no sean destrucción, que se respete la propiedad privada y la integridad de las personas ya sean manifestantes, policías o quienes simplemente se encuentran en el lugar. Recuerdo imágenes de los informativos viendo manifestantes de Estados Unidos con sus pancartas “cuidados por la policía” desde la vereda de enfrente, sin interferir en la protesta y dando seguridad a manifestantes, comercios, vehículos y transeúntes. Eran otros tiempos. ¿Qué fue lo que pasó desde entonces? ¿Cambió la idea democrática de los ciudadanos y los gobiernos en Estados Unidos? ¿o es que hay nuevos elementos en las manifestaciones que antes no existían? ¿La violencia es importada? ¿Es parte del descontento que hay en sectores de la población? ¿Es una mezcla de ambas cosas?  Hoy, en el mundo entero y también en los Estados Unidos, se ha instalado una guerra entre “el terrorismo y la democracia”. El primero usa todo lo que tenga a mano para atacar sin importarle la ley que no respeta. El segundo respeta la ley y eso lo convierte en débil ante semejante enemigo. Quizás Donald Trump, tan criticado y prejuzgado de el puntapié inicial a un cambio en las estrategias. El Presidente elegido en elecciones libres que recibió manifestaciones y protestas aun antes de asumir, antes de haber tomado siquiera una sola medida, puede hacer cambiar la visión de que hay que aguantar al terrorismo y a los violentos sin hacer nada. La democracia tiene que salir a defenderse con las armas legales de que dispone. La constitución y las leyes son el motivo de su existencia y si no las utiliza va a desaparecer. Con la ley en la mano y la legitimidad del poder se debe castigar con severidad este tipo de accionar, condenando a quienes lo llevan a cabo y llegando a los ideólogos y a los que mandan cometer los excesos. Está en juego nuestro sistema de vida y no podemos ser ambiguos. O nos entregamos al terrorismo y al extremismo en un sálvese quien pueda, o nos unimos para una sociedad democrática firme y justa donde podamos desarrollar nuestra vida familiar para construir un futuro mejor.

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4 thoughts on “Guerra mundial entre el terrorismo y la democracia”
  1. Total desacuerdo. Ni protesta es un pilar de la democracia, ni son extremistas o infiltrados los que salen a romper todo. Si se llama a la violencia hay que responsabilizarse luego. ¿Ud. Cree que con medidas burocráticas y multas dinerarias se controla a los “inadaptados”? El cuarto subtitulo esta tan mal redactado que no me atrevo a opinar.

  2. Enrique. Entiendo que este enojado con Trump, pero el autor de la nota no lo puso en la presidencia. Total desacuerdo con usted. Los violentos vestidos con la misma ropa y equipamiento son extremistas organizados por lo menos.

    1. Estimado amigo, creo que no me logre hacer entender. Le aclaro que no estoy enojado con Trump; no es que me guste, pero los Democratas siempre le traen problemas a Israel y la candidata que llevaban daba asco, por lo que preferia a Trump por simple egoísmo. En segundo lugar, lo que quise decir es que no se trata de infiltrados, sino de protestas inducidas. Quien va a una protesta violenta no necesita que lo estimulen para violentarse. La idea de tener a la gente movilizada en contra del gobierno o del sistema va en contra de la democracia representativa, y a eso apuntan sus impulsores.

      1. Quiero ser más preciso y sintético: 1) peticionar ante las autoridades no implica alterar el orden público, esto es: no existe el derecho a la violencia callejera, ni es esta una condición para la democracia. 2) Las manifestaciones contra Trump son absurdas y extemporáneas, y solo demuestran que la izquierda no logra superar la adolecencia y sufre berrinches. 3) No se trata infiltrados, los que fueron sabían a que iban; casi siempre es así. 4) Para defender a la Sociedad está el Estado.

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