Los amarillos tiempos de David Grossman

7 abril, 2017
Foto: Wikipedia

Joseph Hodara

Los escritos de David Grossman levantan espinosos interrogantes en torno a los requisitos para la sobrevivencia de la sociedad israelí. ¿Es indispensable que los políticos y los medios evoquen constantemente las persecuciones, los guetos, el Holocausto, los reiterados choques armados con países vecinos para preservar su existencia y la elemental solidaridad en el país? ¿Los conflictos en el Medio Oriente son en verdad insolubles puesto que constituyen el requisito existencial de los países que lo integran? Y, en consecuencia, ¿cualquier concertada solución implicará necesariamente la descomposición de Israel de suyo abrumada por tensiones internas que el conflicto exterior ayuda a disimular?

No es accidente que uno de sus libros –El tiempo amarillo- publicado hace tres décadas lleva este nombre. Alude el término a uno de los costos de la contemporánea y caótica modernidad. A causa de la industrialización acelerada de algunos países en Asia oriental, un polvo de este color oscurece prematuramente el sol y envenena los pulmones de los habitantes.

Episodio atmosférico que se presenta -según Grossman- de otra manera en el caso israelí. Alude así al conflicto judío-palestino que distorsiona y afea el perfil de unos y otros. Para investigarlo el escritor dedicó siete semanas a una peregrinación por lugares que se conocen con nombres desiguales conforme a las propensiones de quien los anuncia: Judea y Samaria, Cisjordania, los territorios a secas, o bien las tierras militarmente ocupadas. Estas entrevistas personales incluyeron a todos sus moradores -judíos y palestinos- de estos espacios que no titubearon en enhebrar sus posturas con franqueza, a veces amable y con frecuencia áspera.

Grossman poseía las indispensables prendas para cursar este itinerario. El servicio militar en una rama de la inteligencia israelí (la unidad 8200), sus labores en la radio desde temprana edad, el conocimiento del árabe, y la curiosidad cívica e intelectual. El resultado: un libro que no ha perdido actualidad. La primera intifada que estalló meses después de su publicación y las violentas tensiones que le siguieron desmantelaron las expectativas de algún arreglo. Los resultados de este peregrinaje se publicaron en 30 idiomas, incluyendo una edición madrileña en 1988.

Grossman nació en Jerusalén en 1954, comarca que nunca pudo abandonar espiritual e ideológicamente. Sus pobladores, las calles, la vecindad con la marginada población palestina, despiertan en él sentimientos ambivalentes. Hoy reside con su esposa Mijal en Mevaséret Tzión, en las afueras de la ciudad.

Una tragedia personal acentuó el pesimismo y las actitudes contestatarias de Grossman. Uri, su hijo, murió en un intercambio de artillería en la frontera libanesa. Trágico incidente que acentuó el amargo sabor de sus opiniones. Cuando logró conciliarse con esta pérdida -o tal vez como una exigencia imparable del luto- enhebró un vivaz relato: “La vida entera”. Enhebra aquí la desesperada fuga de Ora y de su amigo-amante Abram a los páramos de la Galilea con el designio de no ser ni estar en lugar-tiempo alguno y, por esta vía, evitar cualquier maligna noticia sobre el hijo en el campo de batalla. Acto delirante que enhebra voces encantadas que pretenden distanciarse de la muerte. Este relato fue publicado por la editorial española Lumen en 2010; estridentes fueron sus ecos, y desde entonces Grossman es considerado uno de los más distinguidos escritores de Israel.

Cabe mencionar que la carta-elegía que escribió a su hijo después de muerto fue publicada por wikipedia en español. Merece ser leída.

Hasta los días que transitamos, Grossman no ha interrumpido sus advertencias en torno a los efectos perniciosos inherentes a la colonización de las tierras militarmente vigiladas. Un hecho que lesiona tanto a la ética como a la sobrevivencia física de Israel. Cuando las reiteradas decepciones le invaden abriga un irrefrenable deseo: “ojalá pueda algún día aburrirme”…

Entre sus últimos libros cabe mencionar El chico zigzag y Gran Cabaret que suscitaron amplio interés. Otras obras como La sonrisa del cordero y El libro de la gramática interna llegaron al cine.

Grossman recibió múltiples premios y en más de una ocasión fue considerado candidato al Nobel. En estos días es uno de los escritores elegidos por el Premio Ban Booker.

Si se busca un equivalente arquitectónico a sus posturas literarias e ideológicas se me ocurre que cabe encontrarlo en el flamante hotel Walled off recientemente construido en Belén al lado de la alta muralla que separa a la ciudad de los territorios. Los visitantes y turistas pueden allí ilustrarse con múltiples cuadros que revelan el conflicto de dos culturas, mirar el cerco de ocho metros de altura que señala la frontera, y gozar con los modestos 25 minutos del sol que alumbran las salas del hotel. Un símbolo de la visión dolida de Grossman.  ■

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