En el marco de la Conmemoración del Día Internacional de Recordación de las Víctimas del Holocausto

Raquel Markus en la presentación de su libro

Ante las horas negras: estoy aquí para decir “Hineni”

De Raquel Markus – Finckler

En el marco de la Conmemoración del Día Internacional de Recordación de las Víctimas del Holocausto, decretado por la Asamblea General de la ONU cada 27 de enero, tuve la oportunidad de realizar la presentación de mi tercer poemario “Las horas negras. Poemas que expresan emociones de manera profunda y conmovedora relacionadas con el Holocausto”, que tuvo lugar en el Museo del Libro Venezolano, una institución privada dedicada a preservar, conservar y exhibir una de las colecciones más importantes de libros editados en Venezuela que se mantienen vigentes en Caracas.

El evento, titulado “Conversación y recital sobre el impacto y trascendencia de la poesía testimonial” basado en “Las horas negras”, de la Editorial Osers & CO, se convirtió en una ocasión significativa para abordar temas cruciales como lo son: la pérdida, el dolor, la xenofobia, la empatía, la esperanza y la coexistencia. Mi poemario, que mantiene un profundo carácter testimonial, busca crear conciencia sobre el dolor de las guerras y la discriminación violenta de algunas sociedades hacia sus grupos minoritarios. Una marca que también ha alcanzado, tocado y definido con fuerza a la segunda y tercera generación de sobrevivientes de la Shoá (que es la manera en que el pueblo judío se refiere al Holocausto).

La conducción del acto al que asistieron más de cincuenta personas, incluyendo a destacados representantes del mundo cultural venezolano, estuvo a cargo de mi joven hija Samantha Finckler Markus y como ponentes de la velada, además de mí, figuraron: Miguel Osers, director de la Editorial Osers & CO; Néstor Garrido, periodista, escritor y poeta; y María Ramírez Delgado, en representación del MLV.

En la dedicatoria que escribí para iniciar su lectura, pude explica parte de la esencia de esta obra, palabras que resultan fundamentales para entender su propósito: “Estos poemas fueron dictados directamente por mi alma a mis manos para ser plasmados en la pantalla de mi computadora… podríamos decir que sangré cada uno de sus versos… puedo asegurar que lloré cada uno de sus versos. Ha sido, es y será mi poemario más doloroso. Es sumamente doloroso y, al mismo tiempo, siento que también es sumamente necesario… Este es un deber que tenía con mi pasado, una deuda que saldo con mi presente y también una promesa para el futuro… pues todos merecemos vivir en un mundo mejor, un mundo en el que no sea necesario que alguien como yo necesite desesperadamente, apasionadamente, demandantemente escribir sobre Las horas negras”.

Raquel Markus y su hija

Hace algunos años ya comenzaron a registrarse publicaciones en español sobre el tema del Holocausto creadas por integrantes de la tercera generación de sobrevivientes de la Shoá, y ese número debería ir en aumento. Ya son pocos los integrantes de la primera generación de sobrevivientes los que están en condiciones de seguir escribiendo, comentando, explicando y difundiendo lo que les pasó a ellos en primera persona.

Cada vez se hace más evidente que la responsabilidad de seguir contando lo que le pasó al pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial es un deber y un compromiso que debemos asumir con determinación y diligencia los integrantes de la segunda y tercera generación de sobrevivientes.

Somos los hijos y los nietos de aquellos que se las arreglaron para seguir vivos a pesar de todo el horror, el odio y la devastación que los persiguió en cada país que tocaba el Tercer Reich, y que además se las arreglaron para continuar con sus vidas y construir sus familias… los que deberemos seguir transmitiendo sus historias de vida, dolor, sobrevivencia y exilio… pues, de no hacerlo, el peligro de que algo así pueda repetirse volverá a latir con fuerza, y se convertirá en una amenaza para nosotros y nuestros descendientes. No en vano el mandato que heredamos dicta “No olvidar. Nunca jamás”.

Cumplo ya varios años como miembro activo del Comité Venezolano de Yad Vashem, en donde trabajo junto a los hermanos Tomas y Miguel Osers para organizar, a lo largo del año, eventos y actividades que permitan que la sociedad venezolana recuerde a las más de seis millones de victimas judías asesinadas a manos de los nazis, mientras también honramos a los sobrevivientes y sus descendientes. Fechas tan importantes como lo son el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, Iom HaShoá y la conmemoración del pogromo del 9 y 10 de noviembre de 1938, mejor conocido como La Noche de los Cristales Rotos.

