Aiwanger ha reconocido que se encontraron «uno o más ejemplares» del panfleto pero niega su autoría, que ha reclamado su hermano Helmut, y dice que en su momento aceptó como sanción hacer un trabajo sobre el nacionalsocialismo.
La pregunta que ha surgido es por qué Aiwanger pudo pasar página al tema con una sanción tan benigna y su caso se ha comparado con la de otra estudiante de colegio de la época, Christine Schanderl, que fue expulsada por participar en una manifestación en 1980 contra el entonces primer ministro bávaro, Franz Josef Strauss, que era candidato a la cancillería.
Schanderl, que entre tanto ha asumido el nombre de su marido y se llama Christine Roth y es jurista, ha sido entrevistada por la revista «Der Spiegel» y ha sido interrogada acerca de si no había un doble rasero en los colegios bávaros.
«Naturalmente. Hubert Aiwanger sale del paso con una amonestación por un panfleto que ya entonces podía implicar el delito de incitación al odio y a mí me echan como a un perro rabioso sin haber hecho nada distinto a ejercer mi derecho a manifestarme», contestó Roth.
Roth ve en el caso Aiwanger un ejemplo más de la tendencia que ha habido en Baviera a quitarle importancia a contravenciones y crímenes de la ultraderecha y recuerda el caso del atentado en la Fiesta de la Cerveza en Múnich en 1980.
«Franz Josef Strauss intentó en la misma noche del atentado atribuírselo a la izquierda. Cuando era claro que había sido un miembro del Grupo Hoffmann (un grupo de ultraderecha) entonces empezó a decir que era un caso aislado», dijo.
Strauss estaba entre los partidarios, según Roth, de ponerle punto final al debate sobre el pasado nazi y sobre Auschwitz. «Esa actitud ayudaba a idiotas como el autor del panfleto que se encontró en el maletín de Aiwanger», dijo.
El caso Aiwanger ocurrió 7 años después del caso Roth y en Alemania se había desatado una ola de confrontación con el pasado nazi. Parte de esa confrontación fue un concurso convocado por el presidente de Alemania en el que se invitaba a estudiantes de colegio a investigar sobre la vida cotidiana durante el nacionalsocialismo.
El panfleto de Aiwanger, o de su hermano, era una parodia y simulaba un concurso para determinar quién era «el más grande traidor a la patria».
La ganadora del concurso convocado por el presidente fue Anna Rosmus, una estudiante de Passau, en la frontera con Austria, que ahora vive en EE.UU., donde ha sido contactada por medios alemanes. Entre las cosas que ha dicho resalta el hecho de que el antisemitismo y la trivialización del Holocausto eran algo común en Baviera en los años ochenta.
Incluso habla de una variante del juego de parchís en el que el objetivo era llevar 6 millones de judíos a Auschwitz. Por eso, ha dicho, no le sorprende que alguien como Aiwanger se haya dejado llevar por esa ola de ultraderechismo.
Hasta dónde se dejó llevar Aiwanger es algo que no está claro. Han surgido otras acusaciones como que habría hecho en ocasiones el saludo nazi o que habitualmente contaba chistes antisemitas. También se ha dicho que recitaba los discursos de Hitler frente el espejo.
Esto último lo ha negado. En cambio, con respecto a lo de haber hecho o no el saludo nazi, dice que no se acuerda.EFE
europa lleva el nazismo en el adn