Las implicaciones de la migración rural-urbana sobre la agricultura

Ciudad de Tel Aviv. FOTO: Richard van Liessum/ PIXABAY

La migración es un proceso por el cual las personas se desplazan de un lugar a otro. Este desplazamiento puede ser dentro de un país (migración interna) o como en los últimos años es foco de atención la migración de África y Oriente Medio hacia Europa (migración internacional). En estos casos la migración se produce cruzando fronteras.

Entre los años 1990 y 2015 el número de migrantes internacionales se incrementó de 153 millones a 248 millones, un tercio de ellos entre 15-34 años de edad. Más de 150 millones de personas migraron en busca de trabajo. De estos migrantes, casi 25 millones son refugiados que abandonaron sus países a causa de conflictos y crisis. Causas como conflictos, violencia o catástrofes se puede definir como procesos de migración forzada, mientras que la búsqueda de mejor calidad de vida o educación de mayor nivel son procesos de migración voluntaria.

El presente artículo pretende hacer foco en el fenómeno conocido como migración interna de zonas rurales a zonas urbanas, o en otras palabras porque la gente abandona el campo en favor de las ciudades.

Procesos de migración rural, en los cuales la población se desplaza hacia la ciudad son uno de los factores por los cuales en el año 2007 se marcó un hito de marcada importancia y con alto potencial de influencia en el futuro de la humanidad, por primera vez en la historia la población urbana supero el 50% del total de la población mundial. En África, por ejemplo, más del 50% de los hogares rurales posee al menos un inmigrante interno. En el año 2013, 740 millones de personas migraron dentro de sus países siendo en su mayoría migración de zonas rurales a zonas urbanas.

 

¿Porque la gente abandona las zonas rurales para migrar a las ciudades?

Las razones que generan procesos de migración rural son variadas. La inseguridad alimentaria y el desempleo en zonas rurales son básicamente dos de los más importantes motores del proceso de migración.

Más del 75% de la población mundial que vive en estado de inseguridad alimentaria habita en zonas rurales, siendo la migración la principal y más disponible herramienta para la búsqueda de soluciones que las familias rurales poseen (FAO, 2018).  Teniendo en cuenta que la mayoría de los procesos migratorios contemporáneos tienen su origen en causas económicas, podemos imaginar al proceso de migración como un proceso de diversificación de los ingresos familiares y las remesas de los migrantes pueden servir para aliviar la pobreza e inseguridad alimentaria. Por otra parte, si tenemos en cuenta que esta diversificación es de facto empleo fuera de su finca, la migración de las zonas rurales a las urbanas puede tener consecuencias negativas en la productividad agrícola como resultado de la escasez de mano de obra rural.

Paralelamente existen otros procesos de importancia e influencia directa sobre los procesos de migración como son la escasez de recursos naturales y el cambio climático que generan procesos de desertificación, degradación de suelos y fenómenos climáticos extremos que dañan los rendimientos en forma significativa. Este proceso hace que la agricultura familiar, que es en los países en vías de desarrollo, pilar para la subsistencia de familias en medios rurales no siempre pueda generar verdaderas oportunidades y generar ingresos que permitan a la familia mejorar su nivel de vida, o, en otras palabras, se transforme en menos relevante económicamente. A este proceso se suma el cambio necesario que la familia deberá realizar para suplir el papel del migrante y agrega mayor carga de trabajo a las mujeres y los niños.

Cuando la agricultura familiar pierde importancia, y no existe impulso por parte de los gobiernos de desarrollar el sector rural-agropecuario que permita emplear a dichos jóvenes, la consecuencia inmediata es la reducción de las oportunidades para las jóvenes generaciones que buscarán una salida laboral en otros sectores de la economía y que representan nuevas oportunidades. La consecuencia inmediata es que los jóvenes abandonan la agricultura de baja productividad y pasan principalmente a actividades informales en servicios de baja productividad que generalmente se desarrollan en zonas urbanas.

Los jóvenes que abandonan la actividad agropecuaria tienden a migrar a las ciudades, generando procesos de discontinuidad en la renovación generacional de las fincas. Esto, conduce al envejecimiento de la población en las áreas rurales-agrícolas con fuertes impactos en la fuerza laboral disponible.

Debemos tener en cuenta que el sector agropecuario se encuentra inmerso en un continuo proceso de industrialización que trae consigo la necesidad del uso de paquetes tecnológicos que requieren especialización y paralelamente reducen la necesidad de puestos de trabajo. En esta situación, la posible introducción de nuevas tecnologías como solución tiende a «evitar” a las generaciones más adultas, que en general poseen menor predisposición para la adopción de cambios y adopción de nuevas tecnologías. Este sector de la población requiere de métodos de capacitación diferentes para la mencionada adopción de nuevas tecnologías, que son más costosos y generalmente con menores resultados positivos.

De aquí, que ofrecer soluciones a las necesidades de los jóvenes rurales deberán ir más allá de las actividades agrarias que se desarrollan en el espacio rural, y deben involucrar, entre otros aspectos, asuntos apremiantes como la salud y la infraestructura, además de los temas sociales, económicos, ambientales, jurídicos y energéticos. En otras palabras, servicios sociales e infraestructuras que soporten el desarrollo de jóvenes en las zonas rurales.

