Democracia sí; y su defensa también

29 junio, 2023 ,
Edificio de la Knéset- Foto: Hagai Agmon-Snir - Wikipedia - CC BY-SA 4.0

En el fondo -y no tan en el fondo- ese programa pretende anular la capacidad del Poder Judicial para revisar y eventualmente rechazar -en el marco del equilibrio de poderes que caracteriza a una democracia- regulaciones y leyes emanadas de los otros poderes. La continuidad de estas protestas, y el hecho de que luego de seis meses mantengan y aún aumenten su presencia a lo largo del país, en sin duda auspicioso. En alguna medida apunta a una reacción inédita de la sociedad israelí, que hasta el presente venía aceptando las disposiciones gubernamentales sin un verdadero análisis crítico de las mismas; y eso referido a cualquiera fuera el gobierno de turno. Pero repentinamente, sin una preparación previa aparente y sin coordinación con los partidos de la oposición, la sociedad israelí -una parte significativa de la misma- se ha lanzado a las calles a denunciar y combatir la propuesta gubernamental de legislar en contra de la capacidad del Poder Judicial para cumplir con su rol de contrapeso. Y esa sociedad y esa protesta sigue en las calles.

Mientras tanto los principales partidos de oposición -que no son quienes convocan las protestas, aunque estén en sintonía con quienes las organizan- mantienen conversaciones con representantes del gobierno, que han sido convocadas por el presidente Herzog y que están encaminadas a …. (confieso que no tengo claro a qué están encaminadas esas negociaciones: ¿se trata acaso de asegurar que el gobierno retirará sus propuestas de reforma judicial, o de llegar a compromisos sobre el alcance de esas reformas? ¿será que el gobierno, apoyado por su mayoría en la Knéset, estará dispuesto a ceder aparentemente ante la presión popular, aunque sea en parte, pero buscará alguna forma de llevar adelante su programa? ¿y cuáles de estas opciones serían aceptables para quienes protestan?

Naturalmente, no hay todavía indicios sobre cómo se desarrollarán los acontecimientos en el futuro inmediato, aunque sí es posible afirmar que la credibilidad del primer mnistro Netanyahu se encuentra en uno de sus puntos más bajos, de manera que su influencia se encuentra notoriamente disminuida. Pero ello por sí solo no conduce a un cambio significativo en los programas de gobierno; por el contrario, es de esperar nuevas arremetidas en varios frentes, más allá del ámbito judicial, y éstas comprenden, entre otras, cosas avances en la anexión de facto de los territorios ocupados (duplicar el número de pobladores en los asentamientos) y una mayor simbiosis entre religión y Estado.

Porque es preciso reconocer que de acuerdo a las reglas de juego del sistema democrático que aún se conserva en Israel, el gobierno actual cuenta con una mayoría en la Knéset como para sacar adelante las disposiciones que crea convenientes, y todo esto dentro de los marcos legales vigentes. En ese contexto, la suspensión temporal por parte del gobierno de los procedimientos parlamentarios para aprobar las leyes que conforman su paquete de “reformas judiciales”,  es por un lado el resultado de la continuidad y la persistencia de las manifestaciones populares en contra de ese paquete, pero es posible especular también que sea una maniobra más del arsenal del primer ministro, a la espera de que la fatiga o cualquier otra circunstancia (como por ejemplo algún evento de seguridad real o inventado) vaya decreciendo las protestas.

En efecto, habiendo Benjamín Netanyahu logrado la aprobación del presupuesto (sin mencionar todavía los costos eçonómicos y sociales que ésta conlleva) y superado así su temor de competir en nuevas elecciones en el caso de que esa aprobación no se hubiera alzanzado, lo que es de esperar es que el gobierno retome, de una forma u otra, el proyecto de país que guía sus acciones. Y si esa estrategia requiere del mantenimiento de tensiones en materia de seguridad interna y externa, hacia allá estamos yendo. Es así que, bajo el manto de preservación de la democracia, nos estamos acercando peligrosamente a un régimen que de ésta sólo conservará, en el mejor de los casos, el nombre.

Quisiera referirme ahora a lo que mucho se ha hablado y comentado últimamente, en relación con las consecuencias económicas de las acciones de este gobierno. De hecho, las críticas se han concentrado en los efectos de dos de esas acciones: la intención de “reformar” el funcionamiento del Poder Judicial y la aprobación del presupuesto gubernamental. Con respecto a la primera, son bien conocidos los pronunciamientos de economistas, trabajadores, empresarios, presidentes y ex presidentes del Banco de Israel, etc., señalando que la declinación democrática que produciría esa legislación llevaría a una salida de empresas y a la caída en el ritmo de inversiones, así como impactos negativos sobre el shekel y amenazas de revisiones a la baja de la calificación crediticia del país. En cuanto al presupuesto aprobado, se cuestiona la derrama de recursos hacia el sistema educativo ultra ortodoxo judío (jaredí) y los subsidios vinculados al mismo (que constituyen un desincentivo para la incorporación de los jaredim al mercado de trabajo), así como los ingentes recursos destinados a los asentamientos en los territorios ocupados. Es interesante señalar que parte de la crítica al presupuesto aprobado no proviene sólo de la oposición; la propia Dirección de Presupuestos de la Secretaría de Hacienda cuestionó en su momento la orientación de los recursos y desde el Foro Kohelet, que defiende las propuestas gubernamentales de “reforma judicial” y que de  alguna manera es el cerebro ideológico de esas reformas, se ha atacado la asignación de recursos presupuestales hacia el sector jaredí por sus consecuencias negativas sobre la economía.

