¡Cuidado con algunos amigos…!

22 noviembre, 2018
Haj Amin al-Husseini y Adolf Hitler

DE COMPOSTELA A IERUSHALAIM
 Pablo Veiga
A lo largo de la Historia, existen numerosos ejemplos donde pueblos avasallados por otro estado más fuerte sintieron empatía por aquellos cuyo rival era el mismo, es decir, se compartía enemigo. Hemos asistido a extrañas alianzas, como las observadas durante la segunda guerra mundial con la Alemania nazi tanto en Ucrania como en Bretaña. Los primeros vieron en Hitler a un aliado para desprenderse del yugo comunista soviético. Los bretones anhelaban disponer de mayores cuotas de autogobierno frente a una Francia tradicionalmente centralista y jacobina. Craso error resultaron ser esas dos amistades de conveniencia para ambas nacionalidades.
Israel, desde el mismo momento de su declaración de independencia ha estado permanentemente cuestionado y amenazado. Hoy en día, las enemistades siguen siendo notables y palpables, no solamente en su entorno geográfico más cercano, sino también en el resto del mundo, donde se hacen llamados sin ningún tipo de disimulo al boicot y sabotaje de todo aquello que huela a israelí o judío. El antisemitisto sigue vigente lamentablemente, produciéndose episodios criminales tanto en Europa como en Estados Unidos o Australia.
Ante este panorama, lógicamente uno busca aliados y agradece cualquier tipo de apoyo o solidaridad, venga de dónde venga y sea como sea quién se postula a ello. Salvando las distancias con los ejemplos señalados anteriormente, cierto es que Israel debería cuidarse mucho a la hora de echarse en brazos de personajes como el recientemente elegido presidente de Brasil, el señor Jair Bolsonaro, a pesar de su explícito apoyo, incluída la propuesta de traslado de la embajada a Ierushalaim.
No será esta columna un foro en el cuál se cuestione la absoluta legitimidad y la innegable legalidad en el proceso de elección de ningún candidato en cualquiera de las elecciones democráticas que tienen lugar a lo ancho y largo de nuestro planeta, siempre y cuándo existan plenas garantías democráticas. Uno no es quién de enjuiciar, ni de menospreciar el sentido del voto de cincuenta y siete millones de brasileiros que votaron a una opción; ni siquiera entrar en  las motivaciones de esos resultados. Y el mismo argumentario servirá en cualquier otro país. El pueblo es soberano y sus mandatos en las urnas, para bien o para mal, sagrados.
Aún así, uno no puede ser ajeno a lo que ha oído y leído sobre ciertas proclamas del presidente electo de la principal economía sudamericana, atreviéndose a rebatirlas. Sus halagos a la dictadura militar, lamentándose de no haber asesinado a más compatriotas suyos, resultan vomitivos. No menos deleznable es su desprecio por la cuestión ambiental, al prometer casi total vía libre a las industrias madereras y otras dentro de la Amazonía, cuyas consecuencias serían terroríficas no solamente para las poblaciones nativas que viven en esa cuenca desde hace miles de años, sino para el conjunto de la Humanidad. Y por último, sus exabruptos sobre la mujer y homosexuales. Burdos e inaceptables.
Voto de confianza, por descontado. Pero tengamos claro que los enemigos de mis enemigos no siempre resultan ser fiables amigos.
Socio de A.G.A.I. –Asociación Galega de Amizade con Israel-
 
 
 
 

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