Philip Roth – Ser judío en América

2 febrero, 2017

Joseph Hodara

Para narrar y describir travesías en un país que, desde su origen, ignoró regímenes inquisitoriales y absolutismos arbitrarios, Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933) acertó en caracterizar la singular vivencia judía norteamericana, sustancialmente ignorante y alejada de las turbulencias e incertidumbres que la marcaron en Europa. En absoluto contraste con prosistas como Isaac Bashevis Singer, que llegaron a Estados Unidos a edad avanzada, abrumados por experiencias asfixiantes y con un lenguaje ajeno a la nueva sociedad que les ofrecía hospitalidad, Roth nació en América y al lado de otros, como Bernard Malamud y Saúl Bellow, acertó en describir realidades apenas conocidas por sus padres.
La singularidad del temple judío fue así reinterpretada a la luz del evangelio liberal y democrático en un país resueltamente orientado a dar forma a la cultura internacional. Los jóvenes escritores judíos debieron descubrirla con recursos propios y sin ignorar el entorno original europeo así como los rasgos distintivos de sus padres y del judaísmo como cultura.
En el caso de Roth asumió dos modalidades. Por un lado se propuso revelar la intimidad apenas conocida de la familia judía en el contexto norteamericano. Es su objetivo, por ejemplo, en Pastoral Americana que publicó en 1997. Su personaje principal es Seymour Levov, héroe carismático en su juventud que al envejecer se quiebra sin remedios. Enriqueció este perfil al apuntar y describir en paralelo la explosiva intimidad sexual de un adulto que, sin falsedad o inhibiciones, busca afanosamente los íntimos placeres que las convenciones sociales -incluyendo su madre judía- le negaron.
Textos que fueron complementados por un relato que en estos días retoma actualidad. En “La conspiración contra América” Philip Roth imagina hechos y circunstancias que llevarían a repetir, en la nueva diáspora judía, las modalidades de enajenamiento y opresión que sus padres conocieron en la abandonada Europa. Temas que aparecen repetidamente en las páginas escritas por un Philip Roth que incluso en estos días, frisando los 84 años, reitera y amplía.
El lamento de Portnoy es un texto que multiplicó el interés por esa peculiar relación madre-hijo que en el caso de la familia judía presenta particular intensidad, incluso morbo. Despliega este relato un desinhibido monólogo de un hombre que a sus cuarenta años resuelve confesarse ante ese secular sacerdote animado por el judío Freud: el psiquiatra.
Se trata del Doctor Spielvogel que escucha pacientemente, con sentimientos ambivalentes, las múltiples oraciones libidinosas de un paciente que simultáneamente goza y sufre al elevarlas. El despertar sexual, los deseos reprimidos, el placer por propia mano, la búsqueda de posturas y gestos capaces de encender cuerpo y alma, la sensualidad que se justifica a si misma, prescindiendo de algún otro(a): temas que en la primera lectura escandalizaron a no pocos lectores pero que al cabo acertaron a asimilar con franco humor. Un texto que invitó a ejercer el sexo sin culpa y sin repudiar sus múltiples formas y modalidades. Mensaje que caló sin tropiezos en la América de los años setenta y que, en rigor, no fue ni aislado ni original. Ya en los guiones de un Woody Allen estuvo y seguirá presente.
Este relato tuvo amplia lectura en múltiples países; en algunos -como Australia- fue prohibido por atentar presuntamente contra los decentes hábitos sexuales. Pero hoy se nos perfila obvio, previsible y necesario, expuestos como estamos a casi todas las diversiones de la humana intimidad.
En paralelo, preocupó a Portnoy el eventual quebranto de la democracia en Estados Unidos. Para lanzar una advertencia a los ciudadanos -especialmente de origen judío- que se inclinan a suponer que las libertades públicas en este país se sostendrán sin variaciones en el curso del tiempo, Roth enhebra un escenario en el cual un personaje simpatizante de Hitler y de las ideologías antisemitas asciende a la Casa Blanca. Se trata de La conjura contra América, que se difundió en hebreo en 2004 y en castellano tres años más tarde.
El libro refiere las circunstancias que condujeron al héroe de la aviación Charles A. Lindbergh -después de derrotar a Roosevelt en 1940 en afiebradas elecciones- a proclamar su franca adhesión a las políticas antisemitas de Hitler. Como presidente norteamericano y como líder republicano, Lindbergh aplaude a la Alemania nazi cuando este país resuelve invadir Polonia, Francia y Rusia con el propósito principal de borrar en ellos cualquier presencia judía. El nuevo jefe de la Casa Blanca profesa que Estados Unidos debe abstenerse de cualquier intervención en Europa, revelar simpatías con el régimen nazi, y alentar tendencias antisemitas en el país. America first es la consigna que le preside, y en este contexto la presencia judía, al lado de otras minorías, perturba y distorsiona los prístinos valores norteamericanos.
Un libro que en estos días recupera difusión al lado del orwelliano 1984.
Los escritos de Philip Roth fueron distinguidos en múltiples oportunidades. Entre ellos por el Pulitzer en 1997 y el Premio Príncipe de Asturias en 2002. ■

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