La planeación estratégica… y el marco político

27 junio, 2018

Benito Roitman

Hace unos pocos días (el 19 y 20 de este mes de junio) tuvo lugar la conferencia anual Eli Hurwitz sobre Economía y Sociedad, que organiza el Instituto de Democracia de Israel, y que se considera como uno de los eventos más importantes del panorama económico local. El título de la conferencia de este año: “Dos economías – una sociedad” resulta sugerente, aunque en realidad el evento se habría centrado en la discusión de la suerte corrida hasta el momento por dos documentos –elaborados hace ya un tiempo- con propuestas de desarrollo para el largo plazo

Uno de ellos: “Israel 2028—Visión y estrategia socioeconómicas en un mundo global”, fue preparado entre los años 2007/2008 por un equipo encabezado por Eli Hurwitz y dirigido por David Brodet y presentado al gobierno en mayo del 2008 (es decir, que ya ha pasado una década desde entonces), pero que no fuera adoptado por éste; el segundo, titulado “Desarrollo de una estrategia económica y social de largo plazo para Israel”, fue encargado por el gobierno en el año 2011 a la Rand Corporation –una empresa asesora privada estadounidense- con la participación de una consultoría israelí (Shaldor Stategy Consulting firm) y sus recomendaciones fueron presentados al Gabinete en el año 2012, habiendo sido implementadas algunas sí y otras no. En todo caso, la planificación a largo plazo de los procesos económicos y sociales del país continúa ausente.

Así, aunque no se dispone aún de la mayor parte de los documentos y minutas de la Conferencia arriba mencionada, no es difícil pensar que en muchas de las discusiones sostenidas en la misma se ha de haber lamentado la continuada carencia de estrategias y de planes de largo plazo. Precisamente esa carencia se destacaba ya en la Introducción al Informe publicado en 2016 por la Rand Corporation (ver www.rand.org/t/rr275), que contenía las recomendaciones entregadas al gobierno en el 2012 y donde, en lenguaje diplomático, se constataba que “(e)nfrentado a grandes desafíos existenciales a lo largo de la historia de Israel, el gobierno no ha desarrollado rutinariamente respuestas estratégicas a problemas que exigen una acción política coordinada, de largo plazo”.

A lo anterior cabe agregar que la presentación central en esa Conferencia, que correspondió al Banco Central de Israel, se concentró en gran medida en la enumeración de una serie de aspectos críticos y de falencias presentes en materia de planeación estratégica por parte del gobierno. Es así que en el transcurso de esa presentación, se señaló expresamente porqué, a su juicio, el gobierno (este gobierno) se resistiría a llevar una planeación de largo plazo: “(c)ada gobierno electo tiene naturalmente el deseo de impactar la dirección de las políticas y dejar su marca. Ese deseo es más notorio aun cuando el gobierno depende de una coalición frágil en la que los partidos que la componen serán puestos a prueba durante elecciones en un no lejano futuro (y en una fecha que no siempre es conocida). Un gobierno como ese tiene una creciente tendencia natural hacia la toma de decisiones que se centran en logros de corto plazo más que en la alternativa de seguir una línea estratégica que fuera delineada por el gobierno previo, o de sembrar los frutos de una estrategia que podrían ser cosechados por el próximo gobierno”. En ese contexto, no es de extrañar que el título –y el tema- de la presentación del Banco de Israel fuera “Sobre la importancia de la planeación estratégica y la dificultad de instrumentarla en la realidad política”.

Ciertamente, en una conferencia como la comentada no puede haber faltado alguna discusión a fondo sobre los problemas del mercado de trabajo en Israel, ya que más allá del reconocimiento de la baja tasa de desempleo actual, existe un cierto consenso en la preocupación por la baja productividad promedio de la mano de obra, tema asociado a su vez con los niveles de calidad de la educación, por un lado, y con la debilidad –o las carencias- de una política industrial que se preocupe por elevar la competitividad de las actividades llamadas tradicionales, por el otro.

Es difícil negar la centralidad e importancia de esa temática –el comportamiento del mercado de trabajo, los elementos que inciden en su estructura actual y la necesidad de actuar sobre ellos- para superar el circulo vicioso que conforma un sistema educativo necesitado de profundas reformas (entre las cuales no ocupa un lugar menor la fusión de todos los sistemas públicos en uno sólo) y la aún escasa calificación e integración de las minorías a ese mercado.

Pero hay al menos dos elementos básicos que deberían estar presentes en toda discusión en Israel sobre la construcción, implementación y operación de un sistema nacional de planeación estratégica, y ambos son de carácter eminentemente político, no técnico. Se trata por un lado de la definición cuantitativa y cualitativa de los objetivos que la sociedad quiera y acepte alcanzar en el largo plazo (a sabiendas que se trata de definiciones flexibles y adaptables a la realidad, en la medida que no desmientan sus propósitos); por el otro, se trata de la construcción del marco político que posibilite a la sociedad generar y poner en práctica la estrategia de largo plazo que la conduzca a esos objetivos.

El primero de esos elementos puede expresarse como la construcción de un proyecto nacional, consensuado por la sociedad (en muchos casos, que no es el de Israel, la formulación de una Constitución ha sido y es la forma en que una sociedad define los contornos –alcances y límites- de su proyecto nacional). Esto va más allá de los programas partidarios (si los hay); se trata de generar consensos que reflejen aspiraciones sociales, políticas y económicas aplicables a todos los ciudadanos. En cuanto al segundo de esos elementos, es preciso avanzar hacia un marco político viable hoy y mañana, como condición necesaria para pensar estratégicamente en el futuro. Ya en el documento “Israel 2028—Visión y estrategia socioeconómicas en un mundo global”, que se preparara en el 2008 por el equipo liderado por Eli Hurwitz y que en esa Conferencia que lleva su nombre se recordó y discutió 10 años después, se manifestaba así, entre sus supuestos básicos: “El supuesto inicial del Estudio es que continuará habiendo progresos en el proceso político entre Israel y la Autoridad Palestina, y que podrá alcanzarse un sistema de acuerdos interinos que permitan la coexistencia. Asumimos que durante las próximas dos décadas Israel avanzará hacia un completo acuerdo de paz con los palestinos y los países árabes. Progresos significativos en el proceso político y un acuerdo final sustentable con los países árabes y con los palestinos pueden conducir a un crecimiento acelerado que vaya más allá de la tendencia que aquí se presenta. Por el contrario, una vuelta a los niveles de terrorismo vistos en 2001-2003 imposibilitarán a Israel avanzar en la tendencia acelerada de crecimiento (prevista)” (pag. 265 del texto en inglés).

Diez años después, se mantienen las mismas interrogantes económicas y sociales que el estudio pretendía superar, y continúa vigente el mismo contexto político, el así llamado estatus quo. Pero los procesos no se detienen; quizás en los próximos diez años florecerán los cambios.

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