Diarios íntimos

Mar del Plata - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 2.0

Es la primera vez que voy a escribir una crónica diaria de mi vida. Y al hacerlo no puedo dejar de pensar en esa chiquita llamada Ana Frank que antes de empezar a escribir se encomendaba a él, y volcaba en sus páginas todas las esperanzas de una vida mejor pero que lamentablemente no fue.

Bueno, volviendo a mi propio comienzo de querer escribir mi diario, ya sin esa frescura de la adolescencia, igualmente trato de no volcar aquí las frustraciones de la vida, los sueños no realizados, y las cosas que sé fehacientemente ya no van a poder ser. Si bien hoy escribo para mí, pienso que quizás alguien luego de mi partida lo podría hojear, acaso a mis hijas les interese saber de los secretos y cuitas de su madre, entonces debido a ello no deba ponerlo todo.

Estoy en una edad donde ya no me interesa saber si “aquel chico me mira”, o qué me pongo para el baile del sábado a la noche para algún posible levante.

Voy a escribir tratando de bajar el tono, tanto de la nostalgia como de la tristeza por las cosas idas, y es así como se me impone la figura de ese viejo ridículo que iba caminando junto a su mujer en esa mañana preciosa del diciembre pasado por la Rambla de Mar del Plata.

Recuerdo que ese día había un sol radiante y yo estaba volviendo de Playa Grande en mi usual caminata de 5 km.

Le estaba imprimiendo un buen ritmo y cada vez aumentaba mi paso hasta que finalmente esa pareja quedó detrás de mí.

Hago algunos metros más y se me acalambra el gemelo izquierdo, entonces paro y comienzo a alongar en un poste de luz que veo por allí. Cuando finalmente la pareja me alcanza oigo que el viejo me dice. “parece que las negras de mierda no tienen mucha resistencia, ¡qué se le va a hacer!”.

Me quedo perpleja y pienso ¿y ésto como se come?, ¡qué viejo asqueroso!

Me repongo del impacto, pero quedo tomada de la bronca y mientras retomo mi caminata voy maquinando cómo le devuelvo el gesto. Y en eso se me impone hacerle una joda, pero con altura sea cosa que se lleve flor de susto.

Cuando ya le voy pisando los talones saco mi celular y simulo una llamada, hablo bien alto cuestión que ese engendro me oiga.

_ Hola, Rodríguez, como le va, me puede pasar con el comisario, tengo que denunciar un 711, sí con carátula de injuria, al masculino en cuestión lo tengo delante de mí, sí…, soy yo, la Dra. Schmitt del consulado alemán…Sí, apúrese no sea cosa que se nos escape. ¿Que se lo describa? Bueno, un viejo decrépito, acompañado de una mujer también madura, el tipo debe tener unos 70 años, con un gorro con vicera de color blanco, shorts azules y un par de medias ridículas, sí, unos zoquetes beige que no van con el calzado deportivo, en fin, un mamarracho. Métale pata que se me escabulle el muy cretino. Estamos en la Martinez de Hoz y Sarmiento. O.K., espero al patrullero.

Cuando el tipo escucha el diálogo apura el paso, se olvida de su mujer dejándola detrás, y como si se le hubiera metido un cohete en el culo, no le alcanzan las piernas para salir disparado. Cruza la avenida y enfila por Sarmiento. Yo también cruzo con el celular en mano y a los gritos sigo con el supuesto diálogo.

Al rato ya no lo veo más, y yo empiezo a las carcajadas en plana calle justo frente al Hotel Hermitage. Mi alegría fue completa y sentí que había cometido un verdadero acto de justicia, de reivindicación de “la negra de mierda” que resultó ser toda una doctora alemana. ¡Que ironía, no, para un racista!! Negra, alemana y doctora. Ja ja ja.

¡Que buena joda!! Este tipo seguro que se cose la boca de por vida y deja de decir barbaridades en la calle a una desconocida, amén de ser un racista de mierda.

Hoy sí puedo decir que he comenzado con un buen día.

Bueno comparto con uds. lo que podemos llamar, Historias de cuarentena, o vivezas criollas, para poner un poco de onda y alegría en esta larga y aletargada espera a que se abran nuevamente las compuertas de la vida.

 

                                                                                                     

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.