Manifestaciones, pronunciamientos … y algo más

Benjamín Netanyahu Foto archivo: President.gov.ua CC BY vía Wikimedia Commons

Benito Roitman

El año 2023 ha comenzado, para Israel, con la instalación de un nuevo gobierno, que desde el inicio ha sido calificado -con razón- como el de más de derecha en la historia del Estado. Se trata, como es sabido, de un gobierno encabezado una vez más por Benjamín Netanyahu como jefe del Likud -el partido mayoritario- acompañado por los dos partidos líderes de la ultra ortodoxia judía y por una vociferante extrema derecha (auto caracterizada como sionista nacionalista religiosa y abiertamente promotora de la supremacía judía).

Nadie se hace ilusiones. La coalición que ha tomado las riendas del  gobierno no se propone buscar soluciones a los problemas que arrastra la sociedad israelí, entre los cuales una rápida -e incompleta- enumeración incluye los siguientes: la persistencia del conflicto israelí-palestino y la continuidad de la ocupación “temporal” de Cisjordania y Gaza; el alto costo de vida y las dificultades de acceso a la vivienda propia; el conflicto con Irán, las divisiones internas en términos étnicos, religiosos e ideológicos; el eventual deterioro de las instituciones democráticas en aras de una supuesta supremacía judía; las carencias y restricciones de una educación dividida en bloques; la sistemática caída del gasto público como porcentaje del PIB en una economía desarrollada como la israelí…

No, Israel no está sólo en esto de los problemas. La realidad internacional apunta a una constelación de países que sufren de manera creciente fuertes conflictos internos; los casos de Argentina, Brasil, Italia, India, los Estados Unidos, para citar sólo algunos, son ejemplos de ello. Parecería sin embargo que en Israel las divisiones asumen un carácter más complejo, con la permanencia de enfrentamientos étnicos, religiosos, nacionales, ideológicos, económicos y culturales, alimentados por la persistencia de rasgos propios de las diversas comunidades que en su conjunto conforman la sociedad israelí (¿o más bien la deforman?; recuérdese el discurso sobre las cuatro tribus del entonces presidente de Israel, Reuven Rivlin, en el 2015). Y es así que, al menos hasta el momento, el anhelado “crisol de diásporas” que esta sociedad se prometiera a sí misma -y que tanto anunciaran Moisés y los profetas- sea todavía una asignatura pendiente.

Pero además, el recién estrenado gobierno viene mostrando desde el comienzo una dinámica que lo diferencia notoriamente de los gobiernos anteriores: su decidida disposición a romper con el estatus quo vigente , tanto en materia de separación de poderes (las propuestas legislativas y reglamentarias en proceso, conducentes a reducir decisivamente las atribuciones del poder judicial en beneficio del ejecutivo), como en términos políticos, al proclamar abiertamente su intención de anexar los territorios ocupados, como en las declaraciones sobre la esperada vigencia de la legislación halájica (correspondiente a la ultra ortodoxia religiosa judía) en el curso de la vida cotidiana.

Quisiera ser claro con relación a esa dinámica. En numerosas oportunidades me he referido a la persistencia del estatus quo en Israel como una rémora que requiere ser superada; pero en ese contexto, dicha superación implicaba -e implica- la iniciación de negociaciones serias para alcanzar la paz, dar término a la ocupación  y avanzar en el establecimiento de dos estados entre el Jordán y el Mediterráneo, así como comenzar a dar pasos positivos en materia de separación de Estado y religión, entre otras cosas (entre las cuales un modelo económico más igualitario ocupa un lugar prioritario).

Sin embargo,  para el flamante gobierno actual la ruptura con el estatus quo se da en una dirección totalmente opuesta, que conlleva substituir la “temporalidad” de la ocupación de los territorios por su anexión lisa y llana, que busca acallar la “molesta” injerencia del Poder Judicial en las decisiones del Poder Legislativo (siendo que este último es cada vez más un mero apéndice del Poder Ejecutivo) a través de la aprobación de leyes que impidan al Poder Judicial servir de contrapeso a eventuales arbitrariedades del gobierno, que pretende avanzar en la imposición de la Halajá como fuente de legislación, en un marco de supremacía judía que ignora y se lleva por delante todos los valores vinculados con la existencia del “otro”.

