¿Un verano caliente?

Un fantasma recorre Europa, y no es el fantasma del comunismo como nos prometió Carlos Marx, sino el espectro del islam radical. Basta con mirar en todos los aeropuertos del viejo continente, que la férrea vigilancia policial no apunta a los “rojos” sino -aunque no lo digan en voz alta- a los pasajeros en tránsito con perfil medio oriental.
En la región, la versión radical chií del islam parece haber centralizado la multiplicidad de la insurgencia bajo la hegemonía militar centrípeta de la Guardia Revolucionaria iraní. En su versión sunita aparenta haber propiciado, bajo el aspecto centrífugo de una heterogeneidad de organizaciones jihadistas, la guerra civil.
A pesar de que Hamás desalojó a la Autoridad Palestina de la Franja de Gaza bajo un sangriento golpe, en 2007; Israel aún no ha decidido su estrategia hacia el grupo extremista islámico. El Estado judío se retiró unilateralmente de Gaza, en 2006; y a pesar de que parece haberse arrepentido, no muestra ningún interés en volver.
Habitualmente, en Occidente, esta época del año suele ser el tiempo propicio para la ritual peregrinación masiva hacia las playas. Pero los fundamentalistas, de todos los colores, aborrecen el hedonismo y la exhibición “narcisista” de los cuerpos.
De cualquier manera, la escalada de tensión no parece sosegarse. La Radio de Israel reporta que Hamás ha conseguido decenas de cohetes cargados con cientos de kilogramos de explosivos, pero de un alcance de apenas unos pocos kilómetros – como los proyectiles de mortero- lo que hace muy difícil su intercepción para el sistema de identificación y disparo de las baterías antimisiles de la Cúpula de Hierro.
Si a eso se le añaden las declaraciones del líder de Hamás, Khaled Mashaal, acusando a Israel de haber cambiado las “reglas del juego”, tras el asesinato de un alto cabecilla del grupo terrorista, y prometiendo venganza, entonces, hay indicios para pensar de que después de todo podríamos llegar a tener un verano muy caliente.
Pablo Sklarevich