Pablo Sklarevich
Los recientes episodios en el Levante, dignos del más novedoso video juego de guerra, parecen como un pequeño adelanto de la guerra que probablemente se avecina en el norte. Drones iraníes, milicias chiís y de Hezbollah, bombardeos aéreos israelíes de precisión quirúrgica en territorio sirio, sistemas de misiles antiaéreos sirios, un caza israelí F-16 derribado sobre la Galilea. Todo esto bajo el atento monitoreo de Moscú, manejando los hilos detrás de las bambalinas, con sus misiles antiaéreos S-400 de última generación.
En ese vertiginoso escenario, Estados Unidos brilla por su ausencia. Se limitó a enviar su apoyo moral a Israel un día después de los eventos. Washington parece a lo sumo un jugador suplente calentando el banquillo.
A pesar de las exageradas esperanzas puestas por sectores de la derecha israelí en la asunción del presidente norteamericano, Donald Trump; su Administración parece bastante renuente a enfocarse efectivamente en Oriente Medio.
EE.UU. ha dilapidado trillones de dólares y más de una década de beligerancia en la guerra en la región (Irak y Afganistán), y el contribuyente norteamericano, con justicia, prefiere que su dinero sea gastado en casa.
Sin la asistencia de Estados Unidos, Israel no podrá en solitario alejar la presencia militar iraní de Siria. Sin dudas, el juego podría volverse más peligroso.
El general (retirado) Giora Eiland, ex jefe del Consejo de Seguridad Nacional ha sugerido que el Ejército de Defensa de Israel no tendría otra alternativa que elevar la apuesta y reaccionar más duramente ante todo intento sirio de respuesta a un accionar israelí contra quienes violen sus líneas rojas.
Israel ha dicho que sus líneas rojas son la transferencia de armas iraníes destinadas a Hezbollah, desde Siria al Líbano, y el afianzamiento militar iraní, y de sus milicias chiís aliadas, en territorio sirio. Si el ejército sirio responde ante un ataque israelí contra esos objetivos iraníes en su territorio, podría ser blanco de duros ataques de Israel.
La idea es abrir una brecha entre Damasco y Teherán, bajo la suposición de que el régimen del presidente sirio Bashar al Assad, va a pedir ayuda a Moscú para contener en su territorio a los iraníes. Una estrategia de este tipo, de implementarse, sugiere la posibilidad de un verano ardiente y no sólo por el calentamiento global.