Ciertamente, la sociedad israelí -una parte creciente de ella- está reaccionando con fuerza frente a la andanada de propuestas y anuncios del nuevo gobierno, en particular a aquellos referidos al amordazamiento del Poder Judicial, tanto en referencia a la legislación que pretende restringir la capacidad de la Suprema Corte de anular leyes y disposiciones gubernamentales, como a la que propone incluir una cláusula de anulación, con mayoría simple de la Knéset, que mantenga vigentes las disposiciones que hubiese anulado la Suprema Corte, así como  a la modificación propuesta para elegir a los jueces, que otorgaría ese control al gobierno. Las manifestaciones populares se vienen sucediendo e incrementando, y en esta ocasión están siendo acompañadas por pronunciamientos públicos de empresarios y trabajadores (en particular de los sectores de alta tecnología), de economistas y personalidades destacadas en el área de seguridad, intelectuales y artistas, educadores, sindicalistas.

Estas manifestaciones y estos pronunciamientos se centran en las denuncias de los rasgos antidemocráticos de las propuestas del nuevo gobierno y de su sesgo antiliberal, y en el reconocimiento que de ser llevadas a cabo irán destruyendo inevitablemente el carácter de la democracia israelí, dejando en manos del gobierno la posibilidad cierta de manejar a su antojo los poderes del Estado, de manera dictatorial y sin contrapesos. En este sentido, no deja de señalarse el paralelismo entre este proceso en Israel y el que viene dándose en países como Hungría, Polonia y Turquía, con énfasis en los eventuales perjuicios económicos que causarían los programas de reforma judicial del nuevo gobierno, al arriesgar una calificación a la baja del crédito del país y una disminución del interés por invertir en Israel, así como una inminente fuga de cerebros y disminución en las actividades de alta tecnología, como consecuencia de un debilitamiento del sistema judicial y por ende de su capacidad para regular de manera adecuada las actividades productivas.

Bienvenidas sean estas manifestaciones y estos pronunciamientos. Esta sociedad -o al menos una parte de ella- está mostrando que ya no está dispuesta a aceptar de manera acrítica las resoluciones del gobierno y sale a protestar públicamente contra ellas, lo que es una de las formas que -todavía- están al alcance de la ciudadanía israelí en el marco de las reglas de juego de una democracia.

Sin embargo, lo que está mayormente ausente en estas protestas es el tema de la ocupación de los territorios, y de manera más general, el del conflicto israelí-palestino. Y esa ausencia es más notoria si se toma en consideración que las percepciones sobre el avance de posibles soluciones al conflicto, tanto por parte de árabes como de judíos, se encuentran en sus niveles más bajos, Así lo muestran  los resultados de una encuesta llevada a cabo en diciembre del 2022, llamada “El pulso Palestino-Israelí: una encuesta conjunta” y que viene realizándose al menos desde el 2016 por el Centro Palestino de Investigación de Encuestas y Política en Ramallah y por el Programa Internacional de Resoluciones y Mediación de Conflictos de la Universidad de Tel Aviv. Y los resultados de esa encuesta muestran, entre otras cosas, que el apoyo a una solución de dos estados habría caído significativamente tanto por parte de los palestinos como de los judíos israelíes (aunque se mantendría alta y estable entre los israelíes árabes). Es con el telón de fondo de estas percepciones, que apuntan a una mutua desconfianza que los extremismos se encargan de alimentar, que se están agravando los episodios de violencia que se viven cotidianamente, tanto dentro como fuera de los límites de la línea verde (si es que hablar de la línea verde tiene aún sentido).

Bienvenidas sean, una vez más, las manifestaciones y pronunciamientos contra la andanada de “reformas” antidemocráticas que el actual gobierno de Israel ha hecho públicas y que pretende aprobar. Pero es preciso tener presente que enfrentar y rechazar esas propuestas es una condición necesaria pero no suficiente para avanzar hacia un (¿utópico?) futuro de paz. Porque si esos rechazos lograsen bloquear esas “reformas”, sin ir más allá, el probable resultado sería el mantenimiento del (o el regreso al) estatus quo actual, con lo cual se evitarían las arbitrariedades de las “reformas” antidemocráticas, pero  sin avanzar hacia  soluciones de fondo en el largo conflicto israelí-palestino.

Esto me lleva a recordar el viejo cuento en el que un pobre judío pide consejo a su rabino de cómo superar la estrechez en la que vive con su familia y éste le recomienda meter a su cabra dentro de la casa. El pobre acepta la sugerencia, pero le comenta luego al rabino cuanto más difícil es ahora la situación. El rabino le ordena entonces sacar la cabra de la casa; y al hacerlo el pobre se siente mucho mejor. Algo de eso podría suceder aquí: que se mantenga el estatus quo actual, con un suspiro de alivio de las mayorías por el logro alcanzado.

Porque las movilizaciones actuales en Israel, importantes como son, tienen todavía un carácter reactivo, y su -necesaria- transformación en un movimiento propositivo, con claros objetivos de cambio en términos de reforzamiento de los valores democráticos, de avances en la realización y culminación de negociaciones de paz y en la construcción de una sociedad tolerante y unida en su diversidad, está aún por verse.

