Australia e Israel: razones para una alianza

30 noviembre, 2016

Prof. Efraim Inbar
Australia e Israel tienen una relación cálida. Además del vínculo de sus valores comunes, ambos países recuerdan bien la importante contribución militar australiana al desalojo de las fuerzas turcas de la Tierra de Israel en 1917, y muchos israelíes tienen buenos recuerdos de los australianos que pasaron a través del Mandato Palestino durante la Segunda Guerra Mundial.
Los dos países también comparten serias preocupaciones estratégicas. Deben trabajar juntos más de cerca para abordarlos.
En el Medio Oriente, el gobierno de Obama ha proyectado debilidad y ha alentado la búsqueda iraní de la hegemonía. El vacío creado por el bajo perfil americano ha sido parcialmente llenado por los rusos, una tendencia con implicaciones preocupantes.
Los estados asiáticos y de Oriente Medio ven con preocupación el declive del papel de Estados Unidos. A pesar de la retórica de la administración de Obama acerca de priorizar Asia, hizo poco para tranquilizar a sus aliados. De hecho, muchos de ellos ahora temen el ascenso de China, que está persiguiendo agresivamente objetivos ambiciosos. Filipinas, bajo el colorido Presidente Rodrigo Duterte, parece querer sustituir su orientación americana por otra china.
China ha estado más activa últimamente en el Gran Oriente Medio, ofreciendo apoyo a estados anti-estadounidenses como Irán y Siria. La iniciativa china del Camino de la Seda (conocida formalmente como One Belt One Road, Un cinturón, un camino), aunque motivada principalmente por la economía, tiene sin embargo una importancia estratégica en Asia oriental y occidental.
La difusión del Islam radical, también, es un reto tanto para Australia como para Israel. En el Oriente Medio, no sólo causan problemas los pequeños estados y grupos islamistas radicales. Los Estados con una agenda islamista están contribuyendo a la radicalización del mundo musulmán.
Arabia Saudita, por ejemplo, ha extendido su versión wahabí del Islam por décadas. Desde 1979, la República Islámica de Irán ha difundido su visión revolucionaria chiíta, ganando el control de cuatro capitales árabes en el proceso: Bagdad, Beirut, Damasco y Sana. Desde 2002, Turquía ha sido gobernada por un líder islámico que apoya a elementos radicales sunitas en Gaza, Siria, Libia e Irak.
El Islam radical se está infiltrando cada vez más en Asia meridional y oriental, con el potencial de desestabilizar países como Malasia e Indonesia. Esta perspectiva es de gran preocupación para Australia, cuya minoría musulmana está mostrando signos de radicalización.
Por último, el espectro de la proliferación nuclear cercana es muy temido tanto por Australia como por Israel. Hasta hace poco, la posición tradicional de los estadounidenses como garantes de seguridad era un desincentivo para la proliferación nuclear. El acuerdo nuclear de 2015 con Irán cambió eso al legitimar la infraestructura nuclear de Teherán.
Egipto, Turquía y Arabia Saudita probablemente no se queden de brazos cruzados cuando Irán, su competidor regional, haga progresos nucleares. Desafortunadamente, la creciente desconfianza en el liderazgo de Washington ha hecho que las garantías de seguridad estadounidenses sean menos creíbles.
Un desarrollo similar está en marcha en el este de Asia, donde se cree que la asertividad china y la creciente amenaza nuclear de Corea del Norte están recibiendo una respuesta estadounidense inadecuada. La percepción del desenganche estadounidense aumenta la probabilidad de que Corea del Sur y Japón adopten una postura nuclear, iniciando una cadena de proliferación en otras partes de Asia.
Las aprehensiones comunes de Australia e Israel sobre estas tendencias globales proporcionan el basamento estratégico con el cual construir relaciones más cercanas en defensa y asuntos exteriores. Con esto en mente, Anthony Bergin del Instituto de Política Estratégica Australiana (ASPI) y coautor del informe «La zarza y el olivo: nuevo capítulo en Australia e Israel», sugiere que los dos países se mueven hacia una mayor cooperación.
Hasta ahora, no ha habido casi ningún intercambio militar de alto nivel entre los dos países. Israel no tiene un agregado militar uniformado en Canberra (aunque ha delegado a un civil del Ministerio de Defensa). El agregado militar australiano a Israel tiene su base en Ankara, Turquía.
Un diálogo regular y sostenido de ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa está claramente en orden. Un intercambio estratégico en el que participen altos funcionarios uniformados y civiles de defensa debe examinar el pensamiento estratégico, las cuestiones de la alianza de los Estados Unidos, la cooperación militar y la cooperación de la industria de defensa.
