La «revolución» socialista que el senador Bernie Sanders proponía para transformar Estados Unidos no ha logrado convencer al grueso de los votantes liberales, con lo que el veterano político de 78 años decidió poner punto final a su campaña para lograr la nominación demócrata en las elecciones presidenciales de noviembre.
«Termina la campaña, pero la lucha continúa», tituló Sanders el mensaje que mandó a sus seguidores, distribuído por su equipo electoral.
El senador por Vermont hizo este anuncio en medio de las circunstancias excepcionales que está suponiendo la pandemia del coronavirus, que ha afectado la campaña para las primarias, en la que, pese a partir como uno de los grandes favoritos, ha ido perdiendo fuelle conforme ha avanzado la contienda.
Y se retira tras haber conseguido 917 delegados frente a los 1.217 con los que se ha hecho su hasta ahora rival, el exvicepresidente Joe Biden, de perfil moderado, quien no obstante todavía estaba lejos de los 1.991 compromisarios que se necesitan para obtener la nominación demócrata.
EL ASPIRANTE DE MAYOR EDAD PERO FAVORITO ENTRE LOS JÓVENES
Sanders era el aspirante de más edad pero al mismo tiempo el candidato de los jóvenes estadounidenses, ilusionados por una «revolución» socialdemócrata que sus padres no ven con tan buenos ojos.
Los buenos resultados obtenidos en las tres primarias del comienzo, en Iowa, Nuevo Hampshire y Nevada, lo convirtieron en el candidato socialista con más éxito en la historia del país, así como en el aspirante judío más fuerte, pero no logró atraer el respaldo de la mayoría de los demócratas, ni el de la minoría afroamericana, que a priori hubiera podido ser más favorable a sus propuestas.
Su promesa estrella ha sido la creación de un sistema de salud público universal conocido como «Medicare For All», que rompiera con el jugoso y macabro negocio de las aseguradoras privadas, pero Sanders también tenía en el punto de mira a la industria farmacéutica, la armamentística, a la de los combustibles fósiles y a Wall Street.
Un objetivo que ha dirigido permanentemente al 1 % en la punta de la pirámide de los más favorecidos, un discurso populista que cala especialmente entre los jóvenes, a los que el «sueño americano» les queda lejos y les toca sobrevivir en una sociedad que, como en el resto del mundo, es cada vez más desigual.
ORÍGENES HUMILDES
A diferencia del resto de candidatos, Sanders no ha sacado a relucir su biografía en beneficio electoral, pero es público que nació en 1941 en un hogar humilde de Brooklyn (Nueva York), de inmigrantes judíos del este de Europa.
Aunque dio el salto al estrellato nacional en 2016, Sanders tiene una dilatada carrera política en las instituciones que empezó como alcalde de Burlington (Vermont) de 1981 a 1989, siguió como representante a la Cámara Baja de EE.UU. de 1991 a 2007 y luego como senador hasta la fecha.
Como alcalde de Burlington visitó Nicaragua en 1985 en apoyo a los sandinistas y la Unión Soviética en 1988, viajes de los que no reniega y que los principales medios estadounidenses recuerdan periódicamente para sembrar dudas sobre su candidatura.
EL LADO BUENO DE LA HISTORIA
Sanders presume de haber estado siempre en el lado bueno de la historia, con los desposeídos y contra las guerras, y es precisamente esa consistencia la que logró atraer a un ejército de partidarios y voluntarios sin comparación con ninguna otra campaña.
Además de la sanidad universal, Sanders proponía educación universitaria gratuita, una subida del salario mínimo a 15 dólares la hora, una expansión de los beneficios sociales, poner fin a los conflictos armados internacionales e impulsar el Green New Deal, del que es abanderada Alexandria Ocasio-Cortez.
Es por eso que en esta campaña ha tenido a su lado a la joven congresista, quizás la figura política emergente más destacada de EE.UU., que le llama «tío Bernie», igual que hacen los millones de latinos que en el país se han volcado en su campaña bajo las enseñas de justicia y regularización.
Sanders es el candidato que más dinero ha recaudado gracias a pequeñas donaciones de más de cinco millones de personas: Su campaña no ha aceptado (ni necesitado) a los grandes donantes que suelen tener intereses ocultos y que también ha prometido barrer de la política.
En octubre pasado sufrió un infarto durante un mitin en Las Vegas que pareció poner fin a sus posibilidades de llegar a la Casa Blanca, Sanders sin embargo resurgió de las cenizas a base de largos paseos y ensaladas hasta situarse ahora como uno de los favoritos a la candidatura demócrata.
SEGUNDO INTENTO
Este ha sido su segundo intento de llegar a la Casa Blanca después de que en 2016 perdiera las primarias demócratas -partido en el que no milita- frente a Hillary Clinton, que a su vez cayó ante Trump.
Su campaña de 2016 evidenció que un proyecto «socialista» para EE.UU. ya no está proscrito de las mentes de muchos de sus ciudadanos, pero afrontó las artimañas del aparato del partido en su contra, reveladas por Wikileaks tras un «hackeo» masivo de correos.
Pese a eso, se impuso a Clinton en 23 estados y durante todo el proceso de primarias obtuvo más de 13 millones de votos (un 43 %), pero sobre todo se erigió como el líder de la izquierda estadounidense, capaz de movilizar a cientos de miles de personas en favor de causas para las grandes mayorías. EFE