Durante la presentación de “Las horas negras” en el Museo del Libro Venezolano tuve la oportunidad de realizar un pequeño, pero muy significativo homenaje, a la única sobreviviente del Holocausto que estaba presente en el evento (y no precisamente por casualidad). Me refiero a la profesora de preescolar de varias generaciones de integrantes de la comunidad judía de Venezuela, la profesora Julia Cohen, quien era apenas una niña cuando fue rescatada por los rusos del campo de Bergen Belsen, el cual se hizo famoso por haberse convertido en la tumba de la muy querida Anna Frank, entre muchos otros asesinados por el odio racial.

El último poema incluido en el libro es, en realidad, un homenaje a la vida, pues ocupa el puesto 18 dentro del poemario. En el alfabeto hebreo, la palabra “Jai” (literalmente vida) se escribe usando dos letras: Jet y Yud. El valor numerológico total de ambas letras suma 18, y por esta razón tiene un simbolismo tan especial para el pueblo judío. Esta pieza se llama “Ella ganó, ella vivió. En homenaje a la morá Julia Cohen”.

La reconocida escritora, poeta, editora y productora venezolana Gisela Capellin fue la responsable de declamarlo y lo hizo con tanta sensibilidad, amor y respeto que terminó por llenar de lágrimas los ojos de todos los presentes, mientras el pecho de la persona que recibía el homenaje parecía estar a punto de reventar por la emoción del momento. Ella merecía este acto de honor (y los que se le harán en el futuro) por su valentía, su amor por la vida, su empeño y la fuerza vital que aún late en ella.

La última estrofa del poema dice “Ella ganó. Ella vivió. La misma. Antes y después. La niña y la adulta en un mismo cuerpo. El pasado que mira al presente para construir un futuro, palabra a palabra, para vencer el odio y el miedo, palabra a palabra. Ella ganó. Ella vivió”.

Como periodista y escritora que soy creo en el increíble poder de la palabra como forma de preservar nuestro pasado, crear y recrear el presente que nos rodea y para construir el futuro que anhelamos. Pienso que la palabra es el instrumento más adecuado que tenemos a mano para contar nuestra historia, para entender dónde estamos parados y poder proyectar el camino que queremos recorrer.

Como poeta siento en lo más profundo de mi ser que la poesía testimonial, contenida en “Las horas negras”, es la forma más expresa, honesta y auténtica que tengo para tocar el alma humana, para conmoverla, incluso para sacudirla; de manera que estas fechas de recordación de la Shoá, pautadas a lo largo del año, no se conviertan en meros saludos protocolares impuestos por unas cuantas instituciones e idealistas al resto de la población.

Mi poesía es un acto sumamente doloroso y, al mismo tiempo, sumamente necesario, pretendo que quienes la lean o la escuchen entiendan que detrás de cada una de las cifras en las que nos convirtieron los nazis (seis millones de víctimas, tal vez tres millones de sobrevivientes), hay una persona, una historia, un nombre, un ser humano cuya vida se vio truncada, cortada o afectada por la única razón de ser miembro del pueblo judío…

En “Las horas negras” yo recuerdo a mis abuelos Mordejai Markus Z´L y Jaike Aizen de Markus Z´L, nacidos en Polonia, quienes luego de recorrer a pie dos continentes, Europa y Asia, escapando de la muerte, finalmente llegaron a Venezuela, país que los recibió con los brazos abiertos, en el que pudieron escribir una nueva historia, tener hijos y nietos…

En mis poemas trato de reconocer lo que dejaron de ellos en mí, tanto lo bueno, como lo que aparentemente no lo es: “Mis abuelos me dejaron un terreno en el silencio, una historia dividida a la mitad y un futuro que no logro adivinar”. También me legaron valentía y esperanza, por ello también me defino en mis versos como “una violinista, equilibrista, masoquista e idealista que todavía arrastra su fe por los tejados”.

Este 27 de enero, conmemorar adecuadamente del Día Internacional de Recordación de las Víctimas del Holocausto es una manera de honrar el legado de los sobrevivientes, personas como mis abuelos Mordejai y Jaike Markus o como la profesora Julia Cohen (entre muchos otros que he tenido el honor de conocer). Ellos fueron mucho más que estadísticas. Eran personas con nombres y apellidos. Detrás de cada número que nos dejó la Shoá hay una historia. Ahora, los integrantes de la segunda y tercera generación de sobrevivientes del Holocausto, somos los responsables de contar cada una de estas historias.

Yo asumo mi responsabilidad. Yo estoy aquí para decir “hineni”. Yo no olvido. Nunca más. Es mi deber con la historia. ¿Quién más se suma?

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