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Ricardo Angoso

El objetivo final de Putin es la destrucción de Europa para poder subyugarla política y económicamente.

Rusia ya ha comenzado la guerra energética, con el fin de estrangular nuestras economías y ahogar el tejido productivo de Europa, y ahora se apresta a dividir a la Unión Europea (UE) con su activa quinta columna. Putin sabe, o al menos así lo piensa, que lo conseguirá, que solo es cuestión de tiempo. Siempre ha pensado que Occidente es “decadente” y “débil”, mientras que Rusia grande y fuerte. Primero tratará de romper la alianza entre Francia y Alemania, la columna vertebral de la UE, y después de ganarse algunos adeptos desde dentro para destruirla, entre los que cuenta indefectiblemente desde hace años con Hungría.

El patoso de Silvio Berlusconi, que le aguó la fiesta a la derecha en su puesta en escena como gobierno de la nación de la mano de Giorgia Meloni, siempre tiene el don de destruir con sus palabras lo que a fuerza de trabajo y tesón han construido sus colaboradores. Nada más pasar las elecciones, en que su partido Forza Italia trabajaba duro para conseguir puestos de alta responsabilidad en el gobierno y también se presentaba en Bruselas ante los populares europeos como una fuerza seria y creíble, se conocieron los audios de Berlusconi en los que ensalzaba la figura de ese criminal de guerra que funge como presidente de Rusia, Vladimir Putin. Berlusconi, un tipo abyecto y deplorable donde los haya, llegó a culpar al presidente ucranio, Zelensky, de la guerra y se refirió al genocida ruso como un “hombre de paz».

El problema no es solo Berlusconi, sino que cierta derecha y una buena parte de la izquierda no socialdemócrata le sigue el juego a Putin y comparte, casi al pie de la letra, la partitura que ha compuesto el máximo líder ruso. Aseguran, casi con el mismo tono falsario y cínico, que los ucranios son unos fascistas sin excepción (todos), que la OTAN ha provocado a Rusia extendiendo sus fronteras hacia el Este de Europa, que la UE, por seguidismo a los Estados Unidos, ha caído en la trampa tendida por Washington y  se ha implicado en una guerra que no es la suya enviando armas a Ucrania. Incluso, algunos, llevados por las simpatías personales hacia el líder ruso, al que visitan  y agasajan, como Orbán, han pedido a la UE que retire las sanciones a Rusia y se oponen a implementar nuevas. Confunden, además, al atacado (Ucrania) con el atacante (Rusia) y en su perversión intelectual y ética los ponen en la misma altura moral a ambos.

Mientras estos movimientos a favor de Putin se multiplican, como por ejemplo en España, donde Unidas Podemos se opone al envío de armas a Ucrania y se niega a condenar todavía a Rusia, el Ejército ruso sigue machacando a las ciudades y pueblos ucranios, destruyendo sus instalaciones energéticas y atacando objetivos civiles. La guerra contra Ucrania, como también contra Europa, es una guerra híbrida en la que se emplean todos los medios para destruirnos.

LA GUERRA HIBRIDA RUSA CONTRA EUROPA

Habiendo generado el terror contra los civiles y destruyendo todas las infraestructuras, incluidos hospitales, puentes, centrales eléctricas y canalizaciones para el agua, la guerra de Putin ha provocado la salida de casi quince millones de ucranios, que se han desplazado mayoritariamente hacia Polonia, Rumania, Moldavia, Alemania y Hungría. Putin pretendía crear el caos en nuestras fronteras y desestabilizar nuestros países, que se verían supuestamente desbordados por esta riada humanitaria, pero no lo ha conseguido y Europa, más concretamente la UE, ha estado a la altura de las circunstancias y ha sabido dar una respuesta coordinada. Tiro errado, camarada Putin. 

