Desde Abril, la tensión entre el ejército y el organismo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) se volvió más violenta. La escalada de violencia llevó a Sudán a sumirse en el caos político y social en el que vive actualmente.
Especialmente en las ciudades de Jartum, la capital, y en las zonas de Darfur y Kordofán, el conflicto llegó al nivel de lucha armada abierta. Según los últimos informes del Sindicato de Médicos de Sudán, el conflicto ya tiene al menos 959 muertes civiles y 4750 personas heridas. El sindicato es el organismo responsable de contabilizar las víctimas fatales desde el comienzo de la lucha armada.
El nivel de peligro de estas zonas de Sudán obligó a más de 1.5 millones de personas a abandonar sus hogares. Algunas se instalaron en zonas más seguras dentro de las fronteras nacionales. Pero aproximadamente 530.000 sudaneses huyeron a los países vecinos, principalmente a Sudán del Sur, Libia y Egipto.
Según informó la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en consonancia con activistas locales, la capital provincial de Darfur Oeste, Genena, fue arrasada por las RSF y las milicias árabes aliadas. Mataron e hirieron a cientos de personas. Además, decenas de mujeres denuncian ataques sexuales en el interior de sus hogares.
Alice Wairimu Nderitu, una experta en la prevención del genocidio que trabaja con la ONU, demostró su preocupación ante la situación de Sudán, especialmente en la última semana en Genena. Alertó que este tipo de ataques podrías convertirse en “campañas renovadas de violación, asesinato y limpieza étnica que equivalen a crímenes atroces”.