Cuando se maneja el caos, un poco de humildad no vendría mal

4 agosto, 2020 , , ,
Asedio y destrucción de Jerusalén por David Roberts, 1850, imagen a través de Wikipedia

Durante las crisis caóticas, los sistemas establecidos para manejar tales eventos deben permanecer conscientes de sus limitaciones. Como los sabios talmúdicos enseñaron en sus hagadot sobre la Destrucción del Templo, las situaciones pueden salirse de control y no todas las soluciones están en manos de la gente.

Los sabios talmúdicos que establecieron las prácticas de duelo para Tishá Beav moldearon la memoria judía de la Destrucción del Templo durante miles de años. Pero eso no es todo. En sus hagadot sobre la Destrucción, ofrecieron lecciones a las generaciones futuras que van más allá de crear una memoria histórica que sea parte del patrimonio nacional.

Los sabios buscaron poner las lecciones de la Destrucción en un marco conceptual que pudiera guiar el comportamiento individual y colectivo durante los estados de emergencia. Ofrecieron una teoría talmúdica sobre la realidad que enfrentan los individuos, la sociedad y el Estado cuando se enfrentan a trastornos provocados por lo imprevisto.

Las hagadot sobre la Destrucción comienzan con una declaración general: «El rabino Yohanán dijo: “Bienaventurado el hombre que siempre es cauteloso” (Tratado Guitín). Con estas palabras iniciales, el rabino Yohanán ofrece una clave interpretativa para las hagadot. Sin entrar en detalles, se presenta una idea básica en la hagadá de Kamtza y Bar Kamtza que postula que Jerusalén fue destruida debido a un error en la invitación a una fiesta que resultó en la presencia de una persona indeseable. El invitado no deseado terminó siendo expulsado en desgracia [con deshonor]. Pero, ¿cómo se relaciona eso con la destrucción de Jerusalén?

La historia ilustra la forma en que los eventos menores, las pequeñeces cotidianas que los expertos generalmente no consideran dignas de atención, pueden descontrolarse y tener consecuencias imprevistas. Este tipo de factores pueden erosionar una evaluación de la situación estratégica, al permitir que la situación que fuera diseñada para controlar descienda al caos.

Desde ese punto de vista, las hagadot encajan en la noción de individuos y sociedades que pierden el control sobre los eventos en medio de un estado de emergencia imprevisto.

Las turbulencias en el Medio Oriente inicialmente denominadas «Primavera Árabe» ayudan a aclarar la perspectiva estratégica presentada por los sabios. En diciembre de 2010, en una pequeña ciudad desconocida en el sur de Túnez, Muhammad Bouazizi se prendió fuego después de que la policía destruyera el puesto de verduras ilegal que era su sustento.

Bouazizi, un hombre de 26 años con título universitario, estaba desempleado, hambriento y desesperado, como millones de personas en el mundo árabe. Sus amigos publicaron su foto y su historia en Facebook, y así comenzó una agitación regional que continúa hasta nuestros días.

El rabino Yohanán seguramente habría incluido la historia de Bouazizi en el conjunto de hagadot sobre la Destrucción del Templo. En conjunto, tales historias hacen que sea más fácil explicar cómo los grandes eventos pueden comenzar con pequeños asuntos que ganan ímpetu y conducen a una agitación tremenda. El problema con tales eventos es que generalmente siguen siendo menores, y es solo una concatenación de circunstancias única y aleatoria lo que convierte a uno en lugar de otro en un catalizador para una gran agitación.

La singularidad y la aleatoriedad de tales eventos son exactamente lo que impide que los expertos pongan su experiencia en práctica para tratar con ellos desde el principio. Si, de hecho, los expertos carecen de la capacidad para predecir eventos calamitosos, debe preguntarse en qué y en quién pueden confiar los ciudadanos del Estado moderno ante la aleatoriedad del destino.

La promesa del Estado de estabilidad, prosperidad y seguridad se basa en la fe en la salvación, ofrecida por la razón y la ciencia, común tanto a los ciudadanos como al liderazgo. Esto puede reducirse a la simple suposición esencial de que para cada problema importante debe existir una solución. Es posible que aún no lo sepamos porque no hemos recurrido al experto correcto, o aún no se ha encontrado el experto correcto, o el camino hacia el descubrimiento necesario aún no se ha abierto, pero con el esfuerzo correcto, tanto el experto como la solución serán identificados.