Esa transformación requiere tiempo, requiere nuevos liderazgos, requiere una toma de conciencia social compartida. Y sólo a través de la educación, de un programa y una estrategia educativa que una en lugar de separar, es que esto puede alcanzarse. El clamor del presidente Rivlin por superar el aislamiento de las cuatro tribus, no ha encontrado todavía un eco suficiente. Quizás sea el momento de enarbolar esa bandera. En una reciente nota en The Marker titulada “El Estado de Israel no existe más. La división en cuatro tribus separadas se ha completado”, Meirav Arlazaroff advertía sobre el riesgo real que enfrenta esta sociedad, refiriéndose precisamente a la persistencia de las corrientes educativas de las cuatro tribus que mencionara el presidente Rivlin. Bien vale la pena luchar para superar ese riesgo. El futuro de la sociedad israelí depende de ello.

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5 thoughts on “Manifestaciones, pronunciamientos … y algo más”
  1. este pavo,parece que no se entero,que los aumentos de precios,viviendas etc se dio cuando goberno la izquierda hace poquito y que bibi gano legitimamente,tanto en el partido,como en la nacion….zurdos y basta

  2. Otro articulo, uno mas y van …… , que contienen y expresan, sin ambiguedad alguna, la desesperacion de la zurda israelí por ya no estar en el poder !!!
    Durante los años en que el socialismo «progresista» mantuvo y ejerció el poder creó una densa, costosa, gravosa burocracia ineficiente que le permitiera ejecer sin contrapesos y a su total y entera discrecion las funestas politicas que nos afectan hasta hoy (la entrega de la soberania de parte de Jerusalem a Jordania a cambio de nada, el «tratado» de Oslo, la oferta de tierras x Paz por parte de Ehud Barak, etc), y que, ademas, los protegiera de cualquier tipo de critica a las aciagas y desastrosas politicas internas del gobierno de Bennet, Lapid, Ganz y Abbas (Raa´m) y de exteriores como la sumision a la imposicion de la Waqf en Jerusalem y la humillante y degradante sumision al gobierno de Obama/Biden en el tratado de limites maritimos con Libano (entiendase con Hizbollá), esa es la desastrosa herencia que nos dejó el socialismo «progresista» y que hoy Israel, debe corregir, esa es la obligacion moral y etica del gobierno de Natanyahu, Smotrich y Ben Gvir para presevar el caracter democratico sionista del Estado Judio de Israel, el futuro, las proximas generaciones agradecerán y disfrutaran de los resultados de este gobierno de derechia !!!
    Quiero aclarar que no estoy de acuerdo con todas las politicas de los haredim y ultra ortodoxos en relacion a «quien es Judio» y su rechazo a los Judios reformistas, conservadores, laicos y y y que tampoco estoy de acuerdo con financiar las ieshivot que se niegan a paricipar en la defensa activa de Israel e integrarse al IDF. de todos modos ……
    AM ISRAEL JAI !!
    ISRAEL JAI !!

  3. No hay que olvidarse cuando en el año 2005 entregaron la franja de gasa y Gush Katif. Echando de sus hogares a cientos de familias para darle a los terroristas arabes , y que se gano: nada, que nos tiren misiles y atentados terroristas. A que ocupacion se refiere el autor de esta nota? Habria que tomar de nuevo la franja, y pienso que es el mejor gobierno que tenemos ahora hay que dejarlos actuar y no entorpecer con las manifestaciones de la izquierda

  4. se ve que Roitman la tiene clara. enumera los problemas pero no las soluciones. Con quien hacer la paz, con los arabes de Hamas , con los de la Jihad Islamica, con los Iranies, con los Hermanos Musulmanes, etc.

  5. Sr. Roitman, su predica izquierdista ya cansa !!!
    Está imbuida de un profundo rencor personal hacia Natanyahu en particular y contra todo lo que signifique un gobierno «NO IZQUIERDISTA» en general.
    Sus opiniones y argumentos solo buscan crear caos y divisiones entre el publico, en el periodismo moderno se denomina «FACKNEWS», Ud. hace uso y abuso de la libertad de prensa israeli sin ningun tipo de etica, lo que es moralmente deplorable !!!
    La critica, cuando es constructiva, es bienvenida, es parte integrante de una comunidad sana, construye no destruye !!!
    Sé que las politicas de la zurda se basan en destruir las sociedades democraticas basadas en la etica y la moral judeo-cristiana para despues «construir una sociedad igualitaria» regida por canones establecidos por «El Partido»
    Ya Bastaaaa Sr, Roitman !!!
    Am Israel Jai !!
    Israel Jai !!

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