Foto ilustración: Boris Krupnik Pixabay

«עת צרה היא ליעקב»

En el país del pueblo del libro, al pueblo se le prohibió asistir a los lugares de lectura y de rezo. Un virus minúsculo, accesible bajo el microscopio, puso de rodillas a la humanidad. El mundo se paralizó, y el país del pueblo del libro también. Dos meses durante. ¿Un mensaje de Dios? ¿Un castigo divino? Hubo deliberaciones, debates y severas críticas.

El 25 de marzo, en una carta bajo el título alusivo al libro de Yirmiyahu עת צרה» היא ליעקב», fueron emitidas las nuevas directivas: prohibición de minyan en espacios cerrados, sólo rezos colectivos en espacios abiertos y con distancia de dos metros entre cada persona. Sólo 10 personas, para cumplir el minyan. Se permitía llevar un Sefer Torá a la calle de la ciudad.

Sesenta días sin rozar los bancos de las sinagogas, sin la tertulia del shiur colectivo, sin el beso tranquilizador a la mezuzá al entrar y salir.  El Gran Rabino de Israel David Lau suplicó, apremió. Fuertes presiones fueron ejercidas desde el Ministerio de Asuntos exteriores y de la religión hacia el gobierno, hasta que, el 20 de mayo en la mañana, se abrieron de nuevo las puertas de las sinagogas de Israel.

Decidimos recoger algunas impresiones: ¿Como perciben el duelo del cierre de sinagogas, y la posterior reapertura, personalidades centrales en la vida rabínica, así como también fieles asiduos a la casa de rezos?

Ante un fenómeno nuevo y temible a la vez, pudimos recoger opiniones que, aunque diversas, afirman el vínculo inquebrantable de nuestro pueblo con la tefilá, el acto de rezar.

Rav Yossef Ben Shoushan, rabino y educador, de la sinagoga Oz Leisrael en el barrio Kyriat Moshé, de Jerusalén, nos dice de forma tajante:

«Pienso que, si fuimos expulsados de las Yeshivot, batei midrash y batei knesset, no es por Dios, Él mismo, por intermedio del virus de corona, quien nos expulsó a causa de nuestro comportamiento no adecuado en estos lugares santos. Hoy, al volver con mucha humildad y sumisión, debemos poner atención de conducirnos a la altura de esos lugares santos, mostrar contrición y arrepentimiento».

Apenas regresados del confinamiento, Rav Benshushan comenzó a impartir cursos de halajot (leyes) sobre la santidad de la sinagoga. “Para ser meritorios de continuar de residir en ella”, afirma.  “El coronavirus aún está presente, y solo Dios sabe si podría propagarse nuevamente, lo que significaría que seriamos de nueva expulsados”. Todo está en Sus manos, y volvemos con alegría y regocijo, pero también con mucho temor.

Haya Leah y yo nos conocimos en el ulpan para olim hadashim, hace siete años. Es descendiente de los Bnei Anussim de España y asidua a la sinagoga de su barrio en Jerusalén.

A partir de marzo, nos hemos cruzado en… ZOOM, esta mágica aplicación de video conferencia que le ha asestado un duro golpe al confinamiento debido al coronavirus, manteniéndonos conectados con el mundo exterior.  Su punto de vista acerca de estos meses en que fue prohibido asistir a los rezos en las sinagogas, resulta tan certero como conmovedor:

Considero que el cierre de las sinagogas fue un shock cultural y espiritual. Personas acostumbradas toda la vida a asistir a la casa de rezos, sintieron un desbalance en sus vidas. Sin embargo, reaccionaron debidamente, diciéndose: “si el problema está en el contagio, pues salgamos a la calle!” Sólo por dar un ejemplo, enfrente de mi casa, comenzaron las tefilot de Shabat abajo del edificio, y poco a poco se fue generando una verdadera sinagoga, aunque sin rabino que dirija los rezos. Digamos que el fenómeno ocurrido no es “normal”. A nadie se le ocurrió decir: “si está cerrado, pues está cerrado y no hay nada que hacer”. Los videos que nos han llegado, en que hemos visto un hombre en el medio de la calle oficiando de “hazán”, y las personas desde los balcones les contestaban….

Creo también que la profecía “de Tzión saldrá la Torá y de Jerusalén la Palabra de Hachem”, se está cumpliendo, a través de la cantidad de actividades que están planificando y transmitiendo vía Zoom hacia todo el mundo. En un tiempo récord se movilizaron para implementar shiurim, conferencias y clases de Tora sin costo alguno, que, dada la situación de confinamiento, fueron transmitidos al mundo entero. Ello genera una impronta en el alma y un deseo de acercamiento a Eretz Israel. Cada vez más personas están pidiendo hacer Alya. Por otro lado, se siente un aura de mayor recogimiento en este momento en las sinagogas, ya que después de esta larga ausencia, debemos valorar lo que tenemos. Y agradecerlo de todo corazón.

Mientras navegaba por Google y Facebook, mis compañeras fieles durante estos largos meses de coronavirus, quiso la casualidad que me topara con la última entrega del programa audiovisual online “Café con fe”, grabado hace apenas uno días y llevando por título “Pandemia, ¿castigo divino?”

