Pablo Sklarevich
“¿Qué es lo que hay en Tierra Santa que inspira tal grado de mesianismo?”, se pregunta Jackson Diehl del Washington Post al señalar que los últimos presidentes estadounidenses se han visto cautivados por el resplandeciente premio de la paz entre israelíes y palestinos, que induce a una ceguera tal como para no ver las condiciones en el terreno y a una sordera como para no escuchar a los consejeros expertos que advierten que una gran iniciativa estaría condenada al fracaso.
Diehl carga en gran parte la culpa sobre “los líderes de ambas partes: Netanyahu y el presidente palestino Mahmud Abbás, que además de despreciarse mutuamente han sido reticentes y son políticamente incapaces de hacer las concesiones necesarias”.
Por cierto, Netanyahu y Abbás, han sobrevivido los ocho años de la Administración Obama; pero han quedado políticamente más débiles y más intransigentes, destaca el comentarista.
El último globo de ensayo se remonta a fines de 2015 y principios de 2016, cuando Netanyahu promovió una cumbre secreta en Aqaba con el rey Abdallah de Jordania, el presidente egipcio Abdel Fattah al Sisi, y el entonces secretario de Estado, John Kerry.
La propuesta incluía el reconocimiento de Israel como Estado judío y la reanudación de las conversaciones de paz con los palestinos con el respaldo de los países árabes.
Bajo ese telón de fondo, el primer ministro intentó recomponer su Gabinete para incorporar al Campo Sionista. Pero la movida aparentemente se le complicó al percibir la intensa resistencia interna dentro de su propio partido, el Likud -cada vez más cerca del anexionista partido religioso nacional Habait Heihudí-, y que el Laborismo no lo acompañaría unido sino que se dividiría.
Netanyahu dio marcha atrás, y probablemente su zigzag dañó políticamente a Israel. Alienó al presidente egipcio, que se había adelantado a pronunciar un cálido discurso de conciliación. Es posible que tampoco ayudara a aplacar el clima de hostilidad en la Casa Blanca que condujo a la Resolución 2334 en el Consejo de Seguridad contra los asentamientos.
Desde entonces, el primer ministro pregona la idea de una paz desde afuera hacia adentro, es decir, primero con los países árabes y a posteriori con los palestinos.
Un culito de grappa o ginebra puede sentar bien, pero hay que ser medido con lo que uno toma.
No es cierto lo que dice Sklarevich aqui en la nota.
No fué Bibi quién dio marcha atras, sino OBAMA, y Hertzog difunde «a self-serving lie» que espera le ayude a desprestigiar al P.M.
cfr. http://www.jpost.com/Israel-News/Obama-not-PM-blocked-2015-initiative-482239
AURORA siempre ocupados con lo mismo: desprestigiar y deslegitmar al P.M.
Tampoco concuerdo con lo dicho en la Nota periodística.. Netanyahu no esta débil políticamente, que lo quieran hacer ver así eso es otra cosa.La figura de Netanyahu es quizá la mas respetada afuera de casa tanto asi que en estos viajes que ha hecho al Exterior su voz ha cobrado relevancia. India, Australia, Canadá, y uno que otro país mas lo consideran Lider positivo en Israel. Por otra parte el periodista atribuye una serie de culpas y fracasos a Bibi . Como si en los acuerdos solo se pueden lograr o prevalecer una Parte.