En ese sentido, el discurso público israelí sobre la crisis del coronavirus en las últimas semanas se ha centrado en el deseo de encontrar un «coordinador nacional», un salvador que sepa cómo manejarlo.

Pero a la luz del alcance global de la crisis, con todas sus repercusiones económicas y sociales, vale la pena volver humildemente a la simple verdad enseñada por los Sabios: las situaciones pueden descontrolarse, y no todas las soluciones están en nuestras manos. Esto no es solo una máxima teológica. Cuando los líderes y ciudadanos de un país tienen en cuenta la complejidad total de una realidad y reconocen que, cuando se trata de fenómenos sociales y económicos mundiales no todo está bajo su control, pueden ver lo que está sucediendo de manera diferente. La comprensión de que estamos navegando en lo desconocido se convierte en un punto de partida para ajustar las expectativas tanto de los líderes como de los ciudadanos.

Considerando la magnitud de la crisis del coronavirus, el Primer Ministro israelí debería haber hablado abiertamente a la gente sobre la necesidad de un ajuste de expectativas. Debería haber explicado con humildad que no se trata de una crisis técnica como un accidente de tren que se puede poner en manos de expertos, sino un evento caótico y sin precedentes (aunque no sin aspectos técnicos importantes, como los tests y los respiradores).

Al recalibrar las expectativas de esta manera el Estado, como sistema gubernamental, renuncia a su imagen de Roca de Salvación de los ciudadanos. Por supuesto, no tiene derecho a eludir su responsabilidad en la medida en que sus capacidades lo permitan, pero debe reconocer sus limitaciones y su dependencia de los esfuerzos de los ciudadanos. Los ciudadanos, por su parte, deben renunciar a la certeza ilusoria de que en algún lugar de las instituciones estatales hay alguien que los rescatará de la crisis. En cambio, lo que se necesita es una conciencia de responsabilidad común, con los ciudadanos plenamente conscientes de su propio papel en la adaptación creativa a una nueva situación.

El rescate del Ejército británico de Dunkerque a fines de mayo de 1940 ilustra la indispensabilidad de la colaboración entre la ciudadanía y el Estado ante un inminente desastre nacional. El llamado de emergencia de Churchill a miles de botes civiles y voluntarios para rescatar al Ejército británico del asedio alemán generó una respuesta improvisadora efectiva. El secreto de la adaptación creativa revelado en Dunkerque surgió del carácter y la cultura únicos de los británicos.

La experiencia anterior de Churchill como Primer Lord del Almirantazgo y su familiaridad con la cultura marinera de la nación británica, formaron una condición crítica para el surgimiento de la idea. Aquí surge la gran pregunta sobre los modos de gestión de los líderes nacionales y hasta qué punto están atentos, especialmente en estados de emergencia, al perfil cultural y las necesidades únicas de las naciones a las que sirven.

En el caso israelí, en el contexto de las hagadot sobre la Destrucción del Templo, que describe la forma en que la realidad a veces debe manejarse al borde del caos, es interesante considerar lo que el rabino Yohanán habría dicho sobre la actual crisis de liderazgo.

El Talmud resumió la historia de Kamtza y Bar Kamtza con esta declaración: «La humildad del rabino Zacarías ben Avkulas [jefe del Sanedrín] destruyó nuestro Templo y quemó nuestro Santuario, y fuimos exiliados de nuestra tierra». El Talmud, por lo tanto, acusa al jefe del Sanedrín de responsabilidad personal por la Destrucción del Templo porque en un momento fatídico evitó tomar una decisión.

Sin entrar en detalles sobre el dilema, la acusación reside en la expectativa de que un líder, especialmente en tiempos de emergencia, debe atreverse a decidir y actuar incluso si se equivoca, y no evadir la urgencia de tener que decidir. Profundamente conscientes de que «Bienaventurado el hombre que siempre es cauteloso», y al comprender la naturaleza de los estados de emergencia, los sabios talmúdicos nos enseñaron mucho sobre el deber del liderazgo de decidir y liderar.

Esta es una versión editada de un artículo que apareció en Israel Hayom el 31 de julio de 2020.

Fuente:  BESA Centro Begin-Sadat para Estudios Estratégicos

El general (res.) Gershon Hacohen es investigador principal en el Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos. Sirvió en las FDI durante 42 años. Mandó tropas en batallas con Egipto y Siria. Anteriormente fue comandante de Cuerpo y comandante de los Colegios Militares de las FDI.

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