Sin embargo, la información disponible -que proviene básicamente de la Oficina Central de Estadísticas de Israel- sugiere que al menos en lo que se refiere al corto plazo, la economía israelí no se habría estancado. En el primer trimestre de 2023 habría crecido un 0.8% con relación al mismo trimestre del año anterior, la tasa de desempleo continuaría ubicada alrededor del 4% de la fuerza de trabajo, las exportaciones se mantendrían cerca del nivel del trimestre anterior y la tasa de inflación anual, estimada con la tendencia de los datos de febrero/mayo 2023, se sitúa en 3,2%. Incluso la tasa de cambio con el dólar.  que habría mostrado una trayectoria devaluatoria entre mediados de enero 2023 y mediados de junio 2023, se habría estabilizado en el orden de 3,60 shekel por dólar. Es decir, el crecimiento económico continuaría y en todo caso, si se enlentece, podría atribuirse en gran medida a la situación económica internacional.

Pero esto confirma la necesidad de diferenciar entre crecimiento económico y desarrollo, siendo este último el que debería guiar las acciones de la sociedad y de sus representantes. En efecto, el crecimiento económico es unidimensional por naturaleza; se concentra en el aumento promedio del ingreso de la gente y se mide como el incremento real en el ingreso nacional, utilizando indicadores tales como el Producto Interno Bruto, el consumo público y privado, y el volumen de nuevas inversiones. El crecimiento económico es un proceso que puede o no requerir la intervención del gobierno y puede tener lugar en ambientes democráticos o autoritarios.

Por su parte el desarrollo se refiere a cambios cualitativos y cuantitativos en el funcionamiento de la economía y de la sociedad que afectan positivamente el nivel y la calidad de vida de toda la población. El desarrollo es multidimensional: abarca tanto el incremento en el ingreso -es decir, el crecimiento económico tout courte– como la mejora generalizada en los estándares de vida, que se miden con la ayuda de indicadores del tipo de alfabetización, cuidados de salud, esperanza de vida, estabilidad y apertura política. El desarrollo conlleva la intervención del gobierno, puesto que las políticas de desarrollo se formulan desde el mismo. Finalmente, last but not least, el desarrollo, en sus múltiples dimensiones (económicas, políticas, sociales), requiere funcionar en un ambiente democrático. Una expresión y ampliación de esta caracterización del desarrollo es la concepción de Amartya Sen, quien obtuviera el Premio Nobel de Economía en 1998, y que visualiza el desarrollo como el proceso de expansión de la libertad humana. Así, en sus palabras, “el desarrollo requiere remover las fuentes principales de falta de libertad; pobreza, así como tiranía, falta de oportunidades económicas, así como carencias sociales sistemáticas, negligencia en la oferta de facilidades públicas, así como intolerancia o hiperactividad de Estados represivos”,

¿Cómo se presentan estos dos conceptos -crecimiento y desarrollo- en Israel? En las circunstancias actuales, y a pesar de que Israel continúa mostrando algunos indicadores de crecimiento económico, como se señalara más arriba, se estarían exacerbando los problemas de desarrollo, tanto en el ámbito propiamente económico como en el político y social. En lo que atañe a lo económico, Israel ha construido un muy importante sector de alta tecnología, responsable de más de la mitad de las exportaciones de bienes y servicios y con una alta productividad, que demanda mano de obra altamente calificada y bien remunerada, aunque ocupe sólo alrededor de 10% de la fuerza de trabajo. Gran parte de los factores que han llevado a integrar a Israel dentro del conjunto de los países desarrollados están vinculados con el avance de ese sector.

Empero, no se ha prestado suficiente atención a las complementariedades con el resto de la economía, de manera que tanto el capital humano (cuyos niveles y capacidades se vinculan con la educación) como el capital físico (tanto público como privado, ambos sensiblemente rezagados) son responsables en gran medida de la baja productividad promedio. De este modo se ha ido construyendo una economía que funciona a dos velocidades (ese término es utilizado, entre otros, por McKinsey & Co en su informe “Pathways to Israel Prosperity: Improving productivity and accelerating growth” de enero 2023), y donde persiste un proceso de heterogeneidad estructural, con fuertes implicaciones sociales.

