90 años del nacimiento de Elie Wiesel: Sobreviviente del Holocausto y Premio Nóbel de la Paz

30 septiembre, 2018 , ,
Foto: Moshe Milner / GPO

Este 30 de septiembre se cumplen 90 años del nacimiento de Elie Wiesel, uno de los  más notables sobrevivientes del Holocausto, que falleció en julio del 2016 y que fue galardonado en el año 1986 con el Premio Nóbel de la Paz por sus actividades que lo convirtieron en un «mensajero para la humanidad».
Wiesel nació en Sighet, Rumanía (en ese entonces era Hungría) en el año 1928 y con apenas quince años fue deportado junto a su familia al campo de exterminio nazi Auschwitz. En el Holocausto asesinaron a sus padres y a su hermana pequeña.

Junto a otros dos premios nóbel, Shimon Peres y el Dalai Lama. Foto: Moshe Milner / GPO

Tras sobrevivir el Holocausto, Wiesel se dedicó durante su vida a contar su historia para evitar que una masacre similar vuelva a ocurrir. Wiesel escribió cerca de 50 libros y fue un importante activista contra la indiferencia ante las conflictos armados y genocidios en el mundo.
El primer ministro Netanyahu comentó sobre Wiesel que «saliendo de la oscuridad del Holocausto, Elie se convirtió en una poderosa fuerza de luz, verdad y dignidad».
Wiesel apoyaba además al Estado de Israel y estuvo en varias ocasiones involucrado en iniciativas para promover la coexistencia y un posible fin al conflicto en la región.
En el año 2015, pocos meses antes de su fallecimiento, Wiesel fue nombrado «Ciudadano Honorario de Jerusalén» y visiblemente emocionado dijo en esa ocasión al alcalde de Jerusalén, Nir Barkat: «He publicado decenas de libros durante mi vida, pero créame cuando le digo, señor alcalde, que Jerusalén es el corazón y alma de mi trabajo».
En el año 2010, en medio de una polémica con el presidente americano Barack Obama, que pedía congelar la construcción en Jerusalén, Wiesel publicó en varios periódicos una carta abierta donde exponía su posición sobre la capital israelí:
«Era inevitable: Jerusalén está nuevamente en el centro de los debates políticos y las tormentas internacionales. Nuevas y viejas tensiones afloran a un ritmo inquietante. Diecisiete veces destruida y diecisiete veces reconstruida, todavía está en medio de enfrentamientos diplomáticos que podrían llevar a un conflicto armado. Ni Atenas ni Roma han despertado tantas pasiones. 
Para mí, como judío que soy, Jerusalén está por encima de la política. Está mencionada más de 600 veces en la Escritura – y ni una sola vez en el Corán. Su presencia en la historia judía es abrumadora. No hay ninguna plegaria más emocionante en la historia judía que la que expresa nuestro anhelo por regresar a Jerusalén. Para muchos teólogos, ES la historia judía, para muchos poetas, la fuente de inspiración. Pertenece al pueblo judío y es mucho más que una ciudad, es lo que conecta a un judío con otro de una forma que sigue siendo difícil de explicar. Cuando un judío visita Jerusalén por primera vez, no es la primera vez; es un retorno a casa. La primera canción que escuché era la canción de cuna de mi madre sobre y para Jerusalén. Su tristeza y su felicidad son parte de nuestra memoria colectiva. 
Los judíos han morado entre sus muros con solo dos interrupciones; cuando invasores romanos les prohibieron acceder a la ciudad y nuevamente cuando, bajo ocupación jordana, a los judíos, sin importar su nacionalidad, les negaban la entrada al barrio judío para meditar y orar en el Muro, el último vestigio del Templo de Salomón. Es importante recordar: si Jordania no se hubiera unido a Egipto y Siria en la guerra contra Israel, la Ciudad Vieja de Jerusalén aún sería árabe. Claramente, mientras los judíos están dispuestos a morir por Jerusalén, no matarían por Jerusalén. 
Hoy, por primera vez en la historia, judíos, cristianos y musulmanes pueden todos orar de forma libre en sus lugares sagrados. Y, contrariamente a lo que dicen ciertos medios, judíos, cristianos y musulmanes pueden construir sus casas en cualquier lugar en la ciudad. El anhelo a Jerusalén no se trata de bienes raíces sino de memoria. 
¿Cuál es la solución? La presión no traerá una solución. ¿Hay una solución? Debe haber, habrá. ¿Por qué atacar el problema más complejo y sensible de forma prematura? ¿Por qué no primero tomar los pasos que permitirán a comunidades israelíes y palestinas conseguir formas de vivir juntas en un ambiente de seguridad? ¿Por qué no dejar el tema más difícil y sensible para ese momento?
Jerusalén debe seguir siendo la capital espiritual del pueblo judío, no un símbolo de angustia y amargura, sino un símbolo de confianza y esperanza. Como decía el maestro jasídico Rebbe Najman de Breslev: «Todo en este mundo tiene corazón; el mismo corazón tiene su corazón». 
Jerusalén es el corazón de nuestro corazón, el alma de nuestra alma». 

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