Australia debe actualizar las relaciones militares y diplomáticas con Israel para aprovechar su experiencia en la lucha contra el terrorismo, los sistemas de armas de alta tecnología y la ciberseguridad. Los militares australianos e israelíes se beneficiarían de una mayor cooperación: ambos operan equipos estadounidenses, y ambos han invertido fuertemente en tecnología de clase mundial.
Los dos ejércitos pueden compartir conocimientos doctrinales e inteligencia. Israel, cuya doctrina militar se basa en la autosuficiencia, puede aprender de la experiencia de Australia en coaliciones militares. Israel, a su vez, tiene experiencia en la guerra urbana y en el desarrollo de sistemas aéreos no tripulados para la inteligencia, la vigilancia, el reconocimiento y el combate, un área en la que la fuerza aérea australiana aún está desarrollando.
Israel también tiene experiencia en la lucha contra los artefactos explosivos improvisados (un área en la que Australia también muestra una competencia considerable) y es un pionero global en medidas activas para la protección de vehículos blindados, defensa contra amenazas de cohetes de corto alcance y el uso de la robótica en el campo de batalla.
Ambos países están cerca de importantes puntos de estrangulamiento a lo largo de las rutas petroleras y comerciales marítimas, haciendo de los asuntos navales un componente importante de sus estrategias nacionales. Australia tiene una gran marina e Israel planea expandir la suya propia, en parte para proteger sus campos de gas costa afuera.
En cuanto al poder aéreo, ambos países han adquirido el avión F-35A fabricado en Estados Unidos, por lo que podría haber potencial para la colaboración. (En el ámbito técnico, la colaboración es más probable que ocurra en la comunidad más amplia de operadores internacionales del F-35A.)
Más allá de la seguridad, la capacidad de adaptación social es otra área donde la información puede ser compartida. Israel ha logrado preservar la cohesión social, aun cuando es golpeado por ataques terroristas y cohetes. Ha soportado décadas de conflicto, y aún ha logrado construir una economía floreciente y una democracia vibrante.
Los dos países también pueden compartir conocimientos sobre la gestión del agua. Israel es  líder mundial en la agricultura de secano, el riego por goteo, y el reciclaje de las aguas residuales. Existe además un área clara para la cooperación en los programas internacionales de desarrollo en Asia-Pacífico y África que apoyan los objetivos de la política exterior australiana. Camberra, a su vez, puede ayudar a Jerusalén a mejorar el progreso diplomático que ya ha hecho en Asia.
Desafortunadamente, hay una tendencia en Australia (y en otros lugares) a ver a Israel puramente a través de la lente de la cuestión palestina y el proceso de paz.
Este no es el prisma correcto. Es poco probable que una mejor relación con Israel pudiera dañar la posición de Australia en el mundo árabe o musulmán. Israel tiene tratados de paz con Egipto, el país árabe más importante, y con Jordania. Otros países árabes se acercan tranquilamente a Israel debido al surgimiento de Irán en la región y el temor compartido del Islam radical.
Jerusalén tiene muy buenas relaciones con los estados musulmanes en Asia Central y el Cáucaso. No hay pruebas de que la relación de Australia con Israel haya obstaculizado sus propias relaciones de defensa con los países árabes, su compromiso de defensa en el sudeste asiático o el Pacífico, sus esfuerzos internacionales para contrarrestar el terrorismo y la proliferación o la capacidad de la Fuerza de Defensa Australiana para operar en Afganistán e Irak.
Nuestro informe recientemente publicado podría servir a los dos países ahora mismo. El primer ministro israelí ha anunciado planes para visitar Australia en febrero de 2017, momento en el que buscará una mayor cooperación. El respeto que el ASPI y la dirigencia del Centro de Estudios BESA de Israel en sus respectivos países aseguran que los niveles más altos del gobierno sean conscientes del informe.
En realidad, no hay ningún país en Oriente Medio cuyos intereses estén más alineados con los de Australia que con Israel. Ninguno de los dos Estados ha reconocido suficientemente en qué medida contribuyen a los intereses nacionales de los demás. Australia e Israel pueden cooperar en asuntos estratégicos en beneficio de ambos países. La relación bilateral podría ampliarse significativamente. Los buenos deben seguir juntos.
Fuente: BESA Center. Efraim Inbar es profesor emérito de estudios políticos en la Universidad Bar-Ilan y director fundador del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.

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