Elías Farache S.
Bajo la premisa que Israel es una potencia y su supervivencia está asegurada, se permiten excesos en las relaciones con quienes no cejan en sus intenciones de minar al Estado Judío.
Los palestinos sostienen dos enclaves separados uno del otro. La Autoridad Nacional Palestina rige en la Margen Occidental, y tiene relaciones con Israel que de alguna manera se traducen en colaboración respecto a temas de seguridad. No se puede decir que las relaciones sean muy cordiales, pero comparadas con las del segundo enclave, se pueden considerar aceptables. Este segundo enclave es Gaza, separado desde el 2006 de la ANP y regido por Hamas. Mantiene una posición de no reconocimiento, no paz y no conversaciones con Israel. Cada cierto tiempo, lanza andanadas de cohetes contra Israel y desata una reacción que destruye su propia infraestructura.
En las últimas semanas, una serie de atentados personales y suicidas han sacudido a Israel. Apuñalamientos de civiles en medio de la calle. Atropellamientos, piedras. La autoría se esconde, pero se sabe quién está detrás de ello o con quienes se identifican los autores materiales. Algunos atribuyen la ola de atentados a una campaña de Hamás tendiente a demostrar quien tiene el control y representación de la causa palestina, sin que las acciones provengan de Gaza directamente. Ante estas circunstancias, pareciera que Israel, la ANP y Hamás se terminan haciendo la vista gorda. Israel no quiere declarar una emergencia que atente contra su coalición de gobierno formada por una variada constelación de partidos disímiles, la ANP no asume ninguna responsabilidad sobre ciudadanos que están bajo su autoridad y Hamás no quiere involucrar a Gaza para evitar una represalia israelí. Todos se hacen la vista gorda.
Hace unos días, el ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, recibió en su casa de Rosh Hain al presidente de la ANP, Mahmoud Abbás. Se supone que trataron temas de seguridad de importancia vital para Israel. Gantz es el líder de un partido que forma la coalición. Hace unos meses, la gente de Meretz, otro partido de la coalición se reunió en Ramalla con Abbás. Curioso que esto ocurre mientras Abbás insiste en demandar a Israel ante la Corte Penal Internacional de La Haya, y sin el aparente apoyo del primer ministro y su partido Iamina, ni de otro partido de la coalición, la Nueva Esperanza de Guidón Saar. Todos se hacen la vista gorda al respecto. En definitiva, si el objetivo de evitar atentados se consigue, pareciera una omisión calculada.
Justo unos días luego de su encuentro con Gantz, Abbás acusó en un discurso público a Israel de terrorismo organizado y limpieza étnica, en el marco de la celebración del primer atentado de Al Fatah contra objetivos israelíes hace 57 años. Ante las acusaciones y actitud de Abbás, en franca contradicción con el espíritu del encuentro de unos días antes, todos se hicieron la vista gorda.
Cuando se reclama a Israel para resolver el conflicto palestino-israelí, no se menciona la dificultad que significa que haya dos enclaves palestinos que son enemigos de Israel y enemigos entre sí. Los americanos, europeos y rusos se hacen la vista gorda al respecto, arrojando sobre Israel una responsabilidad cuya totalidad no le corresponde por mucho.
Hacerse la vista gorda constituye una estrategia de Israel para evitar mayores problemas. Una política de apaciguamiento para con sus enemigos, a los cuales se les permiten excesos físicos y verbales para evitar peores excesos en principio. Si los resultados estuvieran a la vista, la vista gorda sería una fina estrategia. Pero no siempre ocurre y los políticos israelíes, estén en la coalición de gobierno o en la oposición, terminan por hacer un ridículo calculado pero desagradable.
Las circunstancias entre Israel y los palestinos han sido siempre muy complicadas. Hacerse la vista gorda requiere de una vista muy fina respecto a todas las aristas del conflicto.