En lo que respecta a la guerra energética, apenas acaba de comenzar y ya empieza a generar grandes estragos en nuestros países, pero lo peor aún no ha llegado, ya que viene el invierno y es de suponer que nuevamente habrá subidas de la luz y el gas. Miles de negocios no aguantarán y seguramente echarán el cierre, mientras millones de personas en todo el continente verán reducido su poder de compra y aumentarán las desigualdades y la pobreza, causando también la presión en las calles fruto del descontento, tal como quiere Putin. Cuánta más caiga la calidad de vida de los europeos, más crecerá la presión ciudadana contra sus gobiernos y, por ende, contra la UE, a la que culparán, seguramente, de todos sus males por las sanciones que no parecen hacer mella a Moscú ni ablandar a Putin. 

La estrategia final de Putin pasa, finalmente, por extender el caos total en Europa; debilitar a la UE como actor internacional; desacreditarla como una “colonia” frente a unos Estados Unidos que la utiliza a su antojo; desangrarla con unas sanciones frente a Rusia que le dañan en su comercio y con la crisis energética obvia que padecemos por no habernos desprendido de nuestros “amigos” rusos hace tiempo; y, finalmente, poner de rodillas a Ucrania de cara a una futuras negociaciones, en las que tratará de imponer unas condiciones leoninas, tales como perder para siempre la anexionada Crimea y las regiones del Donbás, ya también declaradas anexionadas por Moscú.

RUSIA APUNTA A LOS BALTICOS DESPUES DE HABER SOMETIDO A LA PERIFERIA

Además, Rusia no pierde de vista a los tres países bálticos -Lituania, Letonia y Estonia- y a Polonia, a los que siempre ha considerado su periferia y esfera de influencia, presentando como una afrenta injustificable su entrada en la OTAN y la UE, y a los que amenaza de forma permanente, bien directamente o utilizando a su Estado vasallo, Bielorrusia, para generarles problemas en sus fronteras tolerando masivas oleadas migratorias. 

Si no existieran la UE y la OTAN, Rusia ya habría atacado de alguna forma estos países, tal como ha hecho desde el final de la URSS arrebatando territorios a Georgia, Moldavia, Ucrania e incluso Azerbaiyán, donde instaló un contingente de paz en Nagorno Karabah que no se irá por décadas. Sin estos dos mecanismos de seguridad colectiva europea, la OTAN y la UE, los rusos habrían llegado hasta Gibraltar en un paseo militar sin resistencia hace años. 

Nunca en su larga historia, desde los tiempos de la CECA nacida como futura matriz de la UE actual entre Francia y Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, los europeos habían afrontando un desafío tan inmenso como el que ahora tienen ante sí, en que nos jugamos nuestro futuro como unidad política y económica, junto con el bienestar y prosperidad alcanzados, frente a un enemigo brutal, despiadado y criminal, tal como ahora estamos viendo en la guerra de agresión contra Ucrania. Europa es el objetivo final de Putin en esta guerra, que nadie lo olvide, y la derecha estúpida que lo jalea y la izquierda cínica que lo apoya, en parte por su odio ciego a los Estados Unidos, no deberían de perder de vista aquello que decía Lenin  de que “los capitalistas nos venderán la soga con que los ahorcaremos”. ¿Serán capaces algunos europeos de venderles la soga a los rusos con la que nos ahorcarán? Berlusconi y Orbán, desde luego, que sí. 

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3 thoughts on “Putin contra Europa”
  1. Las dudas de la izquierda tenian y tiene sus motivos muy concretos, no hay cinismo ni dobleces. No era cuestión de saltar de alegría por la invasión a Ucrania y enviar armas como si fueran chocolates, para enfrentar a los rusos. La izquierda tiene una responsabilidad muy grande y hay situaciones que requieren pensar las consecuencias. Tampoco es que Ucrania sea un modelo de democracia que haya resuelto los problemas que dejó el comunismo con sus oligarcas prorusos y pro-ucaranianos enfrentados por el pastel. Este conflicto empezó a gestarse entre las clases dominantes de Ucrania por repartirse el botin que dejó la caida de la URSS, mucho antes que el conflicto pasara las fronteras y metiera a Europa en este fangal.

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