Es así, por ejemplo, que la estructura del sistema educativo continúa separada en cuatro corrientes (recuérdense la separación de las cuatro tribus, denunciada ya en el 2015 por el presidente Rivlin) mientras se mantienen las deficiencias en los resultados de pruebas de conocimiento, que se reflejan en gran medida en los niveles de calificación de la mano de obra. Esto contrasta con los niveles de excelencia del sistema universitario (tercer nivel) de Israel, donde se prepara la mayor parte de la fuerza de trabajo para los sectores de alta tecnología. Pero la continuidad de este proceso, que combina niveles de educación básica insuficientes con una formación universitaria de calidad, es responsable en gran medida de la heterogeneidad estructural arriba mencionada y no puede sino acelerar la ampliación de las brechas económicas y sociales presentes entre elites y población general.
Sería reiterativo mencionar aquí cómo todo ello se refleja en una mala distribución del ingreso y en niveles de pobreza que sitúan a Israel en los peldaños más bajos dentro de la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Y en paralelo con estos procesos, en lo que aparece cada vez más como una deformación del ideal sionista, se mantiene vigente la ocupación de los territorios conquistados en 1967, en aras de una visión mesiánica que pretende regir la vida de Israel. Es así que más allá de las declaraciones y contradeclaraciones que sobre el tema se manejan, la información de la Oficina Central de Estadísticas muestra que en los últimos 15 años se han ido incorporando en Iehuda y Shomrón (Judea y Samaria) un promedio anual de unas 1800 unidades de vivienda terminadas, lo que representa alrededor de un 4% del total de viviendas terminadas cada año en Israel.  

Hasta la asunción del actual gobierno, la sociedad israelí -en su gran mayoría- habría estado aceptando tácitamente en la vida cotidiana el estatus quo vigente (éste que de manera sintética y obviamente incompleta se intenta describir en párrafos anteriores).  Pero la coalición que asumiera el mando del Estado a finales del 2022 mostró claramente desde el comienzo -y a partir de las declaraciones iniciales del ministro de Justicia- su intención de avanzar en un programa de gobierno centrado en el bloqueo de toda posibilidad por parte del Poder Judicial de balancear la autoridad de los otros poderes.

Y de alguna manera, quizás porque por primera vez esta sociedad tomó conciencia del riesgo que corría al mantenerse al margen de lo que ocurría a su alrededor, las declaraciones del Gobierno provocaron una reacción popular inmediata (es difícil resistirse a usar el término de espontánea) que viene prolongándose hasta ahora. Ciertamente, el programa de este gobierno no se detiene en el tema del Poder Judicial. Resulta claro que está acompañado de avances en el fortalecimiento y ampliación de los asentamientos judíos en los territorios ocupados, conducentes de hecho a una anexión, así como del mantenimiento y profundización de los lazos entre religión y Estado. Y resulta claro también, en vista de la violencia que viene desatándose en los territorios ocupados, que resultan cada vez más impredecibles las salidas a esta situación. Sin embargo, las protestas no han sido ni son en vano; por el contrario, han mostrado que la voluntad de defender los principios democráticos es, de por sí, la mejor arma disponible. 

por Benito Roitman

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3 thoughts on “Democracia sí; y su defensa también”
  1. este sr. que pretende? los territorios son nuestros, donde vive este tipo? que quiere?esta en contra de los religiosos quiere entregar nuestras tierras al enemigo, no es una idea mesianica es nuestro derecho, por que no se va a vivir a la franja de gaza?(territorios nuestros regalados a los mal llamados palestinos) asi disfruta de los misiles que nos tiran, la izquierda es nefasta no hay otra.

  2. Se entiende muy bien el punto de vista de don Roitman (what’s in a name?), hacia la izquierda de un espectro en vías de polarizarse cada día más.

    Querer tocar uno de los fundamentos de la democracia, como los «checks and balances», es tratar de clavar un puñal en el corazón de un Estado por el que demasiada sangre ya se ha derramado y que, sin ir más lejos, puede ser considerado ya como un acto de traición.

    Los ortodoxos de la coalición no reconocen la legitimidad del Estado ni su democracia y siempre se opusieron a la fundación del Estado.
    En cualquier país normal un partido que no reconoce la legitimidad del Estado estaría prohibido, y no podría registrarse y presentarse a las elecciones.

    Los ortodoxos, que no van al ejército, no trabajan y se dejan mantener por el sueldo de sus mujeres, y que esperan cobrar subsidios ganados con el sudor de la frente del resto de los contribuyentes, se nos están simplemente riendo en la cara.

    (By the way, en el 9⁰ párrafo debería haberse puesto «crecimiento económico tout court» para restringir el alcance del término, la «e» estaba de más.)

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