Política y Psicoanálisis

4 junio, 2022 ,
Adolf Eichmann sentenciado a muerte - Foto: GPO - Dominio Público

Dra. Bejla Rubin                    

En el mismo momento que el Ishuv necesitaba desesperadamente que se abrieran las puertas a la inmigración, los ingleses olvidaron sus promesas. (Leon Uris, Exodo)                                                                                         

Para el psicoanálisis el valor de la política es nominado “la política del síntoma”, siendo política un derivado del vocablo griego, polis por lo diverso. Esta definición del psicoanalista francés Jacques Lacan se debe a que pone en conjunción el síntoma como lazo, tomado de su falta e incompleta y con ese vacío propone entablar un política de intercambio entre los sujetos donde cada uno contribuye con su síntoma, su falta, no como saturación del saber, sino como su causa del deseo, de ahí que la política del síntoma, trabajada en conjunto con el otro, aceptando y compartiendo sus diferencias, hacen a una vida en pos del bienestar, plus la armonía donde cada uno haga uso y usufructúe de su goce como ganancia, o sea, como plus de goce.

Desde esta definición podemos anudar la función “deseo del analista” que no es un deseo puro, con el rol del Juez dado que éste brega por impartir justicia, acorde a lo mejor para las partes litigantes y apostar a un mundo mejor, más justo y darle a cada cual, a pesar de su condición de su libertad de elección, no obstante, pueda convivir con lo diverso y lo diferente del otro, su semejante.

La misma función le compete al psicoanalista, su tarea es que cada sujeto recupere su plus de goce, se libere de los mandatos culposos del Super Yo y deje, vía fantasmática, de completar al Otro para así negar que también éste, al igual que él, está atravesado por el barro de la castración. Y en ese punto se debe encausar la verdad en vías de recuperar un goce libre y justo y es allí donde el juez se anuda con el psicoanalista, donde justicia y elaboración del trabajo del inconsciente tienen una función “política”, la de hacer lazo en pos de un mundo mejor pues vectorizan en defensa de la verdad, la justicia, la convivencia respetando el Uno por Uno con su goce particular, que vía la política del síntoma deberá hacer lazo en el mercado del intercambio de saberes, bregando por un mundo más humano, más justo y aceptando los goces justamente en contra de la compacidad de goces únicos como bien lo ha demostrado el nazismo con la aceptación de una única raza superior, la aria, excusa de todo gobierno totalitario tanto de otrora como de hoy en día cuando emulan el modelo que ya ha pasado como un nuevo Paradigma de Mal.

Debido a ello sostenemos desde nuestra función “deseo del analista” bregar por una política sintomal aceptando los goces en pos de una justicia correcta y humana a pesar de todas sus imperfecciones, pero, no obstante, estando en las antípodas de los actos canallas, tanto en el diván como en el juzgado de los tribunales.  

Hanna Arendt se ha ocupado muy bien del concepto de política, fue enviada a presenciar en Jerusalén el juicio a Adolf Eichmann, y lo pone por escribo en su libro acerca de la Banalidad del Mal, que según mi lectura ha sido mal entendido, pero que yo considero correcta, pues ve en ese hombre común, casi con aspecto de estúpido, un fanático, sometido a un régimen cruel, que se excusa diciendo que el no mató a nadie y que simplemente cumplía órdenes. Desde esa definición se banaliza el mal, cualquiera que se le de autoridad sin castigo ni punición puede desatar su furia, su rencor, sus odios ocultos, total, con ese argumento, de que está obrando por el bien de la patria y que no habrá justicia por tal crimen, no sabemos cuales son nuestros enemigos agazapados, envidiosos, que con ese permiso osan sacar y poner a la vista su pulsión de muerte que es de estructura y que nos compete a todos. Es difícil decir “yo nunca hubiera hecho tal cosa”, pues no sabemos nuestros límites si se trata de hambre, si mataron a los padres frentes a la vista de sus pequeños hijos, si violaron a nuestra hija, en fin, en situaciones limites y extremas ninguno sabe a ciencia cierta cual habrá de ser su respuesta.

Hace unos días, para ser más precisos, el 31 de mayo se cumplieron 60 años de la muerte por la horca del criminal de guerra capturado en la Argentina con el nombre falso dado por la cruz roja internacional, de Ricardo Klement, o sea, nacido Adolf Eichmann. No pidió un cura confesor, quizás porque no se sentía culpable, sólo acompañó a su cadalso una botella de vino tinto, y un hedor a estiércol a la hora de ser colgado. Se fabricó un crematorio dado que la ley judía no admite la cremación, sus cenizas fueron esparcidas en el Mar Mediterráneo fuera del límite continental, o sea, que nadie tenga una lápida donde recordarlo y que su persona entre en el olvido, no así sus actos canallas. Se lo cremó tal cual obró con sus pobrecitas víctimas, y luego ese crematorio fue destruido.

Tomo las palabras de Hanna Arendt, filósofa brillante, que si bien fue amante de Heidegger siendo una joven estudiante donde aún el movimiento nazi distaba en aparecer, no se le perdonó tal acto. Yo tomo de ella su pensamiento claro, inteligente entonces dice: “jamás ha sido tan imprevisible nuestro futuro, jamás hemos dependido tanto de las fuerzas políticas, fuerzas que padecen pura insanía y en las que no puede confiarse si se atiene uno al sentido común y al propio interés”.

También nos es imperdonable el obrar del mandato británico en Palestina que no permitió la entrada de los pobres desahuciado y sobrevivientes del nazismo, anclados en la isla de Chipre, poniendo una cuota miserable de quienes podían emigrar a Palestina dado que les importó más el acuerdo con los árabes y su oro negro que la vida de esas pobres criaturas huérfanas por la masacre nazi a sus padres. Después de la Asamblea General de las Naciones en noviembre de 1947 que se votaba por la partición de Palestina, para dar un hogar nacional a los judíos, en diciembre de ese mismo año los árabes realizan una gran masacre en Jerusalén frente a los ingleses como testigos, donde no mueven un dedo y dejan que esos pobres inocentes, niños, jóvenes y ancianos mueran vilmente tan solo por saciar el odio del mundo árabe y no poder convivir en la diferencia. Cuando el Mal acontece, pueden ser nazis, árabes, pero resulta que siempre han sido y son los judíos los chivos expiatorios de la historia.

Pasaron dos mil años de diáspora, matanzas de Rusia, Inquisición en España, seis millones en las cámaras de gas, miles de jóvenes muertos en el Palmaj defendiendo la nueva patria, siguen hoy en día los atentados en Israel, el antisemitismo y el neonazismo están de moda, pero lo lamento, resistiremos pues, Aún Estamos Acá.    

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