El anuncio del presidente norteamericano, Donald Trump, de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel, puede leerse como un símbolo de la pérdida del peso específico de la dirigencia palestina.
El liderazgo palestino está a todas luces irreconciliablemente dividido: el movimiento nacionalista Fatah controla Cisjordania (Judea y Samaria) y los islamistas de Hamás son dueños de Gaza. Ante este panorama y la proliferación de las ideologías del salafismo, Al Qaeda y el Estado Islámico, es improbable que los israelíes estén dispuestos a hacer nuevas concesiones que pongan en riesgo su seguridad.
Los informes de inteligencia sugieren que Hamás es renuente a promover una nueva guerra contra Israel en Gaza sobre todo en invierno (debido al sufrimiento de la ya exhausta población) y porque ansía estar mejor preparado para otra ronda de violencia. En cambio, prefiere enviar activistas a confrontar en la cerca fronteriza e incitar a la violencia en Cisjordania.
La Autoridad Palestina sabe por experiencia que un estallido sólo favorecerá a Hamás, por lo que sus fuerzas trabajan codo a codo con los organismos de seguridad israelíes.
Washington parece decidido a replegarse del Oriente Medio y en dirección al Lejano Oriente, donde percibe que están sus principales intereses. Se autoabastece del petróleo y la seguridad de su aliado, Israel, ha dejado de ser una preocupación, dado que el Estado judío cuenta con el ejército más poderoso de la región, ha firmado tratados de paz con Egipto y Jordania, y las estructuras estatales de sus antagonistas: Siria e Irak han prácticamente desaparecido. Además mantiene vínculos secretos con los países del Golfo y Arabia Saudita.
La preocupación básica de Riad y sus aliados del Golfo es el avance de Irán, no solamente en Siria, Irak y Líbano; sino también más al sur en Yemen.
A su vez, el principal interés de Irán es controlar Siria, Irak y el Líbano: el famoso corredor hacia el Mar Mediterráneo.
El hecho de que la Conferencia Islámica sobre Jerusalén fuera llevada a cabo en Ankara y no en Amman o en El Cairo, revela el poco interés de Jordania y Egipto en alienar a Washington cuando precisan de su apoyo militar y económico para combatir al jihadismo.
Por si fuera poco, el primer ministro, Biniamín Netanyahu, dividió a la Unión Europea durante la votación en la Asamblea General de la ONU. Europa oriental optó por una abstención que puede interpretarse decididamente como a favor de Israel.
Pablo Sklarevich