El vertiginoso Holocausto húngaro

Sinagoga Dohany

El Holocausto húngaro fue rápido y vertiginoso, pues la mayor parte de los judíos húngaros que habían sobrevivido casi toda la Segunda Guerra Mundial a duras penas perecieron en apenas unos meses, entre marzo de 1944 y enero de 1945, periodo de la ocupación alemana del país.

Mapa del gueto de Budapest

La presencia judía en Hungría era relativamente reciente, a diferencia de lo que había ocurrido en otras partes de Europa. En 1787 apenas había 83.000 hebreos; en 1848 la población ya había crecido hasta los 336.000 y en 1910, según censos de la época, eran 909.000, el 5% del censo total de la Hungría de entonces. Este crecimiento se debía, sobre todo, a las persecuciones a las que eran sometidos en los países vecinos, como Polonia, Ucrania y Rusia, principalmente, y la búsqueda de refugios más seguros en Europa central. En 1939, aunque hay una gran variedad de fuentes y las cifras varían sobre la población judía, podrían vivir en Hungría algo más de 800.000 judíos.

Muro del gueto de Budapest todavía existente

La vida de los judíos discurrió con cierta tranquilidad hasta los años treinta, pero a partir de 1938, con la anexión de Austria por la Alemania nazi, más conocida como el «Anschluss», y por la simpatía de las autoridades húngaras hacia las potencias fascistas, las cosas fueron cambiando paulatinamente a peor, todo hay que decirlo.

El gobierno húngaro del dictador Miklós Horthy declaró, bajo presión alemana, las primeras medidas antisemitas en una fecha tan reciente como 1938, sin que hubiera en este país una oposición real a tales acciones legislativas por parte de la sociedad húngara y de los intelectuales de esta nación, tal como sucedió en Dinamarca y Bulgaria, ambas también aliadas de los nazis. La extrema derecha húngara y los grupos nacionalistas de este país siempre fueron antisemitas y aprovecharon el clima reinante en las vecinas Austria y Alemania para presionar a las autoridades de Budapest en el sentido de que adoptaran medidas realmente duras contra los judíos.

En total, el ejecutivo de Horthy dictó un paquete de cuarenta medidas jurídicas que incluían desde las restricciones al ejercicio de determinadas profesiones a los ciudadanos judíos, como la medicina, el derecho e incluso la ingeniería, hasta poseer grandes propiedades y tierras. Unos 78.000 judíos de todas las profesiones fueron expulsados de sus puestos considerados “intelectuales” por las autoridades húngaras y varias embajadas acreditadas en Budapest en la época señalan que las expropiaciones caprichosas de tierras y bienes a los hebreos era algo corriente y normal en el país.

Pese a todo, Hungría no se sumó a la “solución final” hasta fechas bien tardías y fue tras la ocupación alemana del país, a raíz de que el almirante Horthy hubiera comenzado conversaciones con los aliados, cuando se produjeron las deportaciones, los fusilamientos y las numerosas arbitrariedades perpetradas por los aliados húngaros de los nazis. Los denominados, tristemente, como los «verdugos voluntarios de Hitler» en toda Europa.

A partir de enero de 1944, cuando los alemanes tienen casi definitivamente perdida la guerra después de haber sufrido numerosos reveses, los campos de la muerte trabajan a un ritmo infernal, al considerar que los judíos estaban muriendo demasiado lentamente y que se necesitaba acelerar al máximo el exterminio de los hebreos de Europa. Hitler, junto con sus colaboradores en la mayor persecución de la historia, pretendía que Hungría se implicase en la guerra y que también colaborase en el envío masivo de los hebreos a los campos de la muerte. Horthy, que es un antisemita convencido, pero no un criminal, se seguía resistiendo. Incluso una entrevista entre el dictador húngaro y el máximo dictador nazi fracasa, debido a las reticencias de Budapest en implicarse a fondo en el genocidio organizado. Para el régimen húngaro, las medidas antisemitas estaban justificadas, pero de ahí a colaborar en el Holocausto había un trecho que Horthy no estaba dispuesto a cruzar.


Hungría ocupada por los nazis

El 19 de marzo de 1944, cuando todo parece indicar que Alemania saldrá derrotada del conflicto bélico, Hungría es ocupada por los nazis, que ya no ocultan su malestar por el doble juego húngaro, manteniéndose teóricamente en el bando nazi, pero negociando con los aliados y soviéticos una salida airosa de la guerra. Hitler ocuparía Hungría con el fin de que todos los judíos húngaros, junto con los que habían escapado de Eslovaquia, Rumania y Polonia, fueran enviados a los campos de la muerte.

Muy pronto, e instalada una administración en Budapest dócil a los deseos de los alemanes, la maquinaría genocida comenzó a trabajar y la persecución de los judíos se llevó a cabo de una forma metódica y “profesional”, tal como habían hecho los alemanes en otras partes ocupadas.

“El nuevo Gobierno húngaro abrió la temporada de caza de judíos en el 29 de marzo de 1944. El ministro del Interior anunció que había que marcarlos “en interés de la defensa nacional y de la seguridad pública”. A partir de este momento, Eichmann se hizo cargo del asunto y, al cabo de pocos días, su oficina emitió una serie de decretos que los húngaros aceptaron prestamente. Los judíos no podían abandonar sus casas y establecieron un Consejo Judío. Después, los alemanes y sus ahora ansiosos aliados húngaros procedieron a librar el país de hebreos, primero los de la periferia y luego los de la capital. László Baky, el nuevo subsecretario del Ministerio del Interior, furioso fascista y antisemita, se jactó de “que el Gobierno Real de Hungría pronto habrá purgado el país de judíos». Y dijo: “Ordeno que dicha purga se lleve a cabo por regiones, para que, como resultado de esta, la judería, sin tener en cuenta sexo o edad, sea llevada a los campos de concentración señalados”, escribirían los autores Debórah Dwork y Robert Jan van Pelt en su estudio Holocausto.

