Él lo tomó de sus manos, le dio forma con un buril e hizo un becerro de fundición. Ellos dijeron: “¡Estos son tus dioses Israel, que te hicieron subir de la tierra de Mitzraim!”.
Éxodo 32-4
La idolatría.
La idolatría es en el fondo, una rebelión del hombre contra su Creador. Ya que los ídolos que nosotros creamos o formamos, de alguna forma y por alguna senda siempre terminan permitiendo que el hombre haga o cometa actos que son contrarios al dictado de los mandamientos de la ley de judía. Y las eternas y verdaderas mitzvot (preceptos) del Todopoderoso (el decálogo que bajó Moshé de Sinaí) a los fines de poder controlar la mala inclinación que subyace en toda persona.
La adoración inclinada hacia la naturaleza, como la idolatría practicada con distintos animales, plantas, o con el sol y la luna y los diversos planetas, tienen como objetivo modular una divinidad que le permita a ese ser humano creer que tiene derecho a todo lo que su corazón desea, sin medir riesgos ni consecuencias.
Y el error de cálculo en estas prácticas es que estarían adorando a los intermediarios o mensajeros, ignorando que tras de ellos existe una causa primera, que no tiene causa anterior que la origine, y esto ha sido comentario de diversos e ilustres rabinos como el sabio judío Maimónides o Rambam (1138-1204)
Es decir, no se puede depositar nuestra confianza en el mensajero, y depositar nuestras plegarias y nuestros miedos e inseguridades o anhelos en cosas u objetos, que no pueden responder, ya que ellos mismos cumplen sus propios ciclos de vida y movimiento dependiendo de esa fuerza invisible pero superior, que constituye lo más elevado que el infinito le ha otorgado al hombre en su capacidad limitada de entendimiento.
Ayer y hoy.
La parashá Ki Tisá, o capítulo semanal que hemos leído este último Shabat en las sinagogas de todo el mundo, no describe algo que ocurrió en el pasado. De hecho, el relato encastra a la perfección con los errores y horrores de nuestra sociedad en la actualidad. El consumismo, el abuso de la tecnología, la falta de recato, y la degeneración de la conducta incentivada en especial por la mayoría de los medios de comunicación, nos hace reflexionar que sin Torá somos o seríamos iguales a los antiguos habitantes de Sodoma y Gomorra.
Politeísmo e idolatría.
No solo creer en muchos dioses, también la idolatría tiene como target o blanco, fabricar ídolos de personas, los llamados ídolos de barro. A los fines de hipnotizar a las masas, y confundir a los pueblos y naciones, buscando distraer su atención de los problemas sociales y económicos y posibilitar implantar sistemas de dominación y explotación bajo diversos nombres o maquillajes.
Los romanos lo denominaban “pan y circo”, pero habría otros ejemplos que podríamos mencionar.
Judíos y no judíos. Final.
Cualquier cosa que toda persona anteponga al servicio divino, entiéndase del D’os de la Torá, ingresa en el campo minado del politeísmo, la idolatría o el culto al tótem o a una imagen fabricada a su propio beneficio y servicio.
El paganismo (se caracteriza por el culto politeísta y por la veneración de las fuerzas y ciclos naturales) ha mutado su rostro y se ha disfrazado en una multiplicidad de formas y apariencias engañosas donde cualquiera puede caer. Sea gentil o judío.
La enseñanza del “eggel hazahav” o becerro de oro, es que no hay verdadera libertad sin ley, y que la verdadera felicidad radica y solo puede obtenerse en “servir a Hashem” y no en “servirse de Hashem”.
Esta premisa clave, no solo conformará una sana y justa relación entre el hombre y el Ser Supremo, además ayudará a una mejor y óptima relación del hombre con su prójimo. Ya que todos somos parte de la misma creación divina y por ende nos cabe el mismo derecho a ser respetados y tratados dignamente.
¡Shavua tov!
Dr. Natalio Daitch