La decisión de ir a la guerra es cada vez más difícil

26 diciembre, 2019 ,
Fuerzas especiales israelíes entrenan en Chipre Foto: portavoz militar

El fenómeno de la creciente renuencia a ir a la guerra y comprometer tropas terrestres para combatir se puede ver en todo el mundo, no solo en Israel. Los ciudadanos exigen cada vez más claridad sobre el propósito de las guerras que se espera que sus ejércitos luchen.

«En la era de Netanyahu», argumenta un artículo reciente en la revista mensual hebrea Liberal, «no podemos lanzar una guerra real en Gaza. La dirigencia no tiene forma de vender su costo al público».

Aunque la reticencia de Netanyahu a ir a la guerra puede estar relacionada con su propio patrón de toma de decisiones por antonomasia, es consistente con una tendencia global. Algo fundamental en el fenómeno de la guerra ha cambiado, particularmente con respecto a las fuerzas terrestres, y esto es una preocupación para todos los ejércitos. Incluso Rusia está mostrando moderación en el uso de las fuerzas terrestres en Siria.

El cambio tiene que ver con dos factores principales:

  • La guerra terrestre se ha vuelto más complicada debido al creciente enfoque en áreas urbanizadas y densamente pobladas, y la aparición de nuevas amenazas a las fuerzas de ataque: misiles antitanques avanzados, áreas con explosivos cazabobos y recovecos subterráneos fortificados.
  • Cada vez es más difícil utilizar las fuerzas terrestres para lograr un objetivo estratégico claro y factible.

Estos dos factores están entrelazados e intensifican la vacilación de los líderes sobre ir a la guerra. Pueden saber cómo iniciar una guerra, pero no saben cómo se desarrollará o cómo terminará.

La reticencia para ir a la guerra es ostensible desde hace mucho tiempo como en el mundo antiguo; pero en la era moderna, con el cambio en la naturaleza de la guerra, es significativamente más prevalente. La proliferación de armas avanzadas entre organizaciones cuasi militares no estatales (por ejemplo, misiles de crucero en manos de los hutíes en Yemen) ha hecho que ganar una guerra y lograr su objetivo sea menos seguro incluso para los ejércitos de las grandes potencias.

Con el debilitamiento de la conexión entre las acciones en el campo de batalla y el resultado estratégico deseado, las últimas décadas también han visto una mayor posibilidad de perder el control de una guerra. Por ejemplo, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), al conquistar el sur del Líbano y llegar a Beirut en la Primera Guerra del Líbano (1982) permitieron a Israel conseguir la deseada expulsión de las fuerzas de la OLP del Líbano; sin embargo, ese logro creó las condiciones para el advenimiento de Hezbollah, que se ha convertido alli en la fuerza dominante. Los estadounidenses, también, en Afganistán e Irak, se encontraron enfrentando una realidad compleja que se salió completamente fuera de control.

El desafío clave se ha convertido así en la formulación de un objetivo claro para la maniobra de la fuerza terrestre. La doctrina básica de combate de las FDI con respecto al objetivo de la ofensiva es la siguiente: «La ofensiva busca un cambio en la implementación de la realidad político-estratégica existente mediante la imposición de la soberanía del estado conquistador en el territorio conquistado». Pero ¿es ese objetivo es suficientemente claro cuando los términos de la conquista no lo son?

Buscar conquistar territorio para anexarlo es un objetivo simple. En la Guerra de las Malvinas (1982), cuyo objetivo era restaurar la soberanía británica en las islas; la conexión entre el logro militar y el objetivo político fue inequívoca y concreta. Así fue como la mayoría de los israelíes percibieron la guerra en Jerusalén en junio de 1967.

Pero cuando la conquista del territorio se considera temporal, surgen preguntas sobre su propósito y el beneficio que se puede esperar del mismo. En palabras del presidente sirio Bashar Assad:

Israel tiene una mayor capacidad destructiva pero menos capacidad para lograr sus objetivos militares y, por lo tanto, menos capacidad para lograr sus objetivos políticos. Como resultado, va de fracaso en fracaso… Hoy no hay batalla israelí en las tierras de otros… Hoy la batalla israelí es doméstica.

La creciente complejidad para alcanzar un objetivo factible en una ofensiva terrestre hace que sea mucho más difícil tomar la decisión de lanzar tal ofensiva. Mientras que las poblaciones pueden estar preparadas para pagar el precio de una guerra, exigen claridad y acuerdo sobre la pregunta básica: ¿para qué?

El general (retirado) Gershon Hacohen es investigador principal en el Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos. Sirvió en las FDI durante 42 años. Comandó tropas en batallas contra Egipto y Siria. Previamente, fue comandante de Cuerpo y de Colegios Militares de las FDI.

Fuente: BESA Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos

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