Niños de jardín de infantes en Gaza en su ceremonia de graduación. (Youtube)

Elías Farache S.

La vida del país transcurre, desde su fundación misma, entre momentos de cierta tranquilidad y otros de presión extrema que se enfrentan con mucho sacrificio de la población en general.

En los días finales del 2021, se vive la nueva ola de la pandemia. Ya van dos años de severas limitaciones en todos los aspectos de la vida diaria. Cierres, confinamientos, campañas de vacunación, máscaras en todos los ambientes. Suspensión de eventos, debacle económica y cambio total de las rutinas cotidianas. Es una ola que ataca a toda la humanidad. A unos países antes que otros, pero todos están en la lista. Mal de muchos, consuelo de tontos. De alguna manera, Israel tiene cierto alivio al saberse uno más de los países que sufren el drama, no ser el protagonista de este.

Otra ola menos universalista y también peligrosa parece desatarse en Israel en las últimas semanas. La frecuencia de atentados contra civiles en diversos sitios de la limitada geografía israelí ha cobrado víctimas mortales en eventos que recuerdan los incidentes más tristes y desagradables de años atrás. El gobierno, y en general la opinión pública, no ha querido calificar esta serie de atentados como una nueva ola de terrorismo. El término ola es temido, y sus connotaciones en cuanto a las implicaciones respecto al conflicto palestino israelí sencillamente desoladoras.

El gobierno de Israel se conforma por una coalición de partidos con visiones muy encontradas en temas muy álgidos. Sin embargo, se mantiene operativo y haciendo esfuerzos por lograr ciertos cambios, y, ante todo, mantener la coalición. Uno de los factores que permite la permanencia de la coalición, es el apoyo de partidos árabes en forma directa o indirecta. Y es cierto que, en esta coalición de gobierno, por primera vez en la historia de Israel, sectores de la dirigencia árabe han antepuesto sus temas de agenda social a los del conflicto. Está por verse que tan positivo resulte esto para los israelíes todos: judíos, árabes y demás.

Es un problema de idiosincrasia en el Medio Oriente que las posiciones de tolerancia y de apaciguamiento sean tomadas como muestras de debilidad. El actual gobierno de Israel tiene una imagen de tolerancia que lo diferencia del anterior. Aunque no haya cedido espacios importantes ni claudicado en principios básicos, se percibe un espíritu conciliador en apariencia. Muchos son los que atribuyen los atentados de los últimos días a una falsa percepción de debilidad. Resulta lamentable que ello sea cierto.

Israel tiene un serio problema de seguridad cuando se desata una ola de atentados. La población en general se vuelca a pedir de su gobierno las acciones necesarias para que haya precisamente seguridad. Las medidas que se toman dejan de tener un tinte político o ideológico. Se actúa para defender a la población de una agresión que pretende minar el espíritu de la nación, y lograr objetivos que terminan convirtiéndose en mucho menos alcanzables.

Las varias olas de atentados contra civiles en al pasado, han sido repelidas. Sus autores intelectuales y materiales han sido derrotados una y otra vez, y las metas que se trazaron no se lograron. Han perpetuado el conflicto y alejado las soluciones sensatas que beneficiarían a todos. Si se desata una ola de atentados, Israel se ha de sentir sola en su lucha contra ello, pero también ha de salir victoriosa. Porque, en definitiva, no tiene otra opción al respecto.

Mientras el mundo se enfrenta a una ola de pandemia, Israel trata de combatir esa ola común y otra que le atañe a ella solamente. Hay ola y otras olas…

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