La historia judía cobra vida a través de la música en un nuevo museo

11 agosto, 2016
Foto: Museo de la Música Judía

El Museo de la Música Hebrea, recién inaugurado en Jerusalén, recupera la historia del pueblo judío a través de una colección única de instrumentos traídos de los cinco continentes que reflejan la fuerte influencia de otros pueblos en las melodías israelíes más tradicionales.

En pleno centro de la ciudad, el Museo es una iniciativa privada de dos judíos francófonos que han puesto cuerpo, alma y mucho dinero para compilar una de las facetas culturales más importantes del judaísmo: la música.

Sus siete salas están dedicadas a estilos tan dispares como la música de los judíos del Yemen, Balcanes, India, Asia Central, Marruecos y, como no, la Europea u «occidental». La séptima es Israel.

Unos estilos que estuvieron, y están aún, fuertemente marcados por los instrumentos que había en esos lugares y que han sido adquiridos en una gira mundial del mentor espiritual del museo, el ultra ortodoxo Eldad Levy, o reconstruidos a partir de bocetos.

En otros casos, como el de Siria, que hasta 1950 albergó en Alepo una de las comunidades judías más prominentes, fueron comprados a distancia a través de terceros.

Yaniv Levy, su director comercial, explicó que «de la misma forma que en la gastronomía aún no existe una comida propiamente israelí, tampoco su música es original, y consta de las influencias musicales que trajeron los judíos de la diáspora».

Así, hoy puede verse en sus vitrinas desde antiguas castañuelas usadas en el Sáhara a rudimentarios instrumentos de cuerda y percusión africanos, pasando por los más sofisticados violines y clarinetes, ambos imprescindibles para la música folclórica klezmer que se desarrolló en la tradición askenazí (centro y este de Europa).

También hay exclusivos laudes árabes, panderetas sirias, cítaras hindúes, violines beduinos, arpas orientales (swarmandal), liras, mandolinas, yembes y, por supuesto, el tradicional «shofar» (cuerno) hebreo, otrora instrumento de uso regular y hoy sólo litúrgico.

Quizás la faceta más ausente es precisamente la del judaísmo latinoamericano, que por su relativamente corta presencia en ese continente no ha llegado a acumular una tradición musical propia y se ha curtido mayormente en torno a obras e instrumentos occidentales, con pequeñas adaptaciones.

Particular atención presta la exhibición a la música andalusí, que se desarrolló en la España árabe y el Norte de África, origen de más de seiscientos mil israelíes a los que el Museo rinde un especial tributo: sus imponentes techo y mobiliario proceden de Marruecos.

«Pedimos permiso al rey de Marruecos para utilizar a sus artesanos y talladores. Tardaron mucho tiempo porque los hicieron a mano», explica una guía a un grupo de visitantes.

«Es un tributo a una cultura que no sólo tuvo un alto componente espiritual sino también arquitectónico», agrega.

Sus techos profusamente decorados, muebles e instrumentos convierten la sala de Marruecos en una de las más bellas de toda la exhibición, que no ahorra tampoco en tecnología 3-D como herramienta museística, entre otras, para recuperar la vida cotidiana en el bíblico templo de Jerusalén.

«La destrucción del templo (por los romanos en el año 70) supone de hecho el comienzo de la historia que narra el museo: los judíos salen al exilio y se ven obligados a crear una nueva tradición musical», explica Yaniv Levy.

En tiempos antiguos, subraya, el templo era «un centro de música en el que los levitas tocaban (sus instrumentos), esa es la razón por la que nuestro personaje (que actúa de guía en las tabletas) es el ‘Abuelo Levy».

Y agrega que la razón por la que los judíos empiezan a utilizar otras herramientas musicales es que «los instrumentos que usaban en el templo se los quitaron (los romanos)».

Con esta tecnología se recrean los momentos musicales más extraordinarios de la época antigua, y se muestra al visitante el punto de partida hacia nuevos estilos que fueron desarrollándose cada punto del exilio, cada una a la sombra de las tonalidades locales.

«Nosotros ahora traemos de vuelta todas esas tradiciones», destaca Levy, en referencia a la última de las salas, la de Israel, que nuestra la reunificación de todas esas corrientes en lo que progresivamente ha ido dando vida a la música israelí.

Una música marcadamente dividida hasta hace veinte años entre los estilos occidental y oriental («mizrahí»), pero que va asumiendo cada vez más una nueva cara, propia del lugar, que realza por encima de todo la mezcla demográfica de la sociedad israelí. EFE

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.