Vayakhel Pekudey, Parashat Hajodesh

12 marzo, 2021
La mesa puesta, lista para la cena de shabat; se aprecian la copa del kidush, los panes cubiertos y las Velas de Shabat. - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0 - Crzrussian

El Sutil Equilibrio entre Trabajo y Reposo.

La primera parte de la lectura de esta semana comienza cuando Moshé reúne a toda la comunidad de Israel y le ordena el precepto que para muchos de nosotros es la esencia del judaísmo: “Durante seis días se trabajará, pero el día séptimo será sagrado para vosotros, día de descanso completo en honor de .A.» (Shemot 35:1-3).

El hombre debe cesar su interferencia creativa en el orden natural (la definición de la Halajá de melajá o trabajo), y mediante este acto de renuncia demostrar su conciencia de que la tierra es del Señor y que, por lo tanto, el hombre tiene la responsabilidad moral de rendir cuentas a su Dueño.

El versículo citado nos da a entender la necesidad de establecer una coexistencia mutuamente respetuosa entre el hombre y su entorno a partir que los  seis días de trabajo le fueron dados al hombre para llevar a cabo la comisión de «someter» al mundo, para imponer a la naturaleza su talento creativo.

La forma en la que actuamos y nos abstenemos de actuar define cómo entendemos nuestro lugar en el mundo frente a nuestro Creador.

El rabino Samson Raphael Hirsch, sabio del siglo XIX, comenta sobre este versículo: “El Shabat es la escuela para enseñar el reconocimiento de todas las demás criaturas además de uno mismo como hijos y objetos del mismo Creador; y esta liberación de todas las criaturas del dominio del ser humano es uno de los objetivos del sábado, tal como se expresa claramente «Seis días harás tus trabajos, y el séptimo descansarás, para que reposen tu buey y tu asno, y tengan un respiro el hijo de tu sierva y el forastero» (Comentario de Éxodo 32:12)”.

En Shabat dejamos de trabajar, dejamos de viajar, dejamos de crear. Los Diez Mandamientos afirman sobre el Shabat que «No realizarás ningún tipo de melajá»  (Éxodo 20:10).  El rabino Hirsch, en su comentario sobre este versículo, explica que el esfuerzo físico no es uno de los criterios básicos de la palabra melajá. Según la Torá, si uno levanta un mueble pesado en Shabat, no es culpable de violar la prohibición de la melajá, aunque tal actividad no está necesariamente de acuerdo con el espíritu del Shabat. Sin embargo, si uno arranca una hoja de un árbol o planta una semilla en la tierra, entonces ha violado el mandato de no realizar la melajá en Shabat.

Un estudio de la halajá (ley judía) revela que la definición de trabajo en Shabat es una actividad en la que una persona transforma cualquier cosa en el entorno para su propio uso, como comida, ropa o refugio. La observancia del Shabat (tomar un día a la semana en el que no transformamos la naturaleza en absoluto) tiene el potencial de alterar el sentimiento de una persona de tener un control creativo y tecnológico sobre la naturaleza. El rabino Hirsch explica que el Shabat fue dado al pueblo judío «para que no se vuelva arrogante en [su] dominio» de la creación de Dios … un judío «debe abstenerse en este día de ejercer su dominio humano sobre las cosas de la tierra, no debe poner su mano sobre ningún objeto con el propósito de dominio humano, es decir, para emplearlo para cualquier fin humano; debe, por así decirlo, devolver el mundo prestado a su Divino Dueño para darse cuenta de que le ha sido prestado”.

Este mensaje de Shabat es muy necesario en la sociedad occidental de hoy, en la cual, no solamente en tiempos de pandemia, las personas han perdido el límite de la jornada laboral e incluso llevan sus teléfonos inteligentes a los lugares más íntimos no sea que tarden unos minutos demás en contestar alguno de los mensajes de sus jefes o sus compañeros de trabajo, enajenándose totalmente al trabajo, después de desarrollar una dependencia enfermiza a los medios electrónicos.

Para peor, el estilo de vida de hacer sin tener en cuenta el ser, de transformar el mundo natural sin tomarse el tiempo para reflexionar sobre el valor de esa transformación, está cobrando un precio ambiental en el planeta. La sociedad que menos descansa y refleja es la misma sociedad que más extrae y consume. Este dominio de la tierra sin la suficiente contemplación de sus consecuencias ha producido una destrucción ecológica a nivel local, regional y global.

Moshé sin embargo sugiere que nuestro trabajo en el mundo antes y después del Shabat no es menos importante que el Shabat mismo. “Durante seis días se trabajará» es una orden de suma importancia.

La primera mitzvá que articula Moshé después del monte Sinaí es que debemos dedicarnos al trabajo durante seis séptimos de cada semana. En la medida en que Shabat es un llamado a descansar un día a la semana, también es un llamado a la acción los demás días.

Según Rashí, Moshé antecede su discurso sobre el Mishcán con una advertencia sobre el Shabat para recordarnos que éste no reemplaza al Shabat e ilustra lo que no debemos hacer en Shabat. De hecho, los sabios derivaron las 39 acciones prohibidas en Shabat directamente de los 39 actos de trabajo involucrados en la creación del Mishcán.

Según el Midrash, el Mishcán es un microcosmos del mundo entero. El proceso de construcción descritos en Vayakhel y Pekudey nos invita a dedicar niveles igualmente altos de atención y espíritu a nuestra propia melajá (trabajo) en todo momento. Debemos tomarnos muy en serio nuestro trabajo durante la semana. La piedad no es solo un reflejo de lo que observamos, sino también de lo que construimos.

Por ello, quienes buscan pretextos para no crear en los días de semana en los que se nos ordena trabajar, e incluso ser socios de la Creación para completar la labor iniciada el día uno, no pueden comprender ni cumplir con el sutil equilibrio entre Melajá, como definiéramos renglones arriba y Menujá, ese estado perfecto de descanso, sosiego, paz, placidez y gozo.

Quienes se niegan a trabajar en días de semana esperando que los mantengan, se perjudican no menos que quienes no son capaces de desconectarse una vez por semana y desenchufar los electrodomésticos que no se dejarán encendidos durante Shabat; los enrutadores inalámbricos, las microondas, los teléfonos, para relacionarse con el mundo natural.

Es hora de nuevos equilibrios, ya previstos en la Torá, antes que sea demasiado tarde para la humanidad.

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