Destrucción en Mariupol por ataque aéreo ruso

El conflicto ha entrado en una fase de lo que se denomina en el argot militar como guerra de desgaste.

por Ricardo Angoso

La guerra de desgaste en los frentes de Ucrania está servida. Mientras que la tan cacareada y anunciada contraofensiva ucraniana avanza muy lentamente en todos los frentes, Rusia ha pasado de estar a la ofensiva y conquistar nuevos territorios a simplemente aguantar numantinamente en las plazas conquistadas hasta ahora. En esta posición defensiva, Moscú espera mantener bajo su control los cuatro distritos que oficialmente ya se ha anexionado y que el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció como irreversiblemente rusos en octubre del año pasado. 

Las regiones anexadas, que suman casi 15% del territorio de Ucrania, incluyen Donetsk y Lugansk, en el este, y Jersón y Zaporiyia, en el sur. Si incluimos a estos territorios la península de Crimea, que fue anexionada por Rusia en el año 2014 en contra del derecho internacional y numerosos acuerdos firmados, el territorio ucraniano bajo control ruso llegaría al 25% de la base territorial de Ucrania, algo más de 140.000 kilómetros cuadrados.

Putin pretende imponer en una previsible mesa de negociaciones un duro ajuste territorial a Ucrania, sustrayendo de estos territorios y su salida al mar Azov, y anexionarse estos territorios para dejar en la escena internacional a Ucrania como un actor tullido, derrotado y humillado, tal como ya hizo en el pasado con Georgia y Moldavia y, en cierta medida, con Armenia. Para el máximo líder ruso, no hay término medio ni tonos grises; o la derrota total del enemigo o la guerra hasta el final.

PUTIN CONTINUARA LA GUERRA SIN RASTROS DE OPOSICION A LA MISMA

Animado por los halcones del Kremlin, que lidera el ex presidente Dmitri Medvédev, Putin no está dispuesto a hacer concesiones a sus enemigos y menos sentarse a negociar con ellos por ahora, en la creencia de que la victoria está cerca y que en esta guerra de desgaste Rusia se acabará imponiendo finalmente, bien porque el cansancio occidental empujará a buscar un acuerdo con Rusia, aún a riesgo de la pérdida de los territorios ya citados por parte de los ucranianos, o porque el ex presidente Donald Trump acabe ganando las próximas elecciones presidenciales y se acabe sacrificando a Ucrania en el altar de la realpolitik.

En este juego tan arriesgado por parte de Putin, juega un papel fundamental el ya citado Medvédev, un genuino representante de la nueva nomenklatura rusa conformada por arribistas, empresarios de dudosa trayectoria, ex agentes del antiguo KGB y auténticos mafiosos como él mismo, y quien anima abiertamente a una confrontación con Occidente sin descartar el uso de armas nucleares para doblegar a los que considera como “enemigos” de Rusia. Sin apenas oposición interior, con el control absoluto de todos los medios de comunicación y aplastando todo atisbo de disidencia, Putin puede continuar esta guerra por mucho tiempo y sin ningún coste político para él. Ya ha anunciado que quizá volverá a reelegirse en el 2024 y no parece que nadie en la escena política rusa vaya a osar desafiarle por ahora. Es un perfecto y calculador estalinista a la altura de su maestro.

El éxito de la política de Putin, y su omnímodo poder alcanzado en estos años, procede de la utilización del miedo y el terror como armas contundentes frente a sus oponentes, tal como ha hecho con el disidente Alekséi Navalni, al que envenenó y después envió a una de las más oscuras mazmorras rusas. Encarcelando, envenenando, torturando o sometiendo a inhumanos regímenes carcelarios a centenares de disidentes rusos, Putin ha logrado doblegar a millones rusos y ha convertido a Rusia en una gran ergástula en donde reina el silencio y la obediencia absoluta.

Por tanto, la guerra de desgaste, con incontables vidas humanas ya segadas en el camino y la destrucción material de Ucrania, continuará. Es una batalla muy parecida a la de Verdún (1916), en la Primera Guerra Mundial, en la que se inmolaron miles de alemanes y franceses sin grandes avances en los frentes de batalla y sin que la misma significara un cambio estratégico decisivo para ninguno de los dos bandos en la contienda.

Pese a cierto tono triunfalista del presidente ucraniano, Volodímir Oleksándrovich Zelenski, los informes más objetivos acerca de la contraofensiva ucraniana señalan que en la misma las fuerzas de Kiev apenas habrían arrebatados unos 500 kilómetros cuadrados y una docena de aldeas de escasa importancia a los rusos. Las fuentes de inteligencia norteamericanas y británicas señalan los “escasos” avances ucranianos y la tenaz resistencia rusa, que tuvo el tiempo suficiente para fortalecer sus defensas, cavar trincheras y sembrar de miles de minas en los territorios ahora en disputa.

Pero si en el terreno militar no se detectan novedades ni grandes cambios, en los frentes político y diplomático tampoco se perciben acuerdos ni avances tangibles, al menos en el corto plazo. La reciente conferencia de paz organizada por Arabia Saudita en Yeda ha demostrado el total desprecio de Rusia por estas iniciativas, atacando brutalmente a objetivos civiles ucranianos mientras se celebraba la misma, y la incapacidad por parte de Ucrania por conseguir una “coalición global” que apoye su causa. El reciente enfrentamiento entre Ucrania y Brasil, al apoyar su presidente, Lula, más o menos las tesis de Putin en el conflicto, es un fracaso de la diplomacia de Kiev y un tanto a apuntarse por Moscú, que ya cuenta en la escena internacional con importantes aliados, como la India, Irán, China e incluso Turquía, que juega a dos bandas en esta guerra sin destapar sus cartas.

Tampoco China mueve ficha en esta guerra y las esperanzas de que auspiciaría un plan de paz creíble, justo con las dos partes y políticamente viable, es decir, aceptado por rusos y ucranianos, parecen más que lejanas y se desinflan como un suflé tras ser sacado del horno. Quizá la diplomacia china, que no da puntadas sin hilo, prefiera tener a su ahora aliada Rusia más debilitada y enfrascada en una guerra que verla salir victoriosa y exultante de la misma. El arte de ganar una guerra es hacerlo sin disparar un solo tiro, pensaran los dirigentes chinos, siguiendo la estela de ese gran genio militar que fue Sun Tzu. 

La “guerra de desgaste”, o también llamada de “atrición”, es una estrategia militar que provoca el debilitamiento gradual del enemigo causado por un ataque frecuente y constante. La técnica militar, que consiste en intentos beligerantes de ganar una guerra desgastando al enemigo hasta el punto del colapso a través de pérdidas continuas de personal y material, no sabemos a quién acabará desgastando más en el largo plazo, si a los rusos o a los ucranianos, pero sí sabemos, por haberlo constatado históricamente, es que llevó al colapso del Imperio Austro-Húngaro en la Segunda Guerra Mundial y a la ulterior derrota de la muy imperial Alemania. La pregunta es: ¿quién colapsará antes en este conflicto?

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One thought on “Ucrania, sin novedad en el frente”

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