Los riesgos de la inestable economía internacional

11 julio, 2018

Benito Roitman

En una reciente encuesta realizada en Israel por cuenta de Haaretz, el periódico decano en el país, y cuyos resultados se publicaran y comentaran en su edición del 4 de julio, se preguntaba, entre otras cosas, como se veía la posición de los EEUU en el mundo después de la elección de Trump. El 53% de los encuestados contestó que esa posición se había fortalecido, contra 21% que sostuvo que se había debilitado. Más allá de constatar que esa posición contrasta con la que mantiene una gran parte del mundo (para lo cual alcanza con revisar los resultados de las encuestas internacionales llevadas a cabo recientemente por el Pew Research Center) de las respuestas obtenidas en Israel podría inferirse que el entorno económico global, a los ojos de la sociedad israelí, continúa siendo positivo. En efecto, en la medida que se apuesta al fortalecimiento de los EEUU bajo la presidencia de Trump, cabe pensar que se confía también en alto grado en el apoyo permanente de los EEUU a Israel (y más del 60% de los encuestados afirma que eso es así), lo que puede extenderse al campo económico.
Pero la realidad que campea en el entorno económico internacional, asociada a los cambios de política que están caracterizando las relaciones entre los EEUU y sus antiguos aliados y adversarios –realidad y cambios que la sociedad israelí parecería estar pasando por alto- es más complicada, y puede conducir a la alteración de las reglas de juego vigentes, generando inestabilidades cuyos efectos son difíciles de prever.
Para estimar cómo estos eventuales acontecimientos pueden afectar al funcionamiento de la economía israelí, conviene repasar rápidamente algunos de sus rasgos característicos, Como se sabe, se trata de una economía pequeña –en población y en territorio- y con escasos recursos naturales, con un alto crecimiento anual promedio por habitante. Esto último la ha llevado a situarse actualmente entre las economías avanzadas, con un relativamente alto nivel de vida. El mantenimiento y el aumento de ese nivel de vida exigen, entre otras cosas y dado el tamaño del país y la estructura de recursos naturales disponibles, una constante corriente de importaciones, tanto para contar con los bienes de capital y los insumos que se requieren para las actividades productivas que se desarrollan internamente, como para el consumo directo de los bienes durables y no durables que demanda la población y que no se producen en el país.
Para financiar esas importaciones es preciso generar una fuerte actividad exportadora, tanto de bienes como de servicios. En los últimos 20/25 ha ido en aumento la participación de bienes y servicios de alta tecnología en las exportaciones de Israel, hasta situarse actualmente en el orden del 70% del total, de tal modo que éstas constituyen hoy en día uno de los principales elementos dinámicos del crecimiento económico del país.
Pero esa fortaleza de la economía israelí –el dinamismo que se desprende del empuje de las actividades productivas en las áreas de alta tecnología, incluyendo el desarrollo de las start-ups en esos sectores y la inversión extranjera directa concentrada también en esas áreas- es paradójicamente una de sus flaquezas. En efecto, ese dinamismo depende de un crecimiento constante de la producción y exportación de esos bienes y servicios, y en los últimos años se constata un cierto estancamiento en las exportaciones del país, originado en gran medida en inestabilidades de la demanda internacional. Si esas circunstancias se mantuvieran y se agudizaran, el comercio exterior -como motor principal del crecimiento económico israelí- se resentiría.
Esto nos lleva a considerar tanto el entorno económico internacional actual –y sus escenarios futuros- como las transformaciones internas requeridas para un mejor funcionamiento de la economía y de la sociedad israelí. Con relación al entorno económico internacional, la realidad parece indicar que el ordenamiento actual de las relaciones económicas internacionales, construido alrededor de los principios de la globalización –apertura comercial y financiera, dislocación de la producción en procura de menores costos, desarrollo acelerado (y abaratamiento) de las comunicaciones y del transporte- está siendo alterado.
Ya desde la crisis de 2008 el ritmo de crecimiento del comercio internacional se enlenteció, como reflejo de las dificultades para superarla, especialmente en los EEUU y sobre todo en Europa (los dos mayores socios comerciales de Israel). Pero a ello se agregan los recientes pasos proteccionistas de la actual Administración estadounidense, que parecerían anunciar el comienzo de una guerra comercial a nivel planetario, habiendo ya implantado aranceles a la importación de una serie de productos provenientes entre otros de China, pero también de países aliados. Y todos se preparan para responder en la misma moneda.
A partir de esas circunstancias, y aunque Israel no aparezca todavía directamente afectado, su dependencia del comercio internacional le haría sentir seguramente las consecuencias de esa eventual guerra comercial, De manera muy sucinta, cabe señalar algunas de sus probables o posibles consecuencias: una disminución o al menos síntomas de estancamiento en las corrientes comerciales internacionales, con efectos negativos sobre el empleo de mano de obra en las industrias y los países o regiones más afectadas; aumentos de precios y presiones inflacionarias, trasladadas al conjunto de la economía internacional, y la adopción de nuevas medidas proteccionistas para evitar el contagio inflacionario, con lo que se resentiría el crecimiento. En consecuencia, se desencadenarían –o aumentarían- las restricciones en la demanda internacional de bienes y servicios, lo que recaería directa y negativamente sobre países como Israel, tan dependientes del comercio externo.
Con estos escenarios in mente, resulta más que nunca necesario abocarse a las transformaciones internas requeridas para un mejor y más justo funcionamiento de la economía. Como está siendo cada vez más evidente –el título “Dos Economías – Una Sociedad” de la reciente Conferencia Eli Hurwitz es una muestra de ello- estamos viviendo en Israel una situación dual y heterogénea: Una parte minoritaria de la fuerza de trabajo se ubica en actividades de alta tecnología, con alta productividad y buenos ingresos, orientadas hacia el exterior, lideradas por empresas transnacionales que pueden rápidamente trasladarse a otras regiones. Mientras tanto, una mayoría de la población se inserta en trabajos de baja calificación, con escasos avances en materia de productividad y con ingresos que bordean el salario mínimo (y éste a su vez representa menos de la mitad del salario promedio nacional; la solución para sobrevivir parece ser la de contar al menos con dos ingresos salariales por hogar, en una sociedad pobremente estructurada para aliviar las tareas hogareñas).
Trascender estas situaciones –reformando la educación, combatiendo la corrupción, respetando y amparando los derechos de toda la población- debe tener prioridad absoluta en el mapa político israelí, .inclusive pensando en términos de seguridad, porque perseverar en el mantenimiento del estatus quo, que abarca también la carencia de interés para avanzar hacia negociaciones de paz y para reafirmar los principios básicos de la democracia, está minando la capacidad de esta sociedad para enfrentar, unida, las eventuales tormentas económicas que se avizoran.
Pero para todo ello se requiere visión y voluntad política, a partir de principios de solidaridad que es necesario -y urgente- revivir en el Israel actual. Y estos elementos, aunque seguramente existen en esta sociedad, parece sin embargo que están esperando todavía vaya a saber qué señales para manifestarse y actuar.■

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.