El aceite y el uniforme. Reflexión.

Foto: Pixabay

“Y tú ordenarás a los Hijos de Israel que tomen para ti aceite de oliva puro, prensado para el alumbrado, para encender la candela continuamente”.
Éxodo 27-20

Tetzavé. Orden.

Este capítulo de la Torá, como todos, ha sido ampliamente explicado y, no obstante, puede que me atreva a bucear en el contenido, intentando trazar una línea invisible entre sus partes, y por otro lado un punto de unión con mi experiencia actual.

El interior.

Primero, lo de adentro, que sería el aceite el combustible con el cual vamos a alimentar/nos espiritualmente. Ese debe ser un aceite puro, o podríamos inferir un judaísmo ortodoxo, tradicional, pero a la vez genuino y verdadero. Y no meramente formal o externo, y por lo tanto debe ser trabajado intensamente y por igual sus tres astas: estudio de la Torá, cumplimiento de los preceptos (Mitzvot), y en tercer lugar las cualidades positivas de la persona (Midot).

Estos tres componentes son los ingredientes que conforman lo que podríamos denominar “la personalidad del judío”. Y deben desarrollarse por igual en completa armonía para poder obtener un “producto potable”.

En este momento viene a mi mente, cuando en la facultad de Medicina tenía que rendir psiquiatría y dibujaba en forma reiterada (un círculo dividido en tres partes) que la personalidad de toda persona consta también de tres aspectos que deben desarrollarse por igual a saber: un aspecto intelectual, lo emocional, y lo volitivo (que depende de la voluntad).

El exterior.

Luego viene el exterior, la ropa o el uniforme, que cubre nuestro cuerpo y refuerza y motiva lo de adentro. Motoriza y amplifica nuestro accionar, y nos recuerda nuestra misión, y nos limita cuando estamos en riesgo de desviarnos del camino. Como decimos en las bendiciones de la mañana (Birkot Hashajar) “que vistes a los desnudos”, y la exégesis dice que nos viste de mitzvot o preceptos (el Talit o los Tefilín o filacterias, etc.).

Por lo tanto, en este segundo punto, las Sagradas escrituras se explayan sobre las ropas de los Cohaním o Sacerdotes en general y la ropa del Sumo Sacerdote.

El judaísmo no confía mucho en el viejo dicho: “el hábito hace al monje”. Y justo en este punto, viene a mi mente el dicho de mi abuelo Don Moishe Daitch Z“L quien solía repetir que: “no todo lo que reluce es oro” (o en inglés “not all that glitters is gold”).

Tratado de Padres.

Continuando el tópico del bloque anterior, cito el versículo 27 del capítulo cuarto del Tratado de Ética de los Padres donde Rabí Meir dice: “No te fijes en la vasija, sino en lo que contiene”.

El ladrillo es importante, pero la construcción del Mishkán o Tabernáculo móvil y luego el Beit Hamikdash (el Templo del Jerusalén) tiene valor en la medida en que el comportamiento moral del pueblo y sus reyes y sacerdotes entran en sintonía con la santidad del lugar. Haciendo hincapié, en el cuidado del trato que nos dispensamos los judíos los unos a los otros.

Y de fallar en este punto, el resto del edificio se derrumba como un castillo de naipes.

Primer día de clases.

Un amigo me comentó, que el jueves pasado iniciaron las clases en el nivel primario de un colegio judío de Buenos Aires. Me comentó (asistió por uno de sus hijos) le llamó mucho la atención la falta de respeto y el descontrol en el acto inaugural, donde tanto los alumnos como incluso la mayoría de los padres presentes, charlaban entre ellos, no prestando atención a las palabras de apertura tanto de la directora como de los Rabinos presentes, y ni siquiera a la ejecución de los himnos respectivos.

Habría mucho para tallar en este punto. Ya que el sujeto de marras me comentó cosas no positivas que suceden a nivel de la interna escolar, que obvio me reservo de comentar en este espacio.

No cabe duda, que el imponente edificio no alcanza a tapar cuando lo que falla es el factor humano. Obvio, que los niños todo lo ven, escuchan, y saben. El problema siempre se encuentra “en la cabeza de la persona o de la Institución o de un gobierno”.

Y la cabeza arrastra al cuerpo y /o al resto del cuerpo social.

Final.

El aceite y el uniforme (una secuencia), encierran mensajes ocultos tras el ropaje de líquidos y telas y otros materiales. Y podemos, entender lo escrito en forma textual o en forma insinuada hacia una materia más profunda que apunta al comportamiento humano en general y judío en particular.

D’os desea la coherencia y el esfuerzo de la correspondencia entre el pensamiento, palabra y acción.

La síntesis, la podríamos ubicar en los Tehilím del Rey David Z“L, donde en el Salmo 24: 3-4 sentencia: “¿Quién subirá al monte de D’os? ¿Quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado sus manos en cosas vanas, Ni Jurado con engaño”.

Shavua Tov!

Dr. Natalio Daitch

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