Debe aclararse que los procesos de migración rural urbana no son exclusivos de países en vías de desarrollo. Estos fenómenos ocurren también en zonas rurales de países desarrollados en los cuales existe migración del tipo conocida como migración estacional. Esta migración es a corto plazo, temporal y se relaciona a temporadas específicas y vinculadas con los ciclos de producción agrícola. Flujos migratorios de la ciudad a las áreas rurales son menos frecuentes y fundamentalmente ocurre en sociedades que en su estructura básica son hoy día básicamente urbanas. Procesos de migración van acompañados de fenómenos de urbanización.

 

¿Qué es la urbanización y como lo relacionamos con la agricultura?

La urbanización se puede definir como un proceso por el cual la población y el área de una ciudad se expanden. Esto es usualmente acompañado por la pérdida de zonas rurales, hábitats no desarrollados o naturales que se convierten en zonas residenciales, comerciales u otras aplicaciones de infraestructura.

Se estima que el crecimiento de las ciudades para el año 2030 habrá hecho desaparecer más de 300.000 hectáreas que hoy día están siendo cultivadas, esto representa más del 2% del área mundial cultivada y aproximadamente el 4% de la producción mundial de cultivos de importancia alimentaria (PNAS, 2016). Estas cantidades representan el suministro de 2500 calorías a 300 millones de personas durante un año entero. Los continentes más afectados por este fenómeno serán Asia y África que son también los más afectados por el fenómeno de migración tanto interna como externa.

 

¿Y dónde encontramos a Israel cuando se habla de migración?

La historia del estado de Israel y su desarrollo está marcada por las diferentes corrientes migratorias que construyeron el estado. Desde los primeros inmigrantes a fines del siglo XIX quienes se asentaron y crearon la idea del Kibutz y el Moshav, vía el devastamiento de una amplia parte de Europa a raíz de la Segunda Guerra Mundial que trajo como consecuencia dramáticas migraciones a través de Europa y del mundo. Buena parte de lo que quedó de la comunidad judía en Europa central y oriental después de la guerra, emigró en masa hacia el nuevo Estado de Israel. En los años 50 existió una fuerte corriente migratoria de las comunidades judías del norte africano (Marruecos, Argelia, Libia, Túnez, etc.). En los años 90 del siglo pasado, luego de la caída de la Unión Soviética y su desintegración, Israel recibió una importante ola de migración que produjo un importante crecimiento de la economía y la integración de dichos inmigrantes a diferentes sectores con relativamente alto porcentajes de éxito. Debe señalarse una importante corriente migratoria proveniente de Etiopia, que hoy día, luego de tres generaciones sigue buscando su integración en la sociedad israelí. Todas estas corrientes migratorias se basaron en la ley del retorno que permitió a judíos de la diáspora retornar a la tierra prometida.

Muy diferente es la situación que existe durante los últimos 15 años. Por un lado, el gobierno de Israel permite el ingreso de prácticamente 30.000 trabajadores provenientes del sudeste asiático que representan la solución a la falta de mano de obra que existe en la agricultura. Paralelamente, somos testigos de olas de inmigrantes africanos que piden llegar a Israel huyendo de sus países y buscando asilo. Esta situación, genera un importante y legitimo debate que divide a la población. Por una parte, los datos muestran que Israel es el país occidental que menos peticiones de asilo reconoce, menos del 1% de las demandas presentadas.

Por otra parte, existe un amplio sector de la población que señala otra realidad que se basa en el hecho que entre los años 2006 y 2012 la mayoría de los inmigrantes africanos entraron a Israel en forma ilegal. Israel, a diferencia de países como Alemania, Japón o Francia es un país relativamente pequeño con alta densidad de población que no tiene la necesidad y la capacidad de legalizar la migración laboral ilegal. La situación dicotómica en la que está envuelta Israel ha conducido al actual gobierno a una política de migración respecto a los inmigrantes africanos no suficientemente clara que posee repercusión negativa en organizaciones internacionales y afecta la imagen el estado.

 

Migración, agricultura y desarrollo rural. La necesidad de un enfoque holístico

La migración rural está estrechamente vinculada no solo con la agricultura y el desarrollo rural, sino también con el desarrollo general de las sociedades (FAO, 2018). Se trata de un fenómeno de relevancia histórica que en el caso de Israel contribuyo al desarrollo del estado y permito posesionarla como potencia en temas de desarrollo agropecuario, agro tecnologías y emprendimiento agrícola. ¿Por qué?

 

Durante las primeras décadas luego de la creación del Estado de Israel, los diferentes gobiernos dictaron políticas que maximizaron la integración de los inmigrantes a los sectores rurales en Moshavim y Kibutzim.  Las políticas actuaron facilitando el acceso a los recursos, crearon infraestructuras y por sobre todo suministraron recursos formativos y de gestión económica, todos enfocados en intentar garantizar la sustentabilidad del negocio agropecuario.

Hoy día, las políticas de cooperación internacional del Estado de Israel, permiten compartir la experiencia adquirida en estos temas, proporcionado, además, un enfoque holístico que este reto representa para los países en vías de desarrollo. La experiencia acumulada en la formulación de planes holísticos de desarrollo rural, que aprovechen las interconexiones entre agricultura, seguridad alimentaria y migración del campo a la ciudad podrán contribuir de manera efectiva a mitigar los efectos negativos de la migración y urbanización sobre las poblaciones al borde de la seguridad alimentaria., Paralelamente se deberá garantizar el uso sostenible de los recursos naturales.

Modernización de la agricultura, mayor eficiencia y desarrollo rural pueden contribuir, en gran medida, a dar respuesta a la problemática que generan los grandes desplazamientos de migrantes del campo a las ciudades.

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