D’os entre lo masculino y femenino. Reflexión.

28 abril, 2022
Foto: Wikipedia - CC BY 2.5

Dr. Natalio Daitch

Sexo y género.

Si quisiéramos abordar el espinoso y complejo tópico acerca de D’os como masculino y/o femenino, deberíamos primero ingresar en el campo de las definiciones. Y por esta vía tenemos que el «sexo» es la condición orgánica que distingue a los machos de las hembras y el ejemplo del diccionario se traduce como: «personas de ambos sexos». Es decir, que el «hombre» y la «mujer» son categorías sexuales.

Por el otro lado, y obvio con ayuda del diccionario el género se explica como aquello que se espera, se permite y se valora en un hombre y una mujer en un contexto determinado. En este último caso hablamos de lo «masculino» y lo «femenino».

Hablamos entonces de la condición y del comportamiento.

Para cerrar este primer bloque deberíamos señalar que Hashem trasciende el género e incluye en sí mismo ambos aspectos en un mismo Ser.


Querer y amar.

Se suele afirmar que los hombres amamos para querer, mientras que las mujeres quieren para amar. Y si tallamos en los significados, el querer involucra poseer algo o a alguien, por el contrario, el amar tiene que ver con una conexión más profunda que trasciende lo material y conecta a dos personas. El amor se relaciona con un conocimiento más profundo del otro, a diferencia del enamoramiento que se aplica a una atracción inicial que nos moviliza hacia el otro.

Para concluir, amar se relaciona mucho más con la capacidad de dar o brindarse, y en este punto los varones que tenemos nuestro fuerte en la Sefirá cabalística de «Jojmá» o sabiduría (ese chispazo inicial de la comprensión), nos vemos superados por las mujeres que tienen mucho más desarrollado la capacidad de entendimiento o deducir una cosa de otra (y se encuentra representada en el árbol cabalístico en la Sefirá de Biná).

Obviamente hablamos en general (las Sefirot o atributos divinos y en menor medida en cada persona, se encuentran interconectadas y cada una ya está incluida en su anterior o precedente), pero hay excepciones, aunque ambos atributos lejos de oponerse justamente son complementarios y como los polos de distinto signo (el positivo y el negativo) se atraen y se magnetizan de una forma o con una fuerza en ocasiones descomunal. 

El Santo y la Shejiná.

De igual manera, a lo expuesto en el segundo bloque, cuando hablamos del Santo Bendito Sea o su aspecto masculino, o como «Nuestro Padre o Nuestro Rey», buscamos esa faceta del Todopoderoso que tiene que ver cuando requerimos de Él una respuesta o solución a un problema determinado (sea de índole material o económica o espiritual-entiéndase alguna necesidad dineraria o de salud o naturaleza inmaterial como la angustia o la depresión).

Por el contrario, la Shejiná que implica «morar» alude al aspecto femenino de la divinidad, que se distingue como esa arista que se caracteriza en «compartir-acompañar-consolar» sin la necesidad de cambiar nada. Solo con el deseo de profundizar la conexión espiritual, y es por este sendero que la llamamos como «la Reina Shabat» y la «novia Shabat».

Mi madre Aida K. de Daitch me decía siempre que la Shejiná era la parte de D’os más próxima o cercana a la persona.

El tornillo y la tuerca. Reflexión final

Un encastre perfecto. Como es arriba es abajo. Y la unión verdadera hombre-mujer en este mundo terrenal, acerca y une esos dos aspectos de la Unidad, que siendo bifásica posibilita la expresión del deseo de la voluntad divina de una morada de lo espiritual dentro de un mundo material.

Bajo la Jupá o Palio Nupcial, el Supremo expresa que, según las circunstancias, la vida requiere un pilar que trabaje en soluciones a los problemas de la vida cotidiana y, por otro lado, el otro pilar o columna donde lo que se necesita es solamente compartir la vivencia y sentir el gozo de la existencia sin la necesidad de que algo tenga que ser cambiado. Por lo tanto, sexo y género no son una misma cosa, y el rol o los roles se traduce como la función que una persona desempeña en un lugar o situación, y esto en general divide a lo masculino de lo femenino en el judaísmo pero no es tan absoluto y tiene sus excepciones.

El ser humano, hecho a imagen y semejanza de lo divino, no debe estar solo, ya que ese atributo y potestad solo corresponde al Ser Supremo. Y el hecho que la Torá se inicia con la letra «Bet» que tiene valor numérico de 2, y también es la consonante inicial de la palabra «berajá» o bendición, alude a esa dualidad que gobierna nuestro mundo físico y material.

Para concluir, D’os contiene ambos aspectos (masculino y femenino) y nosotros los mortales, solo podemos intentar comprender lo incomprensible, de manera exclusiva apreciando la armonía y el infinito equilibrio que permite una buena vida cuando se complementa el sexo y el género.

Para concluir, entiendo que el tema tiene muchas más capas para poder analizar en profundidad, pero la densidad del mundo terrenal, termina por separar y demostrar que la relación hombre-D’os es en verdad asimétrica, y muchas cosas  escapan al entendimiento de la mente humana.

Shavúa tov.

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