 La noticia de las derrotas húngaras y de la inminente llegada de los soviéticos a Hungría a través de Transilvania precipitó que los dirigentes nazis instalados en Budapest pusieran en marcha rápidamente las “máquinas de moler trigo”, es decir, las instalaciones de la muerte de los campos de concentración. Desde abril de 1944 hasta junio de este mismo año se calcula que unos 381.000 judíos fueron deportados, en su gran mayoría a Auschwitz, por los nazis y sus aliados húngaros. A la mayoría, como se comprobaría después de la liberación de los campos por los vencedores, les esperaba la muerte. Constituirían el principal grupo que perecería en el Holocausto, ya que a partir de esa fecha las deportaciones y asesinatos masivos serían de menor cuantía.

Desolación y muerte en Budapest

Mientras la suerte de los judíos de Transilvania estaba echada, en Budapest el ejecutivo húngaro de Horthy luchaba por mantenerse al margen del genocidio puesto en marcha por los nazis y por evitar sobrevivir tras la inminente llegada de los soviéticos. En un momento de efervescencia bélica en todos los frentes, los húngaros trataban de salvar la integridad territorial del país -notablemente ampliada por su colaboración con los nazis- y al régimen del regente, que es como llamaban al almirante Horthy.

Así, en agosto de 1944 la situación era desesperada, tanto para Horthy como para los miles de judíos que sobrevivían a duras penas en Budapest. El ejército soviético ya avanzaba sin obstáculos por Rumania, y los judíos de la capital húngara sobrevivían sin apenas comida ni posibilidad de trabajo en ningún sitio. Protegidos por algunas embajadas, como las de España, Portugal y Suecia, miles de judíos salvaron sus vidas con salvoconductos y falsos pasaportes entregados por estas legaciones. Eichmann, ajeno a todo, menos a la persecución de la “odiosa judería”, seguía atento y trabajando en el exterminio de los judíos de Transilvania antes de la llegada de los “inoportunos” soviéticos. Resulta increíble como en la mente de los altos encargados de la “solución final” el exterminio de los hebreos era una suerte de misión mística que transcendía mucho más allá del resultado de la contienda bélica.

Dos meses más tarde, a mediados de octubre de 1944, los soviéticos están a tan sólo cien millas de Budapest. Y los nazis, ante el ya irrefrenable avance de los soviéticos que ocupan Rumania, imponen un ejecutivo sumiso a sus intereses, derriban al régimen de Horthy, encarcelan a su odiado hijo István en un campo de concentración, tras secuestrarle, y nombran Jefe de Estado de la Hungría pronazi a Ferenc Szálasi, líder del partido fascista de las Cruces Flechadas.

La situación para la angustiada población judía cambió súbitamente. Unos 160.000 judíos fueron amontonados -no cabe otra palabra- en el gueto de Budapest y unos 50.000 hombres, entre los 15 y los 60 años, fueron seleccionados para ser enviados a los campos de la muerte por Eichmann, quien siguiendo órdenes de Himmler seguía trabajando a un ritmo vertiginoso por acabar con la vida judía antes del final de la guerra.

Recluidos en una estrecha calle del centro histórico de Budapest, centenares de judíos morirían víctimas de las epidemias, el hambre y la brutalidad de los grupos fascistas húngaros. En la sinagoga de Dohány, al comienzo del gueto donde se hacinaban miles de seres humanos, encontraron “refugio” en sus jardines unos 3.000 judíos, muchos de los cuales morirían debido a las enfermedades que se propagaban con facilidad y al hambre.

El balance del Holocausto  húngaro

Al igual que en otras partes de Europa del Este, Hungría no fue una excepción a la espiral de odio, persecución y asesinatos colectivos organizados por los nazis con la complacencia de las autoridades húngaras que sucedieron a Horthy. Según la Enciclopedia del Holocausto del United States Holocaust Memorial Museum, “De los aproximadamente 825.000 judíos que vivían en Hungría en 1941, unos 63.000 murieron o los mataron antes de la ocupación alemana de marzo de 1944. Bajo ocupación alemana, poco más de 500.000 murieron por causa del maltrato o fueron asesinados. Unos 255.000 judíos, menos de la tercera parte de los que habían vivido dentro de la ampliada Hungría en marzo de 1944, sobrevivieron al Holocausto. Cerca de 190.000 de ellos eran residentes de Hungría con sus fronteras de 1920”.

En 1945 quedaban en toda Hungría apenas 155.000 judíos, ya que la mayor parte de los miembros de la comunidad habían fallecido en el Holocausto o habían emigrado hacia Occidente e Israel. En 1956, tras la ocupación de Hungría por parte de las fuerzas del Pacto de Varsovia, hubo otra oleada migratoria, tanto de judíos como húngaros, evaluándose la emigración en más de 10.000 hebreos. En los años sesenta se calcula que la población judía se situaba en unos 115.000 miembros, pero con tendencia a la baja por la permanente tendencia a la inmigración de la misma.  En el año 2016, un censo reflejaba que en toda Hungría quedaban algo más de 47.000 judíos en todo el país, de los cuales unos 35.000 vivían en la capital húngara, Budapest.

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