Broncas, desvaríos y ramificaciones de Turquía: los lazos con Israel

28 mayo, 2017 , , ,
Recep Erdogan Foto: Facebook

General (retirado) Yaakov Amidror

El régimen del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha sufrido unos meses tumultuosos, incluyendo un fracasado golpe de estado en julio de 2016 y duras críticas internacionales sobre varios cambios de política interna que culminaron en un referéndum constitucional, que ha otorgado al presidente turco amplios poderes. Sin embargo, a lo largo de este período, Erdogan había evitado mencionar a Israel en sus diatribas contra los «enemigos» de Turquía.

Tras haber asegurado los cambios constitucionales deseados en el referéndum de abril (aunque por una estrecha mayoría), Erdogan volvió inesperadamente su atención hacia Israel con un durísimo latigazo verbal sobre la cuestión palestina en general y particularmente sobre las políticas israelíes en Jerusalén y con relación a la Franja de Gaza. Israel, por su parte, respondió con críticas igualmente duras, diciendo que «aquellos que violan sistemáticamente los derechos humanos en su propio país no deberían predicar moral a la única democracia verdadera en la región».

Hay que recordar que la ideología de Erdogan es fundamentalmente islamista y que, salvo el elemento terrorista, guarda un gran parecido con las doctrinas de los Hermanos Musulmanes y Hamás. Ningún acuerdo de reconciliación y ningún otro interés podrá cambiar la ideología según la cual el presidente turco esboza sus políticas, y sería prudente que Israel no se auto engañe. Erdogan encabeza un partido político islamista y su filosofía personal también es islamista.

Mientras que Erdogan no puede ignorar el hecho de que casi la mitad del público turco no comparte sus opiniones (la mayoría de los turcos seculares no cree que sea sensato mezclar la religión y la política); su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) está persiguiendo diferentes políticas. Erdogan cree que el referéndum de abril, que reemplazó al actual sistema parlamentario de gobierno de Turquía por un sistema presidencialista ejecutivo, le ha dado el mandato necesario para gobernar como crea conveniente. Política y estructuralmente, el referéndum le permite al presidente gobernar sin restricciones, y su aprobación validó el proyecto islamista de Erdogan.

Es importante entender que esto no es una cuestión de capricho personal, incluso si la retórica de Erdogan parece sugerir lo contrario. La cosmovisión islamista está ampliamente establecida en Turquía, por lo que muchos turcos encuentran difícil aceptar los lazos de Ankara con Israel y su aceptación del dominio judío en Jerusalén y sobre los palestinos. Un Estado judío fuerte en el corazón de lo que alguna vez fue parte del Imperio Otomano es una píldora difícil de tragar para cualquier persona cuyas opiniones políticas estén en gran medida moldeadas por una cosmovisión religiosa islámica, por lo que esto no debe ser tomado como un ataque personal.

Turquía tiene problemas de sobra, y ninguno de los desafíos que enfrenta tiene que ver con Israel.

En primer lugar, el caos en Irak y Siria -y el apoyo que los kurdos están prestando a la coalición liderada por Estados Unidos que combate al Estado Islámico (ISIS) en estos países- puede conducir al establecimiento de un estado kurdo a lo largo de la frontera sur de Turquía. Esta posibilidad, que creo que es pequeña, es de gran preocupación para Turquía, ya que amenaza su integridad territorial.

Ankara teme que un estado kurdo, o una entidad kurda independiente no estatal, sea el primer paso en un proceso que arrancaría partes importantes del sureste del país, que alberga a la población kurda. Turquía puede encontrarse en una guerra en territorio sirio e iraquí para evitar que el sueño kurdo del estado propio se haga realidad, y no será fácil.

Otro problema serio es la identidad turca y sus relaciones con Europa. Turquía es miembro de la OTAN, y su fuerza militar en la organización es la segunda después de EE.UU. Turquía ha estado tratando de unirse a la Unión Europea (UE) durante años, y Ankara estaba dispuesto a pagar un fuerte precio interno para cumplir con los estándares europeos.

Irónicamente, la castración del ejército turco como un actor importante en la política interna comenzó como parte de los esfuerzos de Turquía para unirse a la UE. Pero la influencia menguante del ejército es lo que ha permitido al movimiento islamista ganar impulso y alejar a Turquía de las características europeas, al tiempo que alentó la propia autocracia de la cual la UE estaba recelosa debido al poder político del ejército turco.

La UE no tiene intenciones de aceptar a Turquía como Estado miembro. La pelea pública con las autoridades alemanas y holandesas en vísperas del referéndum lo dejó perfectamente claro. Ankara, por su parte, siempre sospechaba que el corazón de la UE nunca estuvo con ella. Como me dijo un funcionario turco hace quince años, «Europa nunca permitirá que los minaretes de las mezquitas aparezcan por sobre las torres de sus iglesias». Esta declaración fue hecha en un momento en que el secularismo estaba en ascenso en Turquía y Europa, y es cierta hoy en día, cuando Turquía se está volviendo cada vez más islamista y Europa está luchando una guerra cultural contra las olas de inmigrantes. Europa no abrirá sus puertas a los turcos, y Turquía debe decidir a dónde se dirige.

El intento turco de cortejar al mundo musulmán sunita está condenado al fracaso. Los árabes detestan a los turcos, en tanto que el recuerdo del duro tratamiento del Imperio Otomano otorgado a sus súbditos árabes aún no se ha desvanecido. Incluso la Hermandad Musulmana, durante su breve gobierno en Egipto, rechazó sus lazos con Turquía. Esto sigue siendo cierto hoy en día, cuando no hay ningún baluarte real de la Hermandad en ninguna parte del mundo árabe.

El ataque de Erdogan a Israel sobre la cuestión palestina puede haber sido parte de un esfuerzo por conquistar a los países árabes, pero este intento probablemente fracasará. Turquía puede ser capaz de satisfacer las necesidades de Hamas; pero no tiene ninguna posibilidad real de materializar sus aspiraciones de liderazgo sunita, aunque sólo sea porque fue el último imperio sunita. El sueño de un califato turco no se hará realidad porque ningún árabe quiere que Ankara sea la sede del liderazgo.

Turquía también se enfrenta a un período económico difícil. Mientras que la economía ha crecido bajo Erdogan, Turquía necesita enormes inversiones para continuar con el impulso; pero el cambio en la naturaleza del régimen es poco probable que atraiga a los inversionistas extranjeros. Es difícil predecir cómo el gobierno de Erdogan lidiará con la presión económica, pero tendrá dificultades para culpar a otros después de eliminar a la oposición. El gobierno es ahora el único responsable de la economía de Turquía.

Es importante destacar que tanto en el fracasado golpe como antes del referéndum constitucional, Israel no fue mencionado en Turquía como un elemento negativo, y cualquier acusación en su contra se centra en la cuestión palestina. Si bien hay espacio para una respuesta apropiada y medida, eso no debe hacerse personal. No debe permitirse que se socave ni los intereses compartidos de los dos países en los campos de la economía y la energía ni su deseo mutuo de frenar las aspiraciones regionales de Irán. Debemos avanzar con cautela, determinación y sin ilusiones. Sería mejor si las cabezas más frías prevalecen.

Fuente: BESA Centro de Estudios Estratégicos Begin Sadat

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