Cafe con fe del Rabino Pynchas Brener, Junio 2020

El rabino Pynchas Brener, personalidad emblemática de la Kehilá de Venezuela, de la que fue guía espiritual durante cuarenta años, y residiendo actualmente en Miami, realiza desde Miami el programa “Café con fe”, seguido por miles de suscriptores de habla hispana en el mundo entero. En esta oportunidad, invitó a conversar con él, vía online, al prestigioso rabino Yerahmiel Barylka, identificado con la ortodoxia moderna, habiéndose desempeñado como educador y rabino en México, Argentina y España; así como al rabino  Eliahu Birnbaum, nacido en Paysandú (Uruguay), quien fue rabino de la kehilá en Uruguay, dirige el instituto Amiel, que prepara rabinos ortodoxos modernos y sionistas, y es además el rabino de la organización  Shavei Israel, abocada a asistir a los descendientes de Bnei Anussim  y de las tribus perdidas de Israel.

Rabino Brener: Ya hace dos meses que no hemos ido a una sinagoga, estamos distanciados los unos de los otros. El virus no desaparecerá mañana; se piensa que quizás dentro de un año o año y medio, se habrá podido desarrollar una vacuna; e incluso existe la posibilidad de que no se encuentre vacuna efectiva alguna.

¿Qué va a pasar con nuestras sinagogas? ¿Con nuestras comunidades? ¿Vamos a tener el mismo tipo de sinagoga? ¿O vamos a estar todavía comunicándonos por Zoom?

Rabino Eliahu Birnbaum: La pandemia del Covid 19 no es solamente una catástrofe global, es también una catástrofe judía. Rabino Brener, usted me conoce, y también el rabino Barylka me conoce, y saben que soy una persona sumamente optimista; pero por otro lado estoy viendo lo que ocurre en el mundo judío. El cierre de las sinagogas no es solamente un tema geográfico o físico, de cerrar la puerta de la sinagoga; cerrar la sinagoga significa cortar el vínculo de vida de muchos judíos con su kehilá, con su identidad, y por ello la catástrofe que se está desarrollando sin duda influye sobre el mundo judío en general.

Este último Shabat, parashat Bamidbar, abrieron la sinagoga en el yishuv donde vivo, en Efrat. Al llegar al lugar de culto lo primero que hice fue decir la berahá de Shehejeyanu, de alegría; por otro lado, es un momento de tristeza: estamos sentados a tres metros el uno del otro, cuando alguien sube a la Tora, no la puede tocar, no la puede besar, está obligado de colocar un papel entre la mano y el rollo, como si fuera algo impuro.

Birnbaum está convencido que esta nueva realidad va a crear en el futuro nuevos modelos de sinagogas y de comunidades. “El mundo judío y sus instituciones van a cambiar”, afirma.

Por otro lado, tanto el rabino Birnbaum como el rabino Barylka, quien entre otras tantas actividades, comenta semanalmente la Parashá de la semana en este medio, se oponen al “judaísmo culpable”. Ante la pregunta de Rav Brener:

Rabino Barylka, si alguien le dijera a usted en este momento: Dios nos está castigando seguramente por nuestros pecados, debemos entonces hacer un cambio, aplicar más cashrut, cumplir Shabat, nos están enviando un mensaje, a través des virus de corona, para que cambiemos; que le diría usted?

Le diría que Dios es siempre el mismo, en todas las oportunidades, en todo tiempo y en todo lugar. Y que Dios aspira de nosotros que nos comportemos según los principios que Él nos brindó para constituir una sociedad mejor; pero no establecería ningún tipo de relación con lo que ocurre ahora, con el virus que acecha a la humanidad, porque no creo que Dios nos esté castigando o nos esté enviando en estos momentos algún tipo de señal para que cambiemos.

Quien quiere ver señales divinas, las ve 365 días en el año, durante toda la vida. Y quien no las puede o no las quiere ver, va a seguir dudando en esta coyuntura, aun más que antes, porque en situaciones de desesperación, el hombre, que ha eclipsado a Dios cotidianamente, sale a buscarlo y se pregunta por el mal. El hombre Parte de la suposición que un Dios Omnisciente y Todopoderoso debería ser capaz de arreglar el mundo según sus intenciones, sin embargo, el mal y el sufrimiento existen, siguen existiendo. Pero eso no significa que Dios lo envía, porque ese no es el lenguaje como lo debemos interpretar. Pese a que, entre nuestros rabinos, vamos a encontrarnos con más de uno que proclaman un judaísmo culpable, tratando de hacernos sentir permanentemente mal, ya que de esa manera nos pueden manipular mucho mejor.

Opiniones diversas y divergentes, no faltan en nuestro pueblo, ni entre nuestros rabinos. Pero una cosa es innegable: el fenómeno que se gestó, la necesidad de continuar estudiando y rezando, por encima de todas las barreras, fue de proporciones universales.

Logramos ganarle la batalla al contagio al quedarnos en casa, pero al mismo tiempo Zoom y otros medios de tecnología masiva irrumpieron en nuestros hogares. La gente, por primera vez – y quizás única vez- tuvo oportunidad de escuchar varios shiurim in live al día sin dejar de lado las tareas domésticas. Los hombres salieron a las calles, salieron a los balcones. Grupos de diez, luego de hasta cincuenta.

Pero a nadie se le ocurrió darse por vencido. ¿Quizás… seamos verdaderamente “los